28 diciembre, 2011

Enrique Krauze para latinoamericanos

Análisis & Opinión

Fernando Chávez

Fernando Chávez es economista y docente de la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UAM). Actualmente es coordinador del sitio de divulgación económica El Observatorio Económico de México. Su línea de investigación abarca remesas y migración, política monetaria, banca central, federalismo fiscal y macroeconomía. Desde 1984 se desempeña en el ámbito editorial como autor y coordinador de publicaciones, boletines, revistas y secciones de periódicos.


En octubre pasado salió la primera edición de otro libro del escritor, historiador, ensayista, empresario y editor mexicano Enrique Krauze, hombre de polémicas públicas y pleitos abiertos en la vida cultural y política mexicana. Se trata de “Redentores. Ideas y poder en América Latina”. Incidencias memorables de las vidas singulares de doce personajes latinoamericanos son reveladas y comentadas por este intelectual de reconocidos méritos en la narración histórica, de invariable corte biográfico. La tarea que él se fijó en esta ocasión no es modesta ni sencilla, aunque el desafío resulta casi menor en sí mismo si la ubicamos en la nutrida y exitosa obra escrita por este conspicuo liberal mexicano.
¿Qué contiene el libro? La primera parte es la de los “Cuatro profetas”: José Martí (Martirio e independencia); José Enrique Rodó (La homilía hispanoamericana); José Vasconcelos (El caudillo cultural) y José Carlos Mariátegui (El marxismo indigenista). La segunda parte, tal vez la mejor y muy original, es denominada “Hombre de su siglo”, que sólo incluye a Octavio Paz (El poeta y la Revolución); esta parte pudo haber sido, así como está en este libro, un tema y un personaje para un solo libro y sin focalizarlo como un redentor. La tercera parte se centra en dos “Iconos revolucionarios”, dos gigantes de la cultura política argentina y latinoamericana a la vez: Eva Perón (La madona de los descamisados) y Che Guevara (El santo enfurecido). En la cuarta parte, “La novela y la política”, coloca a dos inobjetables personajes de la gran literatura de nuestro continente en la dudosa condición de redentores: Gabriel García Márquez (La sombra del patriarca) y Mario Vargas Llosa (Parricidios creativos). La quinta parte (Religión y rebelión) se encarga de revisar la trayectoria de dos protagonistas legendarios de izquierdas en la lucha política mexicana contemporánea: Samuel Ruiz (El apóstol de los indios) y el Subcomandante Marcos (Ascenso y caída de un guerrillero). La  última parte, en donde se desaprueba a quien allí se examina (El caudillo posmoderno), incluye al único político biografiado que aún anda vivito y coleando, Hugo Chávez, presidente de Venezuela (La historia como autobiografía).
Esos doce personajes célebres de América Latina son perfilados con esmero artesanal por este historiador muy conocido por sus biografías del poder, de los caudillos culturales y de muchos eminentes de México. Entre esos doce ilustres latinoamericanos, reitero, ubica con desmesura como redentores a tres escritores: Vargas Llosa, García Márquez y Paz, que con aprietos podrán ser percibidos, sentidos y valorados como redentores (término cuya acepción convencional es casi siempre religiosa). El porvenir los recordará con generosidad y justicia por sus laureadas historias personales ligadas fundamentalmente a la literatura, a la poesía, al periodismo, al trabajo editorial. Ni sus palabras cultivadas y luminosas, ni sus hondas convicciones éticas están o estuvieron destinadas a redimir a nadie. Posición política y partidaria ellos las tienen, las tuvieron, qué duda cabe, pero en el centro de sus pasiones humanas han estado y estuvieron las palabras, el pensamiento, la lectura, la controversia intelectual, sin soslayar jamás sus valores morales, sus compromisos políticos y partidarios, así como sus preferencias y afinidades ideológicas.
¿Qué hace y qué lectores busca Krauze con este libro? Una difusión más amplia de los hechos y las ideas políticas de los célebres personajes biografiados, difusión nunca prescindible, dicho sea con vocación latinoamericanista, y sobre todo en los lectores jóvenes que, en particular, tienen un interés especial en la historia, la política, la literatura y el periodismo del continente. No busca sólo lectores expertos en los temas y los personajes de esta obra; aunque tampoco intenta atraer a lectores indiferentes al mundo de las ideas y de los actores del gran poder político. Sus lectores están quizá colocados en un abanico cultural amplio, entusiastas aún con los caminos actuales política actual de América Latina.
Krauze ha sido un autor que jala y divide, es admirado y denostado, es respetado y odiado, es leído y esquivado, pero nunca ignorado. Es ave de tormentas y esto, curiosamente, no le resulta incómodo. Así que su libro tendrá muchos lectores y, por lo tanto, lecturas que quizá sean opuestas e irreconciliables.
Ojalá que los grupos de la élite latinoamericana no se excluyan de la lectura de esta obra, aunque muy probablemente la mayoría de nuestra actual clase política cupular muestra escaso interés en la lectura. En el pasado, sin embargo, ha habido líderes políticos con un manejo pleno y un disfrute excepcional tanto de la palabra escrita como de la palabra hablada, a los que se les puede reivindicar, por lo mismo, como pensadores políticos de gran talla y como oradores estupendos. Prueba inexorable de ello son casi todos los personajes considerados en esta obra.
La faena difusora de ideas, opiniones y personajes notables de la historia y de otros muchos campos del conocimiento ha sido, es y será siempre importantísima, aunque