09 diciembre, 2011

El futuro de Gingrich

La rifa del tigre

Carlos Puig


Newt Gingrich.
Newt Gingrich. Foto: AP
Conocí a Newt Gingrich por ahí de 1994, en Washington, cuando yo era corresponsal allá. Él era la estrella del Partido Republicano, la respuesta popular de los conservadores a Bill Clinton, quien, hasta que se le apareció Gingrich, era invencible.


Inteligente, leído, cautivador, el profesor de Historia de Georgia fue un meteoro político: presidente de la Cámara de Representantes y líder indiscutible de la oposición, el segundo hombre más poderoso de Estados Unidos. Nombrado por Time “Hombre del año” en 1995, fue el ideólogo que logró terminar con cuatro décadas de dominación demócrata en la Cámara de Representantes estadunidense. Fue el arquitecto del Contrato por América, ocho promesas concretas que serían implementadas por la mayoría republicana desde el primer día de su mandato. Lo intentaron; algunas de ellas fueron exitosas y otras no, como cuando en un enfrentamiento político con el presidente Clinton el gobierno federal “cerró” por falta de acuerdo en el presupuesto.
Pero a la velocidad que ascendió, descendió. Para 1997 ya había sido advertido por el Comité de Ética de la Cámara por un asunto de impuestos no declarados, y luego le saltó un affaire extramarital que, por cierto, en uno de esos grandes momentos de la política estadunidense, él mantenía al mismo tiempo que era el más furioso instigador en el Congreso para investigar el affaire de Clinton con Mónica Lewinsky. En 1998, después de un año de serios ataques desde su propia bancada y de que, en las elecciones de ese año, los republicanos perdieran escaños, Gingrich renunció a su posición de presidente de la Cámara y también al Congreso. “No puedo presidir a un grupo de caníbales”, dijo.
Años en la consultoría política y como comentarista en varios medios de comunicación lo mantuvieron en un sitio discreto, pero a la vista del público. No es sólo un animal político de considerable habilidad sino también un intelectual conservador: tiene una veintena de libros de historia, de política y algunas novelas históricas. Ahora compite para ser el candidato republicano a la Presidencia, y se ha vuelto el favorito de la semana, como antes lo fueran Michelle Bachmann, Herman Cain, Mitt Romney o Rick Perry. Pero creo que Gingrich durará más. Tiene sustancia, lleva mucho tiempo pensando y exponiendo políticas públicas, tiene dinero y conoce Washington como la palma de su mano. Es de enorme paciencia; sabe que será complicadísimo vencer a Obama, pero Gingrich siempre ve a largo plazo.
Una buena. Si él es el candidato, habrá ideas y debate.

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