"Zeitgeist: Moving Forward" detecta lúcidamente el decadente modus operandi del sistema socioeconómico actual y plantea un interesante proyecto para cambiar el paradigma, el cual, sin embargo, muestra una peligrosa tendencia a atribuir cualidades deíficas a la ciencia humana
No hay duda de que el nuevo documental de Zeitgeist mantiene su poder de persuasión y articula de forma lúcida e impostergable los mecanismos viciados que subyacen al sistema socioeconómico actual, el cual se convierte en un ambiente nocivo que modela la sociedad conforme a los principios de explotación sin regeneración que rigen a la economía. Sin ser tan radical como la primera entrega que toca el tema de la manipulación religiosa y las astroteologías en las que se basan las creencias de las grandes religiones, reconocemos la virtud de “Moving Forward” de detectar cómo funciona el sistema actual y cómo se reproduce en la sociedad creando una civilización enfrema que consistentemente está destruyendo el ecosistema. La segunda parte del documental plantea y promueve su movimiento basado en el Proyecto Venus, de Jaques Fresco, una sociedad cientificista que busca abolir el dinero y maximizar los recursos del planeta. Varios de los postulados de este proyecto -aunque es celebrarble que se haga una propuesta puntual para cambiar el paradigma actual-, nos parece, deben de ser analizados con cuidado ya que de otra forma podrían generar dogma y encandilamiento. Primero tocaremos el análisis que hace Zeitgeist del sistem socioeconómico actual y luego discutiremos la propuesta que el Movimiento Zeitgeist hace para crear una nueva civilización.
Una de los puntos más impactantes que hace el documental, es que elementos que corroen a la sociedad son necesarios y hasta buenos para alimentar el sistema económico en el que vivimos: el crimen -movilizando la industria penitenciaria, con prisiones que pertenecen a compañías privadas que cotizan en la bolsa conforme al número de presos que tienen-, la guerra contra las drogas -creando una enorme industria policial, de vigilanci, contribuyendo a la industria penitenciaria y probablemente con el lavado de dinero de los grandes bancos y el control de agencias de inteligencia de este mismo tráfico de algunas sustancias prohibidas- la guerra -dinamizando la industria militar, creando empleo para millones de soldados, fomentando el desarrollo tecnólogico y creando una industria de destrucción para que las grandes corporaciones luego puedan reconstruir infraestructuras (además de permitir a las potencias saquear los recursos de países más pobres- las enfermedades -¿cuántos trabajos se perderían si se cura el cáncer o el sida?… generando un industria multimillonaria farmacéutica que para mantener sus enormes ganancias necesita que sus productos sean deficientes o que generen nuevas enfermedades y que junto con la industria alimenticia se encarga de mantener a los ciudadanos del planeta en un estado susceptible a la enfermedad, supeditados a la inclemente natureleza del mercado.
Todo esto, la guerra, las enfermedades, las drogas, el crimen, engordan el producto doméstico bruto y son considerados bizarrramente como factores de bienestar, ya que significa que la máquina económica sigue produciendo y creciendo, cifras que son vistas como números mágicos del progreso no obstante que su significado real tenga que ver con una sociedad enferma, beligerante y en decadencia, si el producto interno bruto está creciendo todo está viento en popa.
Lo que sucede es que nuestro sistema económico está basado necesariamente en el crecimiento de la economía concibiendo al mundo como un cosa totalmente explotable con recursos infinitos. Para crear este crecimiento perenne se crea un ciclo de consumo que para mantener su ritmo necesita crear productos de mala calidad, desechables, obsoletos y rápidamente substituibles.
Esto nos lleva a una economía disociada de su significado original -el conocimiento de la casa, del ambiente-, ya no un sistema para economizar, para optimizar los recursos y manejarlos de forma eficiente, sino para crear ganancias, no para producir más bienes, sí para generar más dinero, aunque esto generalmente signifique crear gran cantidad de desechos, contaminación y una esclavitud a través de la deuda.
