09 noviembre, 2011

OBAMA Y SU CHIVO EXPIATORIO

Por Charles Krauthammer

¿Qué haría usted si no puede aspirar basado en sus éxitos y con un 9 por ciento de desempleo, una economía estancada y una ruina deficitaria más larga que la angustia de un pobre? ¿Cómo aspirar a la reelección cuando te preguntan si los norteamericanos están mejor que hace cuatro años y no tienes otra alternativa que decir que no?

Juega a la oposición. Declárate el candidato en desventaja. Denuncia los desmanes de Washington como si los electores no supieran que tú has estado a cargo de la tienda por casi cuatro años. Pero sobre todo, encuentra un villano.

El Presidente Obama trató primero de encontrar excusas atribuyendo nuestras deplorables condiciones a la interrupción de suministros procedentes de Japón, a la primavera árabe, a la deuda europea y hasta a varios actos de la naturaleza. Pero no funcionó porque sonaba vacío y defensivo. Le faltaba la agresividad que demanda la izquierda vitriólica que respalda a Obama. De ahí que el presidente surgió con una nueva estrategia: No te quejes, condena. Ataca. Emplaza. Acusa. ¿A quién? Pues a los ricos y a sus protectores republicanos que han destruido a los Estados Unidos.

Según la demagógica novela de Obama, lo que pone en peligro al Medicare es la negativa de los ricos a pagar lo que el presidente llama su justa proporción de la carga tributaria. Si los millonarios no se ponen con la plata las escuelas se derrumbarán porque las ventajas impositivas para las empresas exploradoras de petróleo están causando cesantías entre los maestros. Y las deducciones privilegiadas para las corporaciones están restando fondos a las investigaciones médicas.

Es crudo. Es herético. Pero a la izquierda le encanta. Sin embargo, desde un punto de vista matemático y lógico es ridículo. El aumento de impuestos preferido de Obama—un incremento de entre el 3 y el 4.6 por ciento a millonarios y multimillonarios (irónicamente definidos como individuos que ganan mas de $200,000 anuales)—habría reducido el déficit del año pasado de 1.29 millón de millones a 1.21 millón de millones. Casi un error de ajuste de cifras. La eliminación de las ventajas tributarias a los exploradores de petróleo habría cubierto menos de medio día del gasto federal.

Usted podría eliminar la deducción privilegiada que mas dice molestarle a Obama—la depreciación por los aviones de propulsión de las corporaciones—por un período de mas de 100 años y no podría cubrir siquiera un mes de financiamiento del Medicare. Que, dicho sea de paso, debe su insolvencia al aumento de la esperanza de vida, al costo excesivo de la nueva tecnología y al derroche causado por la medicina defensiva frente al alucinante sistema de mala práctica médica.

Después de tres años, la tan cacareada transformación social prometida por Obama ha traído consigo una economía desastrosa. ¿Qué hacer se pregunta el presidente? Toma el camino de la difamación: los plutócratas están desangrando al país y yo estoy aquí para salvarlos de ellos.

El problema está en que este tipo de demagogia populista va más allá de la falta de honestidad intelectual. Es muy peligrosa. Obama está abriendo una Caja de Pandora. Es muy fácil atizar el resentimiento popular. Es mucho más difícil controlarlo. Especialmente cuando es estimulado por los principales líderes de la nación.

Ejemplo A. El Senado bajo control demócrata aprobó el lunes un proyecto de ley que castiga a China por la manipulación del valor de su moneda. Si el mismo no es frenado por el líder de la Cámara Baja, John Boehner, podría conducir a una guerra comercial, una versión de Ley Smoot-Hawley en el Siglo XXI. Obama lo sabe. Hasta ahora no ha mostrado interés por entrar en una peligrosa guerra arancelaria. Pero él señala el camino. Una vez que empiezas a buscar villanos los pueden encontrar en cualquier parte, particularmente si son convenientemente extranjeros.

Ejemplo B. El senador demócrata Dick Durbin despotrica contra el Bank of America por anunciar un cargo de 5 dólares sobre sus tarjetas de débito. Obama se suma al oprobio con una denuncia contra los bancos y sus cargos escondidos—excepto que este cargo no es escondido. Es perfectamente visible y transparente.

Sin embargo, vemos el espectáculo de un notorio senador demócrata estimulando el acoso de un banco grande y con problemas—después que dos presidentes y dos congresos derrocharon miles de millones de dólares para salvar de la quiebra a bancos en situación precaria. No porque lo merecieran o porque fueran honestos sino porque era necesario. Sin bancos no hay préstamos. Sin préstamos no hay negocios. Y sin negocios no hay empleos.

Ejemplo C. Al tema de la villanía de los ricos que emana de Washington le ha nacido un hijo. Ese hijo se llama Ocupemos Wall Street. Los airados manifestantes que beben el café exclusivo de Starbuck, visten pantalones de Levi y esgrimen costosos teléfonos móviles por un lado denuncian a las corporaciones norteamericanas mientras por el otro idolatran a Steve Jobs, un gigante corporativo varias veces multimillonario. ¡Que soberana contradicción!

Estos indolentes indignados—bajo el peso de préstamos estudiantiles de $50,000 y sus títulos de inglés—han decidido que su desempleo se debe a la maldad de los millonarios sobre cuyos hogares se disponen a marchar en señal de protesta. Todo ello con el aplauso de unos demócratas que sufren de un ataque de envidia ante el movimiento de Tea party y ahora se les hace la boca agua ante la posibilidad de que estos anarquistas antigubernamentales inyecten una precaria energía su causa.

Por desgracia para ellos, el verdadero Tea Party tiene un programa—menos gobierno, menos impuestos, menos regulaciones, menos deuda. ¿Qué es lo que tienen estos protestantes que quieren ocupar Wall Street? Devoremos a los ricos. ¿Y después que hacemos? Bueno todavía no lo hemos decidido.

No existe un plan posterior. Pero no importa. Después de todo, no se trata de programas y políticas. Se trata de buscar un chivo expiatorio. De un gobierno echando la culpa de sus fracasos y problemas a enemigos de clase y convirtiendo el descontento en una rabia rampante contra unas pocas víctimas.

Esta estrategia parece estar funcionando desde el Senado hasta las mismas calles. Obama es demasiado inteligente para no darse cuenta de lo que ha empezado. Pero, mientras que le de una oportunidad de ser reelecto, no le importa un comino.

No hay comentarios.: