03 noviembre, 2011

¡Viva el pensamiento único y vivan las herejías!

Crisis de la eurozona

Viena
Irresponsabilidad, órdago... Las reacciones ante el referéndum griego muestran cómo el “Santo Oficio bruselense” se aferra enérgicamente a sus dogmas. Y eso es bueno, escribe el redactor jefe de Die Presse, porque sin dogma no hay herejía, así que serán los hejeres quienes salven Europa.
El anuncio de la convocatoria de un referéndum en Grecia a propósito del plan europeo de rescate ha sorprendido a todo el mundo, y los comentarios que ha suscitado permiten comprender mejor el día a día de quienes crean la opinión de la Unión [Europea]. Sus prácticas recuerdan mucho a las de los grupos religiosos. La comunidad de quienes tienen a Europa como profesión (a quienes se les reprocha ser un Leviatán del funcionariado, pero es injusto, porque no son tan numerosos como para ser considerados como tales), personas razonables que viven en Bruselas y que se consideran “Europa”, celebra una especie de liturgia de la palabra. Los participantes recitan mutuamente oraciones que los periodistas presentes recogen y que quedarán para la posteridad.
Las fórmulas más importantes del rito europeo actualmente en vigor son las siguientes: el primer ministro griego habría intentado un “órdago irresponsable”, un “no de los griegos tendría consecuencias imprevisibles”, los asuntos sobre la mesa serían demasiado complejos como para someterlos a la decisión popular – y eso incluso antes de que las medidas sean puestas en marcha – , pero sobre todo, la variante nacional contemporánea de la democracia parlamentaria no sería apropiada para gestionar correctamente los problemas globales.

Un sofisticado sistema normativo

Como el Santo Oficio romano, los profesionales de Europa han articulado un sofisticado sistema normativo para imponer el respeto de la ortodoxia. De acuerdo con la complejidad del mundo posmoderno, en esta fe europea nada define claramente qué es la apostasía. Únicamente, por ejemplo, si alguien se aferra obstinadamente a la convicción de que los intereses nacionales son un elemento no sólo legítimo sino quizá decisivo de la política europea puede esperar ser excomulgado. Todo lo demás es negociable, marca de la casa de la UE.
Para los creyentes, resulta vital la existencia de una instancia superior para los asuntos dogmáticos. Se cree que cada europeo debería tener su propia idea acerca de si es mejor responder a la desintegración de los Estados de la zona euro con una reducción del número de participantes en la moneda única, o con la puesta en marcha de un gobierno central que, por imposición de manos, sanaría la división entre la economía de los Países Bajos y la de Grecia. Sería casi como si esperásemos que cada fiel que asiste a una misa católica tenga su propia interpretación de la transustanciación. Imposible, por no decir intolerable.

Si existe un pensamiento único, no se reflexiona

Los grandes mendigos europeos son por tanto una bendición y deberíamos pensar en organizar pequeñas persecuciones contra los herejes que osan desafiar el santo credo del Estado central europeo unificado, interpretándose eso como un signo de respeto. Desde tiempos inmemoriales, cuando se plantean las preguntas es cuando surgen las herejías. Quien dice pregunta, se refiere también a dudas, y la duda es el veneno del dogma.
Así que ¿qué pretenden decirnos los comentaristas de la Europa unida cuando afirman con una voz quebrada por la indignación que un rechazo del plan de Bruselas para los griegos tendría “consecuencias imprevisibles”? ¿Insinúan por tanto que las consecuencias de las “medidas” adoptadas hasta ahora eran previsibles? ¿Nos sirven los acontecimientos del año pasado de la más mínima prueba al respecto?
¿Por qué los ciudadanos no tendrían el derecho a pronunciarse respecto a un proyecto que reduce de manera considerable la soberanía de su país? ¿Es su culpa no entender qué pasa o, es sobre todo la de quienes no les explican nada? ¿Y no es cierto que si estos últimos no les explican nada es porque ellos mismos tampoco entienden qué está pasando? Entonces, ¿por qué quienes tampoco entienden nada podrían tomar mejores decisiones que aquellos a los que les ocultan lo que hacen?
Que los guardianes de la fe salten a la palestra es una cosa positiva. Sin dogma no hay herejía y sin herejes, Europa no podrá ser salvada. Cuando únicamente existe un pensamiento único, es que no se reflexiona demasiado. Quien lucha contra el actual Diktat en realidad está defendiendo a Europa.

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