El dinero -que sepamos no es algo per se, sino un símbolo de otra cosa- en este sistema es similar a un bien espiritual (el éter del capitalismo que temía Marx) ya que no tiene un fundamento y un respaldo material, es un bien en sí mismo, por una especie de alquimia efectuada por los grandes teóricos de la economía, desde Adam Smith -quien ve una “mano invisible en el mercado”, casi una deificación del sistema financiero, un destino- hasta los nuevos gurús del marketing y de la publicidad que se encargan en reforzar esa ilusión como quien sigue proyectando hologramas hasta el punto de que nos acostumbramos a verlos como reales, como parte de nosotros. No es baladí que el billete de un dólar, esa efigie masónica, rece “In God We Trust” (En dios confíamos) como si el dinero fuera una manifestación de la deidad o fuera su forma de entregar su providencia, algo arraigado al la ética protestante del capitalismo. El dinero reemplaza a la matriz de la naturaleza (a la Diosa Madre) como dador de abundancia, como definidor del valor de una persona y privanza a la voluntad divina.
Es sintomático que en el voraz sistema actual las personas con daños cerebrales, con menor capacidad de sentir empatía, tienen mejores resultados invirtiendo, como muestra este artículo del Wall Street Journal.
Esta necesidad de manetener el crecimiento a través de un ciclo de consumo también se refleja en el detenimiento de la innovación tecnológica que puede ayudar a resolver algunos de los grandes problemas del mundo, fundamentalmente la desigualdad y la energía limpia. La innovación tecnólogica se rechaza o es puesta en stand-by cuando no contribuye al crecimiento del paradigma económico actual o cuando no contribuye a mantener el status-quo. Esto es tanto tecnología que pueda alterar las creencias influidas por el espacio electrónico de los medios, y hacerl que las personas dejen de comulgar con el paradigma socioeconómico, como tecnología que haga innecesaria la dependencia de las personas a las grandes corporaciones, como por ejemplo la posibilidad de energía gratuita, el sueño de Tesla. En este sentido podemos enteneder porque la energía limpia no es una alternativa víable, porque no es tan buen negocio. O sólo es negocio creando un problema como el que tenemos actualmente con la escasez del petróleo y el cambio climático y luego ofreciendo una solución: la energía limpia (cobrando altos impuestos por el carbón). Como diría Douglas Rushkoff hemos convertido al planeta en una corporación, la vida: Life Inc.
¿Acaso no es increíble qe alguien compre una bolsa de 4 mil dólares que costó 10 dólares hacer en una fábrica en Asia, y que fue hecha por una persona que no ganará 4 mil dólares en un año de trabajo? ¿No suena esto como una especie de demencia?
Si uno lleva esto a la hipérbole, considerando que actualmente el dinero es equivalente a la deuda, podríamos decir que el dinero ha esclavizado al mundo, como si fuera una entidad inmaterial que nos posee y no al revés. Lo que hipotecamos es nuestra forma de vivir, nuestra autonomía. Los músicos de reggae y rastafarís lo han dicho mejor, desde los arbustos quemados, con ecos bíblicos: “Money is the root of all evil”.
El sistema financiero capitalisa evidentemente parte de la base de la desigualdad, de lo que se llama competitividad, pero que en la práctica se traduce en una repartición de los recursos totalmente desequilibrada, gestando a un pequño grupo de personas que controlan los recursos y disfrutan de los beneficios que estos tienen, casi como si fueran otra raza, preparando su evolución hacia otra condición humana. Mientras tanto la mayoría del planeta padece los achaques de la pobreza y la desigualdad, lo que contribuye a un deterioro de la salud física y mental y a generar un clima de estrés y violencia. A lo que se suma la programación mental de que la felicidad se obtiene a través del estado que se logra después de haber obtenido una serie de productos y estereotipos sociales, algo que es implantado a personas que viven en la pobreza y que difícilmente podrán acceder a estos productos o a estos programas sociales para lograr su felicidad, por lo cual evidentemente existe una cuota de insatisfacción y enajenamiento.
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Ahora analizemos la propuesta de Zeitgeist para transformar al mundo y abandonar el paradigma basado en el dinero para activar un sistema basado en los recursos naturales. Esto en principio suena bien, ya que en cierta forma plantea una relación armónica entre la humanidad y el planeta, asumiéndose, en palabras de Jaques Fresco, como ciudadanos del planeta. Antes que manifestemos nuestras procupaciones con la propuesta de Zeitgeist es importante decir que su planteamiento es sin duda mejor y más interesante que el sistema que tenemos actualmente y que su acercamiento es a través de la teoría de sistemas, una concepción holística de interdependencia lo cual actualmente parece un entendimiento inteligente de los procesos que atraviesa el hombre como parte indisociable de la naturaleza y el cosmos. Sin embargo, la propuesta de Zeitgeist embanderada por el Proyecto Venus tiene en su concepión algunos de los mismos dogmas que llevaron a nuestro sistema al funesto estado actual. Principalmente que postula, en la figura de Jaques Fresco, saber la verdad, que existe una verdad absoluta y que la cienica es la forma de conocerla. En la segunda parte del documental vemos una oda a la ciencia y a su poder de conocimiento, a sus efectividad, a su exactitud, a su método para construir el mejor de los sistemas.
Fresco dice que la verdad es lo que existe afuera, sugiriendo que la ciencia alcanza verdades incontrovertibles que son aplicables para todas las personas. Más allá de que esta aseveración es cuestionable, Fresco y en parte el director Peter Joseph, olvidan que vivimos en un mundo con una enorme diversidad de credos, la mayoría de los cuales incluyen a una deidad como eje y creador. En este sentido el proyecto carece de la solidez para integrar está diversidad de creencias y proveer lo que las religios proveen a la psique humana, al menos de que postule a la ciencia como una nueva religión, algo que parece estar haciendo (el lector interesado puede consultar el excelente libro “La religión de la tecnología”, de David Noble). Y lo que viene con deificar un sistema de conocimiento es sin duda el dogma, la dogmatización de la sociedad y la exclusión de aquellos que no se conduzcan conforme a la realidad establecida, algo que evidentemenete puede generar conflictos y hasta guerras.
Fresco y Joseph critican que se les llame utopistas, pero en el sentido de que buscan crear un proyecto totalizante para el que el mundo evidentemente no está listo y no consideran factores emocionales, espirituales y quizás más inmediatos, es plausible llamarles utopistas o idealistas. Ahora bien, no hay nada malo en plantear una utopía -todos en el fondo queremos el paraíso, y ningún espíritu en el fondo se conformará con menos-, sin embargo conseguir esa utopía sin que en el proceso el sistema planteado se autodestruya por sus falencias de origen, es lo que en realidad debemos de procurar. Existen varias razones por las cuales el sistema de Fresco y Zeitgeist podría desmoronarse en otro intento fallido espejeando a los sistema políticos de los cuales se busca liberar.
Algo a considerar es que la hiperoptimización de los recursos y de la sociedad que plantea Zeitgeist, sustentado en la objetividad y en el conocimiento de la verdad científica, puede fácilmente derivar en la hiperoptimización de los seres humanos con tecnología, en una ingeniería humana. ¿Puesto que por qué no utilizar los frutos de la nanotecnología y la eugenética, flamantes manifestaciones del saber humano? ¿Pero quién decidirá que humanos son optimizados? ¿Acaso este estado posthumano que ya se atisba con la vanguardia de la ciencia, será compartido con igualdad? Ya no habrá dinero para que alguien compre su superhumanidad, pero existirán necesariamente científicos e ingenieros sociales más ilustrados, los cuales tendrán que decidir quienes se optimizan. ¿Podrán los sacerdotes de la ciencia resistir la tentación de convertires en deidades por sobre el resto de nosotros? Estas son preguntas que deben de ser atendidas.
Un ejemplo de lo que podría suceder en una sociedad tecnocientífica como la que esboza Zeitgeist, es la película de Alphaville, de Godard, una sociedad totalmente basada en los conocimientos científicos de grandes físicos y matemáticos que han creado inteligencias artificiales que gobiernan la sociedad y que como parte de su administración han abolido las inútiles artes y humanidades, de paso instalando un sistema intolerante y una sociedad apática. La utopia es fácilmenete una distopia. El conociemiento es un juego de poder y su ejercicio requiere antes la evolución de la conciencia y del corazón humano. Parafraseando la frase política “el conociemineto absoluto corrompe absolutamente”, o puede al menos corromper, como le sucedió a Fausto, sino tiene una contraparte humanizadora, algo que llene a la ciencia de espíritu, ¿Serán suficientemente evolucionados los sacerdotes de la ciencia de este movimiento para compartir “la verdad”, las leyes eternas de la naturaleza con el pueblo y coevolucionar en un estado de idílica igualdad?
