05 noviembre, 2011

Zoilamérica Violada (o la increíble historia de Daniel Ortega, el presidente acusado de violación)

EFE
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, tiene serias acusaciones de violar sistemáticamente a su hijastra, Zoilamerica.

Ximena Torres Cautivo
Santiago (Chile)

"Quien tenga estómago puede leer en Internet el testimonio completo de esta peripecia que parece extraída de una novela del Marqués de Sade". Con esta desafiante frase el siempre provocador Mario Vargas Llosa me llevó a navegar la tarde del domingo por las pestilentes aguas del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, su despreciable Primera Dama.

Supongo que no fui la única que se sintió morbosamente atraída por el tremendo caso de Zoilamérica, la hija adoptiva del actual presidente de Nicaragua y primogénita biológica de Rosario Murillo, la poetisa de axilas champudas, por ética y estética, y afición a la magia negra. Vargas Llosa relata en su artículo, aparecido en la versión dominical del diario español El País y reproducido en varios otros diarios, los detalles de la denuncia presentada por la socióloga hoy de 42 años Zoilamérica Narváez a la justicia de su país, Nicaragua, acusando a su padre adoptivo de abusos deshonestos a partir de sus 11 años y violación sistemática desde que cumplió 15. Fueron en total casi 20 años de acoso y abuso, que la convirtieron un una esclava sexual, con la anuencia de su propia madre y de todo el aparato de seguridad sandinista.

El relato del escritor peruano es también y como él bien dice: "La historia de una violación impune; de un movimiento hecho trizas, el sandinismo, y de la espuria alianza entre su principal dirigente, el ex revolucionario Ortega, y el corrupto ex presidente derechista Arnoldo Alemán (1997-2001), que todavía conspira, pese a la condena de 20 años en 2003 por blanqueo de dinero y saqueo de las arcas del Estado: un botín de 250 millones de dólares (unos 160 millones de euros). La alianza evitó la rendición de cuentas ante la justicia y abrió paso a una suerte de autoritarismo institucional en Nicaragua".

La denuncia de Zoilamérica tiene 10 años de existencia y luego de haber sido rechazada y sobreseída por los tribunales de su país, hace tiempo descansa en el Comité Interamericano de Derechos Humanos, donde parece difícil que tenga un final coherente con la idea que todos tenemos de justicia. "El organismo internacional no parece tener prisa en ventilar un caso diplomáticamente complicado, porque afecta a un gobernante en ejercicio", anota Vargas Llosa. Y la frase tiene la contundencia de una condena, esa que no deberá purgar el pequeño y moreno líder sandinista, porque cuenta con la ayuda de Rosario, su mujer, la mala madre que permitió que Ortega abusara por años de su hija. Dicen que ahí radica el poder sin límites de la Primera Dama. Que sólo bastaría que ella dijera lo que vio y reconociera que Zoilamérica fue abusada, violada y prácticamente raptada durante su niñez, toda su adolescencia y parte de su vida adulta. El sátiro, el sátrapa, que gobierna al segundo país más pobre de nuestro continente, después de Haití, está en manos de Rosario Murillo, la mujer que le entregó su hija a cambio de poder, amor o compromiso ideológico. Y ahora lo tiene agarrado de ahí mismo.

Como periodista que soy, me avergonzó no estar al tanto de este sórdido capítulo protagonizado por el pequeño líder sandinista que liberó a su pueblo del dictador Anastacio Somoza, para ofrecerles una revolución corrupta y la misma pobreza y falta de oportunidades de antes. Es increíble cómo las "revoluciones" de izquierda, como el "progresismo socialista", logran mantener durante mucho tiempo una capa protectora de un supuesto idealismo que dificulta la difusión de sus aspectos más decadentes. Y es evidente también lo mal que se llevan la ideologías marxistas con el auténtico trato igualitario hacia el género femenino. No es raro descubrir hechos y casos donde queda claro que en los contextos comunistas las mujeres son poco más que un trapo -rojo- con el que limpiar el suelo y, claro, satisfacer los apetitos de los líderes del partido o de la revolución.

En la denuncia de Zoilamérica leemos sobre su etapa más adulta: "En este período, más que ningún otro, llegué a creer con mayores fuerzas que mi destino era soportar aquella vida, sus aberraciones. Me preguntaba sobre la certeza de la supuesta estabilidad emocional que le daba y del rol que, según él, yo tenía en la revolución: ser su objeto sexual disponible permanentemente. Ese era, pues, mi aporte a la revolución, según debía interpretar. De esa manera no sólo me interné en el silencio, sino que me obligó a estar sumergida en su descomposición y corrupción desde el poder".

Tiene razón Vargas Llosa cuando dice que se requiere estómago para leer el detallado relato donde Zoilamérica narra su calvario. Dividido en varias partes, tiene títulos elocuentes, como 'De los 11 a los 14: abusos deshonestos', 'De los 15 a los 18 años: Violación continuada', y de párrafos cargados de detalles escabrosos y asquerosos. Reproduzco: "Daniel Ortega Saavedra me violó en el año de 1982. No recuerdo con exactitud el día, pero sí los hechos. Fue en mi cuarto, tirada en la alfombra, donde no sólo me manoseó sino que, con agresividad y bruscos movimientos me dañó, sentí mucho dolor y un frío intenso... Él eyaculó sobre mi cuerpo para no correr riesgos de embarazos, y así continuó haciéndolo durante repetidas veces; mi boca, mis piernas y pechos fueron las zonas donde más acostumbró echar su semen, pese a mi asco y repugnancia. Él ensució mi cuerpo, lo utilizó a como quiso sin importarle lo que yo sintiera o pensara. Lo más importante fue su placer, de mi dolor hizo caso omiso".

Los tramos del relato donde alude a la actitud de su madre son igualmente espeluznantes: "Yo no he logrado entender el porqué ella aparentó una actitud de resignación ante la posesión que sobre mí tenía su compañero de vida. Los intentos de vínculo afectivo con mi madre se vieron frustrados, pues para mí resultó difícil ser usada por Daniel Ortega sistemáticamente en la biblioteca de la casa y en su oficina, y luego compartir tiempo de trabajo o de intercambio materno-filial".

Los que no creen en la denuncia de Zoilamérica la reducen a una pugna entre mujeres por un hombre, pero cuesta entender un eventual "triángulo", cuando el macho del trío tiene 34 años y su seductora amante 11. O la atribuyen a un plan de la CIA para torpedear la revolución. La denunciante, por su parte, no concede entrevistas y trabaja en una ONG que lucha por mujeres, hombres y niños abusados, tiene dos hijos y nunca ha perdonado a la pareja de su mamá, el ex revolucionario con la cara marcada por la viruela, padre de ocho hijos y de la fallida revolución sandinista.

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