04 noviembre, 2011

Los cinco problemas de diseño de la Eurozona, según Kenneth Rogoff


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Kenneth Rogoff. Foto: archivo

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El ex economista jefe del FMI ha publicado hoy un duro artículo en el Financial Times en el que enumera los cinco principales fallos de diseño de la Eurozona. Además, asegura que la ayuda del FMI no es necesaria y que, a menos de que se le dé mucho poder a la institución, no traerá beneficios.
Rogoff, que actualmente es profesor en Harvard, mantiene que a pesar de que todos los ojos están puestos en Grecia el problema del euro es más profundo: hay al menos cinco fallos clave en el actual diseño de la Eurozona, diseño que califica de "provisional".


1.-El Tratado de Maastricht, que limita los niveles de déficit y deuda de los países miembros, no es suficientemente estricto ni en los niveles que marca ni en las reglas para forzar su cumplimiento.
2.- No hay un mecanismo para que haya transferencias fiscales automáticas que permitan que el riesgo sea compartido, como ocurre en un país con su propia moneda. Si los gobiernos europeos tienen restringido su endeudamiento, debe haber otro mecanismo para compensar el consumo durante las recesiones.
3.-En línea con lo demandado por otros actores del mundo financiero, el famoso economista cree que actualmente no hay un prestamista de último recurso claro para ayudar a las instituciones financieras en los países más débiles. Incluso aunque Italia sea medianamente solvente carece de medios para apoyar a los bancos de su país. Si tuviera la lira, simplemente podrían imprimir dinero si no tuviera más opción, pero ahora mismo no puede forzar al BCE a hacerlo.
4.-La falta de un regulador financiero centralizado para intentar contener las explosiones de deuda privada que se pudieran producir. El economista recuerda que el Tratado de Maastricht simplemente limita la deuda pública, pero que, de hecho, durante las crisis (y ésta no es una excepción) la deuda privada suele transformarse en deuda pública.
5.-Demasiadas decisiones en la Eurozona se deben tomar por unanimidad, lo que añade una capa de disfuncionalidad a por encima de los problemas que ya de por sí tienen los gobiernos de cada país.

Una solución políticamente inviable

Por todo ello, Rogoff asegura que aunque se lleguen a acuerdos para arreglar estos fallos estructurales, se debe llegar a un gran acuerdo político para acabar con los actuales desequilibrios de deuda que se han acumulado.
En este sentido, asegura que cualquier solución va a incluir una gran transferencia del norte hacia el sur, y a cambio el sur va a tener que subordinar su política macroeconómica a los ricos vecinos del norte. Y parece que ambas van a ser políticamente viables de manera sostenible.
Por ello, es difícil ver como un programa de liquidez del FMI va a solucionar los problemas internos de gobernanza europea, a menos que incluyan condiciones muy duras que sean aceptadas.
Rogoff concluye que esta ayuda del FMI podrá ser más útil para evitar el colapso bancario en países solventes. Sin embargo, recuerda que desafortunadamente diferenciar entre problemas de solvencia y liquidez es difícil. Además, el FMI se ha equivocado más veces identificando problemas de solvencia como problemas de liquidez que al revés.
Por ello, hay que averiguar qué puede aportar el FMI a una Eurozona que es muy rica pero políticamente disfuncional.

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