El candidato republicano Herman Cain sale del restaurante Big Sky Diner tras un acto de campaña en Ypsilanti, Michigan, el jueves de la semana pasada.
Armando González
Hace solamente unos días, Herman Cain estaba navegando a favor de la corriente. Sin haber visitado Iowa, estaba al frente de las encuestas y creando nuevas reglas para la campaña. Reglas que decían que no es el dinero, no es el apoyo del partido sino el carácter del candidato como lo perciben los votantes lo que gana elecciones presidenciales. Hasta la prensa estaba impresionada.
Ahora la campaña se está desintegrando. Su sentido del humor ha desaparecido y la prensa, predeciblemente, le ha enfilado los cañones mientras sus partidarios contemplan a la oposición disfrutando del espectáculo de Cain acusando a Perry, Perry acusando a Cain y los demás escondiéndose hasta que escampe.
Cain responde con fuerza pero con torpe sorpresa: “¡Esto es una cacería de brujas, un linchamiento de alta tecnología. Alguien esta tratando de destruirme!”. Es hora que Herman despierte. ¡Estas en campaña. Claro que alguien está tratando de destruirte! El general Douglas Macarthur decía: “Las primarias son peor que la guerra. En la guerra peleamos contra el enemigo, en las primarias peleamos contra los amigos”. El objetivo de una campaña es destruir al otro candidato de forma tan civilizada como sea posible. Eso no es nada nuevo. Siempre habrá revelaciones, todo el mundo tiene un pasado. Es como el candidato responde a las revelaciones lo que determina si es un ganador o un perdedor.
Si el equipo de campaña de Herman Cain fuera más experimentado podría haber seguido dos simples reglas:
• Poner todo en la mesa por sí mismos. No esperen a que las revelaciones provengan, gota a gota, de otras fuentes.
• Cuando los hechos hayan sido publicados, admite que hiciste algo mal hecho. Discúlpate. No pasará otra vez. Volvamos ahora a los temas importantes.
El equipo de campaña de Cain, aparentemente, no estaba preparado para afrontar esa ira especial que la izquierda reserva para las minorías que se atreven a poner un pie fuera de la reservación. Regular la negritud de negros conservadores es un derecho divino de los liberales. Durante la primera gran experiencia de esto, la nominación de Clarence Thomas a la Corte Suprema en 1991, la izquierda demócrata y la prensa nacional, que son esencialmente la misma cosa, perdieron todo sentido de civilización: “Yo espero que su esposa le alimente muchos huevos y mantequilla y que él se muera temprano, como muchos hombres negros, del corazón”. Los liberales no expulsaron a la autora de ese deplorable comentario, Julianne Malveaux, de su entorno social. Al contrario, Ms. Malveaux es hoy presidenta de Bennett College.
Algo más a aprender por el equipo de Cain: ¿Dónde están los reverendos Al Sharpton y Jesse Jackson? Estos dos farsantes con una amplia historia de defender a cualquier negro con problemas han brillado por su ausencia. La misma gente que defendió públicamente a O. J. Simpson no ha salido en defensa de un afroamericano exitoso que debe constituir un orgullo y un ejemplo para su comunidad. Pero Al y Jesse ponen al descubierto sus genuinos sentimientos: Herman Cain no es “suficientemente negro”. Para serlo, tendría que doblegarse a los dictados de los que mandan en la plantación: los liberales y sus seguidores incondicionales.
Martín Luther King soñaba con el día en que los hombres fueran juzgados “no por el color de su piel sino por el contenido de su carácter”. La izquierda de hoy ha establecido un principio superior: “Los políticos prominentes serán juzgados por el contenido de su ideología”. No debe sorprendernos entonces que la población afroamericana siga a farsantes como Sharpton y Jackson y nunca hayan oído mencionar a Thomas Sowell, Walter Williams, Shelby Steele y muchos otros intelectuales negros que debieran ser los modelos a seguir por la juventud afroamericana. Pero no es así porque no son juzgados por el contenido de su carácter sino por el contenido de su ideología.
Es imposible predecir el futuro de la aspiración presidencial de Herman Cain, o aun si habrá un futuro. La información indica que cometió errores y, si esto se comprueba, habrá un precio que pagar. Pero no perdamos de vista la motivación de la izquierda en este proceso. Para ellos, Herman Cain es un odioso negro conservador que amenaza el monopolio de la izquierda sobre los afroamericanos. Es además un defensor de la posición provida lo cual lo hace un ente antifeminista. Los políticos prominentes han de ser juzgados por el contenido de su ideología, concluye la izquierda. La validez de una acusación es determinada por la “corrección política” del acusado.
Como dijo un abogado español en una corte cubana en 1871 sobre las acusaciones contra sus estudiantes-clientes: “Triste, lamentable y esencialmente repugnante”.
Ahora la campaña se está desintegrando. Su sentido del humor ha desaparecido y la prensa, predeciblemente, le ha enfilado los cañones mientras sus partidarios contemplan a la oposición disfrutando del espectáculo de Cain acusando a Perry, Perry acusando a Cain y los demás escondiéndose hasta que escampe.
Cain responde con fuerza pero con torpe sorpresa: “¡Esto es una cacería de brujas, un linchamiento de alta tecnología. Alguien esta tratando de destruirme!”. Es hora que Herman despierte. ¡Estas en campaña. Claro que alguien está tratando de destruirte! El general Douglas Macarthur decía: “Las primarias son peor que la guerra. En la guerra peleamos contra el enemigo, en las primarias peleamos contra los amigos”. El objetivo de una campaña es destruir al otro candidato de forma tan civilizada como sea posible. Eso no es nada nuevo. Siempre habrá revelaciones, todo el mundo tiene un pasado. Es como el candidato responde a las revelaciones lo que determina si es un ganador o un perdedor.
Si el equipo de campaña de Herman Cain fuera más experimentado podría haber seguido dos simples reglas:
• Poner todo en la mesa por sí mismos. No esperen a que las revelaciones provengan, gota a gota, de otras fuentes.
• Cuando los hechos hayan sido publicados, admite que hiciste algo mal hecho. Discúlpate. No pasará otra vez. Volvamos ahora a los temas importantes.
El equipo de campaña de Cain, aparentemente, no estaba preparado para afrontar esa ira especial que la izquierda reserva para las minorías que se atreven a poner un pie fuera de la reservación. Regular la negritud de negros conservadores es un derecho divino de los liberales. Durante la primera gran experiencia de esto, la nominación de Clarence Thomas a la Corte Suprema en 1991, la izquierda demócrata y la prensa nacional, que son esencialmente la misma cosa, perdieron todo sentido de civilización: “Yo espero que su esposa le alimente muchos huevos y mantequilla y que él se muera temprano, como muchos hombres negros, del corazón”. Los liberales no expulsaron a la autora de ese deplorable comentario, Julianne Malveaux, de su entorno social. Al contrario, Ms. Malveaux es hoy presidenta de Bennett College.
Algo más a aprender por el equipo de Cain: ¿Dónde están los reverendos Al Sharpton y Jesse Jackson? Estos dos farsantes con una amplia historia de defender a cualquier negro con problemas han brillado por su ausencia. La misma gente que defendió públicamente a O. J. Simpson no ha salido en defensa de un afroamericano exitoso que debe constituir un orgullo y un ejemplo para su comunidad. Pero Al y Jesse ponen al descubierto sus genuinos sentimientos: Herman Cain no es “suficientemente negro”. Para serlo, tendría que doblegarse a los dictados de los que mandan en la plantación: los liberales y sus seguidores incondicionales.
Martín Luther King soñaba con el día en que los hombres fueran juzgados “no por el color de su piel sino por el contenido de su carácter”. La izquierda de hoy ha establecido un principio superior: “Los políticos prominentes serán juzgados por el contenido de su ideología”. No debe sorprendernos entonces que la población afroamericana siga a farsantes como Sharpton y Jackson y nunca hayan oído mencionar a Thomas Sowell, Walter Williams, Shelby Steele y muchos otros intelectuales negros que debieran ser los modelos a seguir por la juventud afroamericana. Pero no es así porque no son juzgados por el contenido de su carácter sino por el contenido de su ideología.
Es imposible predecir el futuro de la aspiración presidencial de Herman Cain, o aun si habrá un futuro. La información indica que cometió errores y, si esto se comprueba, habrá un precio que pagar. Pero no perdamos de vista la motivación de la izquierda en este proceso. Para ellos, Herman Cain es un odioso negro conservador que amenaza el monopolio de la izquierda sobre los afroamericanos. Es además un defensor de la posición provida lo cual lo hace un ente antifeminista. Los políticos prominentes han de ser juzgados por el contenido de su ideología, concluye la izquierda. La validez de una acusación es determinada por la “corrección política” del acusado.
Como dijo un abogado español en una corte cubana en 1871 sobre las acusaciones contra sus estudiantes-clientes: “Triste, lamentable y esencialmente repugnante”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario