La decisión del primer ministro Yorgos Papandreu para que la última palabra sobre el rescate millonario del país quede en manos del pueblo griego ha tomado por sorpresa no sólo a los mercados sino a miembros de su propio partido.
Hace tan sólo una semana, la bolsas recibían con alivio el acuerdo alcanzado para condonar el 50% de la deuda griega y conceder al país un préstamo de US$179.000 millones, a cambio de nuevas medidas de austeridad.
Según el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, el plan de rescate es clave no sólo para salvar a Grecia de una quiebra inminente, sino para evitar una profunda crisis de estabilidad en toda la Eurozona y una reacción en cadena en el sistema financiero global.
Pero el acuerdo también significaría, según algunos, obligar a los griegos a convertirse en chivo expiatorio de la crisis financiera y pagar de por vida una factura que podría serles demasiado elevada para levantar cabeza.
Democracia contra mercados
Una vez más, Atenas es el ejemplo más claro de la crisis política que afecta a muchos países de Europa, donde en tiempos de recesión, el interés de los mercados vive enfrentado a la expresión de la voluntad ciudadana, lo que da lugar a la paradoja de que una consulta democrática de lugar a reacciones de espanto.
El gobierno socialista griego lleva meses metido en una olla presión; lidiando a la vez con brotes de desobediencia civil, protestas violentas y cinco huelgas generales en lo que va de año y con las exigencias del BCE y el FMI.
Con la convocatoria del referendo, el gobierno abandona su papel de mediador y plantea un diálogo directo. Pero la posible respuesta griega genera irritación y nerviosismo, sobre todo en Francia y Alemania, cuyos bancos son dueños de gran parte de la tóxica deuda helena.
Sondeos recientes muestran que el 60% de los griegos están en contra de los planes de recortes, incluso si esto supone deshacerse de parte de la deuda.
Según Gavitt Hewitt, editor de la BBC para Europa, los griegos incluso prefieren ya el caos de una bancarrota que años de privaciones.
En este escenario, no es de extrañar que de Nueva York a Tokyo los mercados hayan reaccionado al anuncio con caídas generalizadas.
El referéndum no sólo decidirá sobre un posible rescate, sino que da a los griegos la posibilidad de dar portazo al euro, lo cual podría iniciar una turbulencia financiera de consecuencias impredecibles.
Consecuencias
El "no" de Grecia supondría su automática bancarrota. El Estado se vería incapaz de seguir pagando pensiones y sueldos a funcionarios y lo más posible es que se viera fuera del euro.
Para la Eurozona, afirman los analistas, podría conllevar el temido efecto contagio, donde el ojo del huracán se trasladaría a otros países con un elevado nivel de deuda pública como Italia o España. La incertidumbre europea también podría poner en peligro los intentos de la UE por conseguir fondos de China.
Pero todas estas predicciones son a corto plazo. A largo plazo lo que se teme es una segunda y más profunda recesión de los mercados internacionales, así como una profundización de la crisis política que vive la Unión Europea.
Referéndum clave
De momento, el referéndum no tiene una fecha concreta, pero todo indica que tendrá lugar en el mes de enero.
Antes de la consulta, el gobierno se someterá a una moción de confianza en el parlamento donde está previsto que salga triunfante el partido de Papandreu, que cuenta con la mayoría de los asientos del hemiciclo.
Por ahora, lo único que se sabe seguro es que en un futuro próximo los mercados de valores estarán sometidos a jornadas volátiles de mucha presión.
Éste será el primer referéndum que Grecia celebre desde 1974, cuando el pueblo decidió abolir la monarquía después de la caída del gobierno de facto.
La diferencia esta vez es que la consulta no sólo definirá el futuro de quienes votan en ella, sino que afectará al conjunto de los países miembros de la Unión Europea.
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