por Cristina López G.
Cristina López es Licenciada en Derecho, columnista de El Diario de Hoy y Directora Ejecutiva de CREO (www.creo.org.sv).
El Parque Zucotti de Nueva York continúa siendo el escenario y la casa de unos pocos miembros del movimiento #OccupyWallStreet que se continúan resistiendo al frío para expresar su descontento contra “el sistema” y contra la desigualdad económica, que han representado con la figura del 1%. Expresan que el 1% de la población en EE.UU. es dueña del 99% y el 99% solo tiene el 1% para repartirse. En la página web de Think Progress, representan esta “acaparación de riqueza” a través de un mapa de EE.UU., donde se distribuye con colores el territorio que tendría este poderoso 1%, representando visualmente la desigualdad, equiparando la tenencia de riquezas con territorio.
Lo que se le olvida a estos grupos, es que la riqueza no tiene una existencia finita o limitada como las tierras, en que para tener más, habría que quitarle a alguien más. La riqueza se crea, a través de las innovaciones y las ideas, que sí son infinitas. Si bien los recursos naturales y otros insumos a partir de los cuales se crea riqueza sí son finitos, las ideas, innovaciones y los medios virtuales permiten nuevos campos de creación de riqueza. Como bien lo describía Steve Chapman, el que se hace más rico a través del comercio, no lo hace haciendo pobres a los demás: el intercambio de bienes que uno vende y el otro compra para aumentar su beneficio, no resulta en un juego suma cero, en palabras de Manuel Ayau.
En otras palabras, el 1% no es estático. Contra lo que sí hay que protestar, es contra algunos de ese 1% que gracias a juegos corruptos del Estado, crearon su riqueza basada en favores gubernamentales financiados con los recursos que pagan como impuestos muchos de los ciudadanos. Esto, algunos de quienes protestan si lo tienen claro, y lo demuestran protestando correctamente, contra las corrupciones del Estado y no contra la abstracción de que algunos tengan y disfruten de los abundantes frutos de su trabajo y otros, con diferentes habilidades empresariales y capacidades naturales, disfruten de menos frutos.
Si bien el movimiento ha demostrado poca unidad, y diferentes objetivos comunes, si se ha visto cierta ubicuidad en el uso de las máscaras de Guy Fawkes, el conspirador católico que fue aprehendido y ejecutado en sus intentos por destruir el parlamento inglés, para frenar los abusos absolutistas del Estado. La máscara se volvió un ícono cultural gracias a la película “V de Venganza” (V for Vendetta), en que “V” un vigilante anarquista termina con el poder de un Estado fascista escondiendo su cara tras la máscara de Guy Fawkes. Ojalá que lo que los perseverantes protestadores tomen de ejemplo del vigilante V sea su celo por defender al individuo de los abusos del Estado sobre su persona y sus bienes, y no su espíritu anárquico, violento y sanguinario, cuyo ideal era la venganza. No hay ningún motivo por el cual vengarse de que unos tengan más que otros, siempre y cuando existan condiciones de igualdad en la competencia. Si estas condiciones de igualdad son inexistentes, las prebendas del gobierno hacia ciertos grupos y la exigencia de que se procese a los culpables de corrupción merecen inspirar muchas protestas legítimas. Y para que sean legítimas, deben mantenerse pacíficas, cosa que no siempre ha logrado el movimiento “Occupy”, logrando perder credibilidad en el verdadero espíritu que motiva su causa.
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