26 noviembre, 2011

Newt Gingrich no es un conservador

por Gene Healy

Gene Healy es Vice Presidente de Cato Institute.
¿De verdad hemos llegado a esto? ¿Newt Gingrich como la alternativa conservadora a Mitt Romney? Eso es lo que gran parte de los analistas políticos han manifestado conforme el ex presidente de la Cámara de Representantes se ha disparado en las encuestas.
No obstante, una mirada a su pasado nos revela que Newt difícilmente es el “anti-Mitt” —él es Mitt Romney con un pasado mucho más dudoso y con un lenguaje corporal más audaz.
Todo perfil de Gingrich dice que es un deslumbrante “hombre de ideas”, un “centro de investigaciones de políticas públicas de una sola persona”. Pareciera que si uno constantemente habla acerca de “grandes ideas”, la gente se convence de que uno de hecho las tiene.


Pero gran parte de las ideas de políticas públicas de Gingrich durante la última década han sido tibiamente convencionales y consistentes con el consenso en Washington acerca de un Estado grande.  
La campaña de Gingrich casi se derrumbó este verano cuando descalificó el plan de reforma de Medicare del Representante Paul Ryan (Partido Republicano, Wisconsin) como “ingeniería social de derecha”. Pero esa metida de pata fue solamente una muestra del irresponsable enfoque que Gingrich tiene acerca de los beneficios estatales.
En 2003, Gingrich promovió con entusiasmo la ley para prescripción de medicinas de George W. Bush, la cual ha agregado alrededor de $17 billones en obligaciones no financiadas a Medicare. “Cada miembro conservador del congreso debería votar a favor de esta ley de Medicare”, señaló Newt.
Y en su libro de 2008, Cambio real (Real Change), respaldó el seguro de salud sea obligatorio.
En un artículo de 2006 para Human Events, Gingrich ofreció a los republicanos en el congreso “11 maneras de decir: ‘No somos Nancy Pelosi’”. El punto número siete proponía una política industrial al estilo Solyndra dedicada a “desarrollar más soluciones de carbón limpio, invirtiendo en una conversión hacia una economía de hidrógeno” y más. No queda claro por qué la ex presidenta del congreso se quejaría.
Tampoco queda claro por qué alguien que quisiera distanciarse de Pelosi se acurrucaría con ella al momento de hacer un llamado para que el gobierno tome acciones con respecto al cambio climático —como Gingrich lo hizo en un comercial de televisión en 2008.
Esa fue una temporada de camaradería bipartidista para Newt. “Kerry y Gingrich abrazando árboles —y (casi) abrazándose”, leía la descripción del Washington Post de un evento sobre el calentamiento global que Gingrich lideró con el senador John Kerry (Partido Demócrata, Massachusetts).
En política exterior, las ideas de Gingrich son un poco menos convencionales, pero sus tambores de guerra difícilmente inspiran confianza. “Necesitamos un diálogo calmado y razonado acerca de la verdadera posibilidad de un segundo Holocausto” le dijo a una audiencia en el American Enterprise Institute en 2007.
En 2009, propuso destruir una base norcoreana de misiles con armas láser. (“¡Enciéndame Sr. Presidente!”, solía decir en los noventa el ex representante demócrata de Ohio, James Traficant).
No se puede negar que Newt es inteligente, pero hay algo de estrafalario en su intelecto. A veces, Gingrich, quien ha escrito más de 150 reseñas de libros en Amazon.com, suena como uno de esos tipos que leyó demasiado durante un largo tiempo en la cárcel.
El amor propio del ex presidente del congreso se volvió innegable con una de las evidencias presentadas por el Comité de Ética del Congreso en un reporte acerca de él. En una nota de 1992 escrita a mano para sí mismo, escribió: “Gingrich —misión primordial, Abogado de la civilización, descifrador de la civilización, Maestro de las reglas de la civilización, suscitador de aquellos que promueven la civilización, …líder (posiblemente) de las fuerzas civilizadoras”. ¡Vaya!
Cuando no está liderando las armadas organizadas de la civilización en una batalla al estilo de Termópilas en contra de “La máquina socialista secular de Obama”, Newt hace trabajo de consultoría.
En 2009, el lobby de etanol le pagó a su empresa $312.000 y en 2006 el ex presidente del congreso obtuvo $300.000 de Freddie Mac, una de las empresas patrocinadas por el Estado que ayudaron a inflar la desastrosa burbuja inmobiliaria.
Ellos buscaban “mi asesoría como historiador”, Gingrich explicó después (tal vez habían quedado impresionados con todas esas reseñas de Amazon.com).
Newt podría ser una mala alternativa para desempeñar el papel del “anti-Romney”, pero si se puede decir algo acerca de él: Sabe cómo jugar el juego de Washington.

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