Carlos Rodríguez Braun
El economista de Harvard Dani Rodrik ha acusado a Milton Friedman de tener un "pensamiento mágico", porque enfrentó mercado con Estado: "nos impidió ver la clara realidad de que las economías exitosas son, de hecho, mixtas. Por desgracia, esa ceguera sigue afectando a la economía mundial en el periodo posterior a una crisis financiera que se originó, en gran parte, porque se permitió que los mercados financieros funcionaran libremente".
Pero lo contrario de la libertad es la coacción. Al ser el Estado el monopolista de la coacción legítima su entidad es la opuesta a la de los contratos voluntarios. Mercado y Estado están, en efecto, enfrentados. Decir que las economías son "mixtas", en el sentido de que el Estado no ha usurpado totalmente la propiedad de sus súbditos, es proclamar una obviedad: pero que las economías sean exitosas por esa razón es algo que Rodrik da por supuesto. Y pensar que los mercados financieros funcionan libremente cuando el dinero está controlado y monopolizado por entidades públicas como los bancos centrales no parece acertado.
Sigue Dani Rodrik: "La visión de Friedman subestima en gran medida los requisitos institucionales de los mercados. Simplemente dejemos que el gobierno haga cumplir los derechos de propiedad y los contratos y ¡presto!, los mercados pueden operar su magia".
El argumento de que el mercado es mágico es caro a los intervencionistas porque les permite ridiculizar a los liberales. Lo malo es que los liberales no defienden el mercado por sus resultados mágicos sino, primero, por principios, porque el mercado es una institución de la libertad, y segundo, por sus resultados reales en comparación con el intervencionismo. No tiene nada que ver con la magia. Al contrario, los que presumen de saber organizar la sociedad y la economía estupendamente son los antiliberales.
Sigue el economista de Harvard: "De hecho, el tipo de mercados que necesitan las economías modernas no se crean, regulan, estabilizan y legitiman a sí mismos. Los gobiernos deben invertir en redes de comunicación y transportes; contrarrestar la asimetría de la información, las externalidades, y un poder de negociación desigual; moderar los pánicos financieros y las recesiones; y dar respuesta a las demandas populares de redes de seguridad y prestaciones sociales".
Nadie puede saber de antemano qué tipo de mercados son necesarios. La libertad no necesita suponer que los mercados carecen de defectos –de los que, por cierto, tampoco están exentos los Estados–. Si los gobiernos deben hacer todo lo que plantea Rodrik, no habrá limites a su intervención.
Sigue: "Los mercados son la esencia de la economía de mercado en el mismo sentido que los limones son la base de la limonada. El jugo de limón solo no se puede beber. Para hacer una buena limonada se necesita mezclarlo con agua y azúcar. Por supuesto, si se pone mucha agua en la preparación se arruina la limonada así como mucha intervención gubernamental puede hacer disfuncionales a los mercados. La clave no es descartar el agua y el azúcar, sino agregar las medidas correctas. Friedman puso como ejemplo de una sociedad de libre mercado a Hong Kong, sigue siendo la excepción de la regla de la economía mixta –e incluso ahí el gobierno ha tenido un papel significativo al ofrecer suelo para las viviendas–".
El ejemplo es falaz, porque las combinaciones de agua y azúcar o bien las decide cada ciudadano libremente o bien le son impuestas desde el poder político y legislativo. Parece que a nuestro economista le da lo mismo. Si Hong-Kong es la excepción, convendremos que no ha tenido mal resultado económico. El que el gobierno intervenga en el mercado del suelo no quiere decir que sea la mejor solución, como bien sabemos en España.
Más: "Ahora, la mayoría de los lápices del mundo se producen en China –una economía que es una mezcla peculiar de iniciativa privada empresarial y dirección del Estado–". Mezcla peculiar, pero Rodrik ignora quién la ha decidido, o más bien impuesto. ¿Ha sido acaso la iniciativa privada empresarial?
Aún más: "El gobierno chino ha subsidiado, protegido y estimulado a sus compañías para garantizar una rápida industrialización, alterando así la división global del trabajo a su favor". ¿Cómo sabe que lo que ha sucedido es mejor que lo que podría haber sucedido si los trabajadores y las empresas hubiesen sido libres?
Y aún más: "Dado el éxito económico de China, es difícil negar la contribución de las políticas de industrialización del gobierno". Al contrario, es muy fácil negarlo: basta con pensar en la ausencia de esas políticas de industrialización. ¿No habría habido industria en ese caso?
Por fin: "son los intervencionistas los que han tenido éxito en la historia económica". El éxito requiere competencia. ¿De verdad han "competido" la libertad y la coacción?
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