En un apartado rincón de Alaska, un enjambre de antenas apunta hacia el cielo, pertenecientes al proyecto HAARP de la Fuerza Aérea norteamericana. Según las fuentes oficiales, se trata de un programa de investigación de la ionosfera;
pero los escépticos denuncian que el proyecto HAARP es una poderosa
arma militar capaz de controlar el clima mundial. ¿Cuál es el verdadero
objetivo de este polémico proyecto?
Internet es un caldo de cultivo óptimo
para tejer especulaciones y formular conjeturas que crecen y se
multiplican hasta llegar a límites desmedidos. En el caso de HAARP, si
bien casi todos los sitios web “conspiranoicos” coinciden en asegurar
que fue concebido como una tecnología de control climático, muchos
autores adornan esta afirmación con teorías de su propia cosecha. Por
ejemplo, en Biblioteca Pléyades se dice que el transmisor del proyecto
HAARP “puede emitir poderosas cargas electromagnéticas hacia la
ionosfera que causan que se caliente y se haga un agujero no menor de 50
km de diámetro”; en Grupo Elron se transcribe un diálogo con L. Ron
Hubbard, fundador de la Cienciología, que mencionó que algunos
científicos “están preocupados porque piensan que pueden llegar a causar
grandes explosiones de vacíos por la física cuántica mal manipulada”.
Por su parte, Argemto denuncia que el HAARP fue el responsable de las
inundaciones de la provincia de Santa Fe (Argentina) en el año 2003, en
tanto que la inefable página Quién conspira llegó a titular uno de sus
apartados dedicados al proyecto HAARP con la rimbombante frase “Guerra
climática con tecnología extraterrestre”.
El hecho es que la situación aislada de
sus instalaciones, la política de no recibir visitantes excepto una o
dos veces al año y la inclusión en la desactualizada página oficial de
HAARP de una rotunda negativa con respecto a las posibilidades de
controlar el clima en su sección de preguntas frecuentes, no ha servido
más que para alimentar las sospechas en sentido contrario.
Las sospechas que rodean al misterioso
proyecto comenzaron a esparcirse en 1995 con la publicación del libro
“Angels don’t play this HAARP” de Nick Begich y Jeane Manning. Entre las
propiedades atribuidas por los autores al proyecto HAARP, además de
dedicarle un gran número de páginas a su supuesta capacidad de controlar
el clima, mencionan su poder para interrumpir las telecomunicaciones en
caso de conflicto bélico, su utilidad para comunicarse con submarinos,
su conversión en el “rayo de la muerte” ideado por el físico Nikola
Tesla y hasta su aplicación como herramienta de control mental de las
masas.
En definitiva, ¿en qué consiste el
proyecto HAARP y cuál es su función? La idea central consiste en la
investigación y estudio de los procesos que tienen lugar en la
ionosfera, mediante el uso de un sistema transmisor de ondas de alta
frecuencia. Aunque la potencia total del transmisor es de unos 4
gigawatts, lo que a primera instancia parece un valor considerable, la
intensidad de la señal al llegar a la ionosfera es decenas de miles de
veces inferior a la radiación electromagnética que llega a la Tierra
desde el Sol, y cientos de veces menor que las radiaciones ultravioleta
presentes en la ionosfera.
No sólo la potencia de transmisión de
HAARP es insuficiente para fines bélicos (y mucho menos para controlar
el clima de alguna manera); sucede que sus antenas no son orientables,
sino que mantienen una posición fija e inamovible, con lo que resultaría
imposible “apuntar” hacia la provincia de Santa Fe en Argentina o hacia
Melilla en el norte de Africa, con el objeto de provocar alteraciones
climáticas. El proyecto HAARP ni siquiera es único en su tipo: existen
instalaciones con fines similares en Noruega y Rusia, que operan
tranquilamente y sin provocar ningún revuelo.
Hasta el momento, el logro más resonante
de HAARP se produjo a fines de 2004, cuando al excitar con sus
emisiones los gases de la ionosfera consiguió producir en el cielo
algunas chispas de intenso color verde durante pocos segundos, mediante
el mismo principio físico por el cual alumbran las luces de neón. El
efecto fue ampliamente publicitado como la creación de una “aurora boreal artificial“, lo que sirvió para seguir alimentando la imaginación de los amantes de las teorías conspirativas.
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