Enrique Peña Nieto propone ser el caballo de Troya del PRI. El que obligue a su partido a aceptar las reformas estructurales que hasta ahora ha rechazado. El que ingrese al bastión de cotos construidos y privilegios protegidos con el objetivo de desmantelarlos. El que intenta presentarse como artífice de la modernidad ante una organización que es su antítesis. Así se vende Peña Nieto en estos días, en entrevista tras entrevista, en página tras página de su nuevo libro México, la gran esperanza. El problema es que resulta difícil – si no imposible – creerle ante lo que ha significado y como sigue actuando el PRI hoy.
Peña Nieto comienza diagnosticando el porqué de la parálisis; las razones detrás del rezago; los motivos detrás del letargo de México. Y argumenta que eso se debe a "algunas estructuras económicas y sociales que no se transformaron, lo que permitió que algunas de ellas mantuvieran una gran concentración de poder frente a un sistema político desconcentrado, alcanzando la capacidad para bloquear reformas que consideran contrarias a sus intereses". No nombra esos intereses pero tienen nombre y apellido: Elba Esther Gordillo y el SNTE, Joaquín Gamboa Pascoe y la CTM, Carlos Romero Deschamps y el STPRM, Carlos Slim y Telmex-Telcel, Emilio Azcárraga Jean y Televisa. Todos esos intereses son "criaturas del Estado" concebidas a lo largo de 71 años de priismo. Cómo va Peña Nieto a confrontar esos intereses que lo concibieron e intentan ahora propulsarlo a Los Pinos?
Reconoce que "durante los múltiples gobiernos del PRI también se cometieron errores y abusos inadmisibles que tuvieron serias consecuencias para el país, como las injustificables represiones a los movimientos estudiantiles, las crisis económicas e inaceptables actos de corrupción". Admite que el PRI está consciente de sus errores y abusos. Argumenta que ha aprendido de ellos para no repetirlos. Pero cómo darle el beneficio de la duda, si en el evento en el cual registra su candidatura están presentes aquellos asociados con la corrupción que Peña Nieto denuncia. Arturo Montiel, Humberto Moreira, Emilio Gamboa. Y tantos íconos de la impunidad que el PRI continúa albergando en lugar de distanciarse de ellos.
Peña Nieto propone lograr una "democracia de resultados" mediante la construcción de mayorías estables en el Congreso, una mejor relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, y vínculos más estrechos con la ciudadanía. Pero eso lleva a la pregunta indispensable: ¿Qué le pasó al país en la época en la cual el PRI controlaba la Presidencia y el Congreso? "Así fue y así nos fue" sentencia Gabriel Zaid. Años de una economía politizada y por ello sujeta a los usos y abusos del poder presidencial. Años de inestablidad macroeconómica y malos manejos de las finanzas públicas. Años de crisis y devaluaciones y postergaciones. Años en los cuales la ausencia de pesos y contrapesos derivó en políticas económicas fallidas e irresponsables.
Y en cuanto a estrechar la relación entre el poder y la ciudadanía, Peña Nieto propone "escuchar a la gente" pero elude hablar del incentivo que llevaría a la clase política a hacerlo o pagar las consecuencias: la reelección legislativa. Pero el mexiquense se opone a ella por "razones históricas" sin comprender que el lema "Sufragio Efectivo, No Reelección" se refería a la no reelección de Porfirio Díaz. De hecho, la Constitución de 1917 contenía el principio de reelección, pero el PRI después lo eliminó porque quería el sistema que tenemos ahora. Una democracia disfuncional basada en la rotación de élites impunes. Una democracia descompuesta que el PRI pretende arreglar en aras de que funcione mejor para las intenciones del PRI, no para que rinda cuentas o represente mejor a los ciudadanos.
Peña Nieto lamenta la falta de competencia de México y señala que de acuerdo con cifras del Foro Económico Mundial, México ocupa el lugar 120 de 140 economías. Frente a ello sugiere fortalecer la Ley Federal de Competencia, lo cual es loable. Pero habría que preguntarle ¿si piensa poner a competir a Televisa mediante una tercera cadena de televisión? ¿Si piensa obligar al señor Slim a cumplir con las obligaciones de su concesión antes de darle acceso a la televisión? ¿Si piensa obligar a todos los maestros del país a competir por una plaza? ?Si piensa obligar a los sindicalizados dentro del SNTE, la CFE y el STPRM a cambiar sus estatutos para que no puedan simplemente vender, heredar o intercambiar una plaza por favores sexuales? ¿Si el Estado "intrusivo y regulador" que propone querrá y será capaz de confrontar a los "centros de veto" que el PRI corporativo creó y sigue manteniendo? ¿Si la reactivación del campo entrañará desmantelar la red de clientelas que Procampo tejió y el priismo vinculado a la Confederación Nacional Campesina exige?
Peña Nieto lamenta la situación educativa del país y que México ocupe el lugar 34 de 34 países de la OCDE en las evaluaciones PISA de educación. Y por ello argumenta que se debe "acelerar la transformación del sistema educativo" mediante la profesionalización de los maestros y el sueldo vinculado a desempeño. ¿Pero cómo hacerlo con Elba Esther Gordillo como cómplice política y electoral? La recién anunciada alianza del PRI y el Panal sugiere otro sexenio en el que la educación pública será concebida como una estrategia de pacificación, más que como un vehículo de empoderamiento. Otro sexenio caracterizado por las añejas maneras de relación y las viejas formas de complicidad. Otro sexenio que usa a los maestros para ganar elecciones en vez de educar niños.
Ante esas preguntas, Peña Nieto responde que precisamente porque es del PRI puede reformar al PRI. La lógica parecería ser que se necesita un ladrón para atrapar a otro, o que él será el Nixon mexicano que va a China. Pero hay pocos motivos para creerle – a pesar de sus buenas intenciones – porque hoy el PRI es, por definición, "El Partido del No". El que se opone a las reformas necesarias por los intereses rentistas que protege; el que rechaza la reelección legislativa por la rotación de élites que defiende; el que rehúye la modernización sindical por los "derechos adquiridos" que consagró; el que no quiere tocar a los monopolios porque fue responsable de su construcción.
El PRI y sus bases son los "No´s" porque constituyen la principal oposición a cualquier cambio que entrañaría abrir, privatizar, sacudir, confrontar, airear o remodelar el sistema que los priístas concibieron y del cual viven.
Y quizá Peña Nieto logre convencer a algunos ingenuos o ilusos del estratagema mediante el cual busca entrar al alcázar de privilegios que el PRI ha erigido y desmantelarlo desde adentro. Pero los intereses económicos que el PRI protege son tan poderosos, que el caballo de Troya mexiquense acabará siendo poco más que un producto de su imaginación. El PRI – tal y como lo hicieron los troyanos – dejará que el caballo entre a la ciudad y lo erigirá como un trofeo. Pero no permitirá que de su vientre salga una sola reforma que atente arrebatarle el botín. |
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