Jaques Fresco dice en el documental que “el libre albedrío es peligroso” porque nos da la ilusión de que estamos decidiendo y que somos culpables de lo que sucede, cuando en realidad existe una influencia casi maligna del sistema socioeconómico que nos convierte en víctimas. En su proyecto se buscaría crear un “ambiente” que genere el mejor desarrollo de las personas, una esfera que nutra la inteligencia humana y le permita sobrevivir por mucho tiempo más. Todo esto es interesante y hasta brillante pero no podemos dejar a un lado que el establecimiento del sistema parte de la idea de que existe una verdad única objetiva la cual dicta casi por un algoritmo matemático lo que debemos de hacer y que tendrá que lidiar con los nuevos problemas del transhumanismo y la inteligencia artificial. Nos pide una confianza absoluta en la ciencia humana, una ciencia que está limitada a nuestra limitada evolución y a nuestro contexto, el cual inevitablemente forma visiones y versiones parciales del mundo y que actualmente ha sido cooptada por el mismo sistema dominante para reforzar su visión del mundo, demostrando que su “verdad absoluta” puede ser adaptada a los intereses de un grupo. El riesgo es la posibilidad de una tiranía científica. Sin denegar el valor de la ciencia ¿acaso no es posible un proyecto similar que tuviera en cuenta otros sistemas de conocimiento y de relacionarnos con la naturaleza (como el chamanismo, como la sabiduría popular, el arte y la poesía -que en Alphaville transforma la noche en el día- y diversas disciplinas religiosas que sean esencialmente tolerantes) como parte integral y no sólo periférica entre la hegemonía de la tecnociencia? ¿Acaso no es posible transformar la naturaleza y transformarnos más que con la tecnología mecánica y cibernética del dominio de la materia? ¿O es la tecnología y la ciencia como la conocemos la única forma de evolucionar y dejar el traje humano para habitar el traje cósmico?
Por últimos queremos compartir la reflexión del fin del documental de Zeitgeist en el que se muestra una revolución global como buscando suscitar autoproféticamente este evento. Es verdad que actualmente no parece haber otro camino que la ruptura con el sistema dominante y el caos y la desestabilidad que eso significa. En este sentido quizás es importante en los próximos años (pueden ser un par de años o un par de décadas) estar preparados y tranquilos para estos sucesos revolucionarios y hasta posiblemente cataclísmicos. El cambio es inevitable en un mundo de recursos finitos y no debe ser temido, al contrario. Es posible que, como sugiere el documental, la elite en el poder busque de cualquier medio posible maneenerse encumbrado en la cima de la pirámide explotando el planeta y mantener el sistema que le permite esto. Es posible que se use el poder militar, policial y hasta tecnológico (virus, modificación del clima, armas biológicas o hasta psicotrónicas), pero de cualquier forma si logramos concebirnos como parte de un proceso planetario el cambio es bienvenido. Escribió Kafka “En la lucha entre tú y el planeta, escoge al planeta”, está decisión es más fácil cuando se descubre una profunda identidad entre los habitantes del planeta y el planeta que los acoge. La posibilidad de que el paraíso no este como piensan los transhumanistas en la mente humana optimizada o en su viaje a las estrellas como una conciencia digital, sino dentro de la matriz de vida de la Tierra, en su vulva enjoyada por las espirales de ADN y las escaleras luminosas del sol.
Al final de “Zeitgeist: Moving Forward” vemos ominosamente en unas pantalla una serie de protestas mundiales que se replican en distintos lugares del mundo. Es una interesante casualidad que estemos viendo ahora una serie de protestas masivas en Egipto, Túnez, Albania y otro sitios. No podemos más que jugar con la idea de que esto sea el inicio de un fenómeno global.
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