El error de diciembre. 17 años
Pablo Hiriart
“Si tú te vas, yo también me voy”, fue la respuesta del entonces presidente Ernesto Zedillo al recién nombrado secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, que había llegado a la residencia oficial de Los Pinos a renunciar.
Es que si se iba Ortiz, segundo secretario de Hacienda del presidente Zedillo en un par de meses, se caía el gobierno y se hundía el país.
Ortiz no se fue y realizó una labor titánica al frente de Hacienda hasta lograr la recuperación de la economía, pero eso no pudo evitar la derrota del PRI en las elecciones intermedias, y después en las presidenciales de 2000.
¿Todo se debió a que el peso estaba sobrevaluado en 15 por ciento, o en 20?
Desde luego que no. Para corregirlo hubiera bastado con una devaluación de ese tamaño y asunto arreglado.
La devaluación fue del 100 por ciento porque se le fue de las manos al gobierno, estalló la desconfianza y el pánico hizo estragos.
Para tapar ese error original, el gobierno de Ernesto Zedillo incurrió en otros que no fueron menores.
Entre los más importantes se cuentan haber fracturado a una generación brillante de modernizadores, estigmatizar una política que en lo sustancial era correcta, y dañar a las instituciones.
Al desatar la persecución contra el ex presidente Carlos Salinas, Zedillo rompió con un grupo que había dado buenos resultados para el país.
La apertura económica y política en esos seis años de 1988 a 1994, fue obra de esa generación que Zedillo dispersó a pesar de haber pertenecido a ella, brillantemente, como secretario de Educación.
Las privatizaciones, que en su gran mayoría resultaron benéficas, fueron expuestas como un festín de Alí Babá.
Para desterrar a Carlos Salinas de la mente de amplios sectores populares, acabó con el programa social de Solidaridad.
La campaña de desprestigio en su contra logró confundir las reformas de la administración salinista con lo que se hizo mal, con lo que se le inventó para desprestigiarlo, y con la mala actuación de algunos de sus allegados.
Como dijo alguna vez Federico Reyes Heroles: el error de Zedillo fue haber tirado el agua sucia de la bañera con todo y niño.
Entre otros, habría que agregar.
De ellos el más duro fue el desprestigio al que sometió a la institución presidencial. Las filtraciones de testigos aleccionados o pagados decían que en Los Pinos bajaban helicópteros con droga y con dinero proveniente del narco.
Y que el Presidente de la República en persona recogía maletas con dólares en unas callejuelas de Matamoros.
Todas esas mentiras las filtraron a la prensa nacional e internacional.
El daño aún lo sigue pagando el país. ¿El daño de qué?
¿El daño de que Salinas entregara un país con el peso sobrevaluado en 15 o 20 por ciento?
El país paga que a partir de un día como hoy, hace 17 años, todos los actores políticos toman como algo natural patear el pesebre que los cobija.
México ha resistido, pero ya es hora de poner fin a nuestra propia antropofagia.
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