01 noviembre, 2011

Los fraudes genéricos en el frágil sistema financiero mexicano

De la “burbuja” de los tulipanes a la de los bienes raíces, el desfalco ha sido inherente a los mercados financiero y comercial. En México, los casos de Ábaco y Publi XIII son de los más conocidos.

Jorge Lankenau Rocha, ex presidente del Grupo Ábaco.
Jorge Lankenau Rocha, ex presidente del Grupo Ábaco. Foto: Archivo

El principio central de la administración de empresas es la viabilidad de las organizaciones: la posibilidad de que se inserten de la manera más virtuosa posible en el entramado social, generando empleos, riqueza para los dueños e innovación constante en su área de mercado. Una empresa, en principio, se crea para perdurar con objetivos sociales claros que procuran un horizonte beneficioso para todos los que orbitan en el área de influencia de la misma; es decir, hace las cosas lo mejor posible para todos los implicados, aun dentro de la estructura económica capitalista, esencialmente desnivelada en la distribución de los beneficios del valor.

No obstante, desde el periodo del inicio de la consolidación y expansión europea del sistema-mundo capitalista, hacia el siglo XVI, la conformación de una red empresarial estable siempre ha tenido el acecho de aquellos que utilizan sus ventajas con fines aviesos; es decir, la impronta del espíritu corsario en el seno de la vida productiva de las naciones. Además de los integrantes del principio de la mafia (ya tratados en M Semanal núm. 725, septiembre 25 de 2011), existe un conjunto ambiguo de personajes cuyas actividades emergen como enclaves empresariales con todas las de la ley, pero que, con el paso del tiempo, devienen en dinámicas perniciosas para el sistema económico, para el público y, en ocasiones, para aquellos mismos que las echaron a andar. Es el amplio conjunto de las empresas fraudulentas que han poblado con exuberancia al sistema capitalista desde tiempos lejanos.

DE TULIPANES Y COMMODITIES

Viene a la mente la burbuja especulativa fundacional de los numerosos eventos de este tipo que se han sucedido a lo largo de los siglos: la llamada “burbuja de los tulipanes” en la Holanda del siglo XVII, que poseyó todos los elementos de las quiebras financieras especulativas de la actualidad: elevación ficticia del precio de un bien, producto o servicio, hasta llegar a niveles exorbitantes (en este caso, de los bulbos de tulipanes exóticos); transacciones sobre los llamados futuros, es decir, productos aún no existentes, bajo la creencia de que nunca decrecerán los altos rendimientos; euforia desmedida en todas las clases sociales por participar de alguna manera en las transacciones de la burbuja y, finalmente, quebranto económico masivo ante la imposibilidad material para financiar las transacciones asociadas al evento.

En el siglo XX y lo que va del XXI, por factores diversos y con dependencias sectoriales distintas (la industria de la infraestructura al final de los años veinte, el petróleo al inicio de la década de los setenta, las “punto-com” a principios del siglo XXI y los bienes raíces hace unos años), el sistema capitalista ha experimentado crisis económicas y quebrantos en masa bajo la lógica desbocada de este tipo de burbujas. Eventos inherentes a la lógica económica del sistema y no, como solía pensarse, acontecimientos anómalos imputables al voluntarismo de unos cuantos; cualquiera pudo haber sido, puesto que la dinámica porosa del sistema así lo posibilita. Así, por ejemplo, los eruditos de la Administración de Empresas Philip Kotler y John Caslione, en su reciente obra Caótica, establecen que “El mundo ha entrado en una nueva etapa económica que confiere beneficios maravillosos al reducir costos y acelerar la producción y entrega de bienes y servicios, pero también tiene su lado oscuro, uno que eleva sustancialmente los niveles de riesgo e incertidumbre que enfrentan productores y consumidores… que hacen girar al sistema hacia resultados totalmente imprevistos”.

De la misma manera que la empresa individual debe intentar blindarse contra la turbulencia inherente a la dinámica del sistema capitalista mundial, saneando sus finanzas, haciendo una sólida prospectiva y vislumbrando debilidades y fortalezas para las épocas caóticas, las economías nacionales deben poseer instrumentos públicos que permitan la prevención de riesgos y de ataques especulativos al interés económico de un Estado. Esto es, por supuesto, el amplio marco regulatorio al interior de las naciones. Cuando este marco es notablemente defectuoso, no posee mecanismos de prevención y se fusiona con un bajo nivel de cultura cívica y económica entre la población, los infortunios económicos están a la orden del día. Justo la circunstancia en México.

Defraudados por Publi XIII protestaron en la Ciudad de México en agosto de 2006.
Defraudados por Publi XIII protestaron en la Ciudad de México en agosto de 2006. Foto: Rene Soto
DE FRAUDES Y DESFALCOS

Si bien es de reconocerse que en los últimos 15 años nuestro país ha mejorado las estructuras, los candados legales y las rutas de acceso para el usufructo económico, lo cierto es que los fraudes y desfalcos, lo mismo financieros que genéricos, son una amenaza latente. En no pocas ocasiones éstos han sido articulados con la participación de las administraciones gubernamentales que, ya sea por acción u omisión, han posibilitado este tipo de eventos perniciosos. Se recuerda el sonado caso en la década de los noventa del banquero Carlos Cabal Peniche, quien, entre otras cosas, participó con desvíos millonarios para las campañas políticas del partido en ese entonces en el poder. En la misma época, el empresario regiomontano Jorge Lankenau fue perseguido judicialmente por un desfalco millonario a través de su casa de bolsa Ábaco, así como por el quebranto del club de futbol Rayados de Monterrey. En la pasada década impactó en los medios la acción funesta del empresario de origen argentino, Carlos Ahumada, quien se vinculó de manera corrupta con funcionarios del gobierno de la Ciudad de México para obtener, mediante dádivas y arreglos fuera del marco jurídico, contratos millonarios.

