06 diciembre, 2011

El contrato social o la Biblia

¿Tiene trascendencia para la vida del país el que la Biblia sea el libro de cabecera de Peña Nieto y de otr@s aspirantes a la Presidencia?

Jesús Ortega Martínez Habrá quien trate de minimizar el penoso acontecimiento del que participó Enrique Peña Nieto en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Algunos de los dirigentes priistas recurrirán a su vieja fórmula: con el ungido, hasta la ignominia. Otros, serviles, desde ese periodismo de peso por línea, tratarán de diluir el percance y buscarán que, por todos los medios, rápidamente se olvide, y quizás lo logren porque, sin duda, los medios de comunicación más poderosos (los impresos y los electrónicos) han cerrado filas para hacer, al ex gobernador del Estado de México, Presidente de la República.

Peña Nieto no pudo recordar algunos de los libros de Carlos Fuentes y de Enrique Krauze. Quizás no sea tan grave la confusión entre el historiador y a la vez director de Letras libres y el novelista autor de Aura, de La región más transparente, de Gringo viejo y de otras obras clásicas de la literatura contemporánea de México.

"A cualquiera le pasa", dijo el ex gobernador mexiquense a manera de justificación. Y, ciertamente, ya hemos visto antes la evidencia de la gran ignorancia de que padecen algunos políticos relevantes de nuestro país.

Sin embargo, lo que más preocupa es que el precandidato presidencial del PRI reconozca de manera inmediata que la Biblia es el libro -no es novela-que más ha contribuido a su desarrollo intelectual y a su formación como político.

¿Tiene trascendencia para la vida del país el que la Biblia sea el libro de cabecera de Peña Nieto y de otr@s aspirantes a la Presidencia de la República? Desde luego que tiene trascendencia y a mi juicio la tiene en sentido negativo.

Entiendo que para una persona que aspira a ser ministro religioso, cualquier texto teológico es, ciertamente, indispensable en su capacitación y formación profesional y moral.

Para todo rabino, el profundo conocimiento de la Torá es fundamental; para los ayatolás el conocimiento completo y hasta memorizado del Corán es indispensable y, de la misma manera, para los obispos católicos o ministros cristianos, la Biblia debe ser el texto imprescindible para su prédica.

Sin embargo, para el jefe de Estado de una república laica, democrática y de Derecho, el estudio de la Biblia (o de otros libros dogmáticos) puede resultar útil e incluso necesario, pero no el sustento primordial y básico de su conocimiento y saber para el ejercicio de su responsabilidad política.

Para Peña Nieto, para López Obrador o para quien resulte candidat@ del PAN, es más recomendable y obligado que conozcan del Contrato social, de Rousseau, de El príncipe de Maquiavelo, de La declaración de los derechos del hombre (de la mujer) y del ciudadano y, si quieren saber algo de caciques y caudillos, es pertinente que se lea Pedro Páramo, Tirano Banderas o La sombra del caudillo.

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