Gingrich y Romney: ¿soluciones vs autodeportaciones?
LOS CANDIIDATOSel ex gobernador de Massacchusetts Mitt Romney, izq;, el empresario Herrman Cain, centro, y el ex presidente cameral Newt Gingrich durante el debate presidencial republicano el martes 22 de noviembre en Washington. i
El precandidato presidencial republicano,Newt Gingrich propuso qué hacer con los 11 millones de indocumentados que viven entre nosotros sin guarecerse bajo la excusa de la seguridad fronteriza primero o el flojo argumento de que el Partido Republicano es el partido de la inmigración legal.
Otro precandidato, el ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, completó el ciclo de su oportunista transformación de apoyar el plan de reforma migratoria integral conocido como McCain-Kennedy, a promover la idea de que eliminando imanes los indocumentados se autodeportarán, incluyendo aquellos con décadas de vivir en Estados Unidos, establecidos y con hijos ciudadanos.
En un interesante intercambio durante el debate republicano sobre seguridad nacional auspiciado por CNN, la Fundación Heritage y el American Enterprise Institute, Romney y Gingrich expusieron dos corrientes de pensamiento en torno al tema migratorio.
El ex presidente cameral, Gingrich, con los ojos puestos en la elección general y no sólo en ganarse el voto de la base conservadora en las primarias, cuestionó si es realista o incluso humano pensar que es posible deportar a 11 millones de indocumentados.
No defendió concederles a todos una vía a la ciudadanía porque Gingrich no es precisamente un reformista en este frente y en el pasado ha esbozado cuestionables posturas, pero habló de una vía a la legalidad para los indocumentados ya establecidos.
“No veo cómo el partido que dice que es el partido de la familia va a adoptar una política migratoria que destruye familias que han estado aquí por un cuarto de siglo. Y estoy preparado para enfrentar críticas por decir que debemos ser más humanos al aplicar la ley sin concederles ciudadanía pero buscando un mecanismo para crear legalidad de manera que no sean separados de sus familias”, afirmó Gingrich.
Y debe anticipar críticas como las que experimentó otro precandidato republicano y alguna vez favorito, el gobernador de Texas, Rick Perry, cuando defendió el haber promulgado el DREAM Act estatal y decir que quienes proponen castigar a los hijos por los errores de los padres no tienen corazón. Sus cifras de apoyo bajaron y su desempeño en posteriores debates no ha ayudado.
Gingrich incluso navegó las aguas de la defensa del proyecto de legalización de jóvenes indocumentados DREAM Act al decir que “no veo razón alguna de castigar a alguien que llegó aquí a los tres años pero que quiere servir a los Estados Unidos de América”. El DREAM Act concede una vía de legalización a quienes prosigan estudios universitarios o sirvan en las Fuerzas Armadas.
Parece que Gingrich, un astuto político cuyas pasadas situaciones personales y algunas posturas ideológicas lo descalifican ante algunos de sus copartidarios, sí sabe contar y entiende que para atraer el voto latino y arribar a ese 40% que les devuelva la Casa Blanca en una elección es necesario no sólo cambiar el tono de la retórica sino proveer alternativas a la estrategia republicana prevaleciente de que mediante medidas policiales de desgaste los indocumentados desaparecerán.
Gingrich votó por la amnistía de 1986, promulgada por Ronald Reagan. Ahora dice que las amnistías no funcionan pero que hay lidiar con los indocumentados ya establecidos. Un perdón a viejas transgresiones, como lo defendió Reagan.
Pero Romney, quien en el frente migratorio ha sido como un camaleón, vio el cielo abierto para atacar a Gingrich y para convencer a los ultraconservadores que en el pasado lo han rechazado, de que él tiene mano dura contra los indocumentados.
Curioso viniendo de alguien que alguna vez dijo que los republicanos que se opusieron al proyecto de reforma migratoria McCain-Kennedy habían cometido un error y que catalogó la propuesta como razonable. Quizá lo más significativo no fue lo que dijo Romney, quien sólo repitió su oposición a amnistías, sino lo que dijo su campaña.
Eric Fehrnstrom, asesor y portavoz de Romney, ofreció la solución a los 11 millones de indocumentados, según reportó The Examiner: “Eliminas los imanes, no a la matrícula similar a los residentes del estado, no a beneficios de ningún tipo, no al empleo. Se implementan sistemas de verificación en los empleos con castigos para quienes contraten indocumentados que les cierren el acceso al mercado laboral y ellos mismos se replegarán. Volverán a sus países de origen”.
Tal parece que Romney ya se cuenta entre los sectores republicanos más recalcitrantes que promueven leyes como las de Alabama y medidas como el E-Verify con la esperanza de que los 11 millones de indocumentados se autodeporten.
Aparentemente Romney piensa adoptar la estrategia de la ex candidata republicana a la gobernación de California, Meg Whitman, de mano dura en las primarias y compasión en la elección, que perdió. O aparentemente Romney cree que puede ganar sin el voto latino.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice
Otro precandidato, el ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, completó el ciclo de su oportunista transformación de apoyar el plan de reforma migratoria integral conocido como McCain-Kennedy, a promover la idea de que eliminando imanes los indocumentados se autodeportarán, incluyendo aquellos con décadas de vivir en Estados Unidos, establecidos y con hijos ciudadanos.
En un interesante intercambio durante el debate republicano sobre seguridad nacional auspiciado por CNN, la Fundación Heritage y el American Enterprise Institute, Romney y Gingrich expusieron dos corrientes de pensamiento en torno al tema migratorio.
El ex presidente cameral, Gingrich, con los ojos puestos en la elección general y no sólo en ganarse el voto de la base conservadora en las primarias, cuestionó si es realista o incluso humano pensar que es posible deportar a 11 millones de indocumentados.
No defendió concederles a todos una vía a la ciudadanía porque Gingrich no es precisamente un reformista en este frente y en el pasado ha esbozado cuestionables posturas, pero habló de una vía a la legalidad para los indocumentados ya establecidos.
“No veo cómo el partido que dice que es el partido de la familia va a adoptar una política migratoria que destruye familias que han estado aquí por un cuarto de siglo. Y estoy preparado para enfrentar críticas por decir que debemos ser más humanos al aplicar la ley sin concederles ciudadanía pero buscando un mecanismo para crear legalidad de manera que no sean separados de sus familias”, afirmó Gingrich.
Y debe anticipar críticas como las que experimentó otro precandidato republicano y alguna vez favorito, el gobernador de Texas, Rick Perry, cuando defendió el haber promulgado el DREAM Act estatal y decir que quienes proponen castigar a los hijos por los errores de los padres no tienen corazón. Sus cifras de apoyo bajaron y su desempeño en posteriores debates no ha ayudado.
Gingrich incluso navegó las aguas de la defensa del proyecto de legalización de jóvenes indocumentados DREAM Act al decir que “no veo razón alguna de castigar a alguien que llegó aquí a los tres años pero que quiere servir a los Estados Unidos de América”. El DREAM Act concede una vía de legalización a quienes prosigan estudios universitarios o sirvan en las Fuerzas Armadas.
Parece que Gingrich, un astuto político cuyas pasadas situaciones personales y algunas posturas ideológicas lo descalifican ante algunos de sus copartidarios, sí sabe contar y entiende que para atraer el voto latino y arribar a ese 40% que les devuelva la Casa Blanca en una elección es necesario no sólo cambiar el tono de la retórica sino proveer alternativas a la estrategia republicana prevaleciente de que mediante medidas policiales de desgaste los indocumentados desaparecerán.
Gingrich votó por la amnistía de 1986, promulgada por Ronald Reagan. Ahora dice que las amnistías no funcionan pero que hay lidiar con los indocumentados ya establecidos. Un perdón a viejas transgresiones, como lo defendió Reagan.
Pero Romney, quien en el frente migratorio ha sido como un camaleón, vio el cielo abierto para atacar a Gingrich y para convencer a los ultraconservadores que en el pasado lo han rechazado, de que él tiene mano dura contra los indocumentados.
Curioso viniendo de alguien que alguna vez dijo que los republicanos que se opusieron al proyecto de reforma migratoria McCain-Kennedy habían cometido un error y que catalogó la propuesta como razonable. Quizá lo más significativo no fue lo que dijo Romney, quien sólo repitió su oposición a amnistías, sino lo que dijo su campaña.
Eric Fehrnstrom, asesor y portavoz de Romney, ofreció la solución a los 11 millones de indocumentados, según reportó The Examiner: “Eliminas los imanes, no a la matrícula similar a los residentes del estado, no a beneficios de ningún tipo, no al empleo. Se implementan sistemas de verificación en los empleos con castigos para quienes contraten indocumentados que les cierren el acceso al mercado laboral y ellos mismos se replegarán. Volverán a sus países de origen”.
Tal parece que Romney ya se cuenta entre los sectores republicanos más recalcitrantes que promueven leyes como las de Alabama y medidas como el E-Verify con la esperanza de que los 11 millones de indocumentados se autodeporten.
Aparentemente Romney piensa adoptar la estrategia de la ex candidata republicana a la gobernación de California, Meg Whitman, de mano dura en las primarias y compasión en la elección, que perdió. O aparentemente Romney cree que puede ganar sin el voto latino.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice
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