Dentro de este amplio espectro de los fraudes y corruptelas empresariales nacionales, dos casos fueron especialmente sensibles para la población, puesto que afectaron directamente al público en general, más que al sistema financiero o al sistema político: los acciones perniciosas de los negocios Neoskin y Publi XIII. Ambas empresas se hicieron de ganancias por medio de la especulación, reflejo de aquella que provocó la reciente crisis del 2008. El marco operativo fue casi metafísico, donde los mitos tuvieron mayor efecto sobre la realidad que viceversa: las expectativas que lograron generar en su público bastaron para despojar a éste de su dinero.

Aunque no falta quien tenga el gusto o fetiche por mujeres“velluditas”, es ya un protocolo establecido en Occidente que las damas son más atractivas al estar bien depiladas. Poco importa si es un gusto estético natural o cultural, lo que sí es claro es que hay un mercado para la depilación; más cuando se asegura que será un tratamiento definitivo que evitará recurrir de por vida al rastrillo o a depilaciones con cera. Lo que ofrecía Neoskin era sin duda un producto con amplia demanda. Tanto que, en noviembre del 2008, al desaparecer la empresa, ésta había defraudado ya a más de 200 mil personas tan sólo en México, porque también operaba en el resto del continente.

Víctimas del fraude de Neoskin protestan a las puertas de Profeco el 25 de noviembre de 2008.
Víctimas del fraude de Neoskin protestan a las puertas de Profeco el 25 de noviembre de 2008. Foto: Victoria Valtierra/ Cuartoscuro
ENGAÑO A VELLUDITAS Y AUTOMOVILISTAS

Tras siete años de operaciones, el cuatro de noviembre del 2008 los clientes se encontraron cerradas las 95 sucursales de Neoskin en la República mexicana, así como vacías sus oficinas corporativas en Monterrey, Nuevo León, dejando inconclusos los tratamientos agendados y pagados por quienes, junto a los empleados de la empresa, no han recibido indemnización alguna. El fraude se extendió a los socios o franquicitarios, quienes tras haber realizado pagos de entre 50 y 100 mil dólares, no repararon que habían establecido contratos por prestación de servicio y no por una franquicia, quedándose con las manos vacías. Guadalupe Garza Martínez aún no responde a las miles de denuncias en su contra, sumado esto a que, por algún motivo, la Procuraduría General de la República (PGR) no ha presentado expedientes a la procuraduría estatal, ni la Interpol muestra alertas para la captura de Garza Martínez, quien huyó a Brasil. A pesar del involucramiento de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) en esta denuncia, a principios de este año seguía operando como Neoskin al menos una sucursal en el estado de Texas, y lo mismo en México, pero bajo el nombre de Novopiel, una empresa de Javier Garza, hermano de Guadalupe, con las mismas máquinas de depilación láser del negocio anterior pero con el nombre de Máxima Laser.

El caso de Publi XIII comparte similitudes con Neoskin en cuanto a la ambiciosa especulación de sus operaciones, pero a José Luis González González, director general y propietario de la empresa, ya el Juez 25 de lo Penal del Distrito Federal le impuso una pena de mil 995 años de prisión, sumada a una multa de 37.6 millones de pesos para pagar a quienes estafó. Publi XIII abrió en 2000 con la premisa de vender autos a precios muy bajos, ya que éstos llevarían publicidad pintada sobre el chasis; para 2003 González dejó de entregar autos ya pagados y se dio a la fuga. En 2004 fue capturado su socio, Allan Nelson Lozada Garay, a quien se condenó a 907 años de prisión. Ese mismo año, la PGR comenzó una investigación formal contra González González que, finalmente, se resolvió en julio de este año con la sentencia más larga jamás impuesta en México.

El capital, como tal, es un concepto fundamentado en contratos y acuerdos basados en una confianza abstracta. Por ello se requiere de una legislación precisa para las operaciones empresariales, y leyes que regulen el flujo de intereses evitando que la ambición module la validez de la ley. La especulación y la ambición en estos casos resultan tan virtuales y desmedidas como la sentencia de casi dos mil años para González González: ¿Será que ahí también opera la “mano invisible” del mercado? Vale la pena ponderar cómo en un país con olas rampantes de crímenes violentos la condena más larga se otorga no por éstos sino por cuestiones de tipo comercial, por más que éstas hayan causado importantes daños patrimoniales a la gente común, mientras que al narcotráfico se le sigue tratando como todo, menos como una actividad financiera. También sería interesante considerar las premisas del fraude y la publicidad engañosa frente al próximo torrente publicitario de las campañas presidenciales.

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