09 noviembre, 2011

LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN


COMENTARIOS PARCOS A ESTA FALACIA:

La teología de la liberación no logró idiotizarlos a todos.

El altar de la parroquia es uno de los tronos más corrompidos y apetecidos.

La iglesia de Jesús no nace del pueblo, nace y sin exclusiones de la sangre preciosa derramada en la santa cruz.

Terminan evangelizando con una metralleta, como parte del bienamado proceso histórico que los herejes no comprenden.

Con Cristo en el corazón y peleando la buena batalla de la fe al estilo de los apóstoles del Redentor ya no hay cautiverio, previo arrepentimiento de todos los pecados.

La explotación del obrero se elimina en primer lugar atravesándole al explotador una cruz de acero por el estómago.

Prostituyendo con sabiduría el glorioso evangelio del Salvador podrían manipular a la iglesia utilizándola como pía arma de guerra revolucionaria, para que por medio de la violencia y las municiones reine el amor del Señor.

El evangelio opta por los pobres de espíritu, el angustiado clamará al Padre por su libertad, el esclavo del vicio se encadenará al Espíritu Santo.

Al proletario le comunican que es un oprimido con el propósito de entusiasmarlo a que sea un fogoso emprendedor y orante, amarrado a las bendiciones del Padre.

Cambiaron a los sacerdotes por pensadores mundanos y a las parroquias por disímiles polvorines.

Existen varias clases de pecadores, y en esta lucha de clases los últimos serán los primeros, si es que aceptan al Señor como Amo y Redentor sin vacilaciones.

Empalando con beatitud al usurero nos acercamos un poco más a la justicia divina.

El socialismo real fabrica charlatanes estruendosos y tiranos que crean para el marginado un nuevo tipo de dependencia o servidumbre.

Utilizan la religión para blanquear el pillaje y las detonaciones, igual que los del otro lado.

Ahorcando a los opresores de vanguardia van diseñando un nuevo tipo de opresión.

Jesús caminará con sus brazos al cielo sobre los cadáveres de negreros y fascistas, no sobre las aguas.

Oremos para que la revolución de la gracia de la Santísima Trinidad trastorne el planeta y que el único vaticano de la lucha sea la Escritura.

Jesucristo es Dios, el Dios único y verdadero y su reino no es de este mundo, y por eso no se rebeló terrenalmente en contra del César.

También uno de los enemigos del explotado es él mismo y su pesimismo con agua bendita.

La teología de la liberación mira a la iglesia a través de la barba de Marx, el profeta sobrehumano de la angustia.

El cura guerrillero pavimenta con flores el sendero de las bienaventuranzas.

En una forma distinta y agresiva de hacer teología y cuando sea necesario la fe se subordinará a la granada de mano.

El párroco de esta teología es un siervo del comunismo con una sotana perforada por el sentido común.

Es abismante y cruel la brecha entre ricos y pobres, entre un cardenal y un peatón.

No existe una iglesia popular y otra impopular. El rebaño es la suma de los salvados personalmente por el Nazareno.

La teología de la liberación les genera empleos estables a los expertos en explosivos y a los filósofos materialistas talentosos.

La izquierda rabiosa le da gracias a Dios por las brusquedades de esta teología.

Los revolucionarios reflexivos terminan siendo lacayos y prendevelas de las monedas imperialistas.

Se cayó el muro de Berlín y la historia no le dio la razón a tanta grosería rimbombante.

Esta teología es la campeona mundial de una cháchara que fluye como catarata.

El pobre se convertirá en un proletario y la misa en una homilía marxista.

Hombres ricos como José de Arimatea y otros eran amigos de Jesús.

Algunos simpatizantes de esta mala nueva terminan arrodillados delante del FMI.

Toda producción teológica válida nace del evangelio puro y sencillo de Jesús, no de la periferia, monarquías, monasterios o de otros intereses políticos.

Con una esplendorosa demagogia la teología de la liberación corrompe la Escritura para justificar sus tropelías y el avance del ateísmo práctico, sin declararse marxistas.

Si todo lo demás falla, que siempre falla, la violencia se utilizará como último recurso, previo avemaría.

La primera misión profética es no mostrar el verdadero rostro.

Una vez instalada la teología de la liberación en un corazón o ciudad no hay desarrollo y sólo frustraciones hercúleas, mas caminan en paz porque al menos a la miseria le cambiaron el nombre.

El buen cristiano sería el vasallo del marxismo con un disfraz astuto y estético.

Si bien la inmoral distribución de la riqueza consolida la estrechez de millones, el vicio, el paganismo beatificado y la flojera hacen un aporte gigantesco también.

El pueblo ya se liberó de los socialismos reales. Ahora va tras las aberraciones del neoliberalismo y de las presiones imperiales.

La primera actitud del hombre nuevo en Cristo es invitar a todos al arrepentimiento y renunciar a la violencia hasta las últimas consecuencias, orando por sus enemigos y luchando por un mundo mejor como lo hicieron los apóstoles del Verbo encarnado. Los grandes cristianos están dispuestos a morir por el otro, no a matarlo.

La teología de la liberación como descristianizadora es una pedagoga irrefutable.



Mateo 5:44 " Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y persiguen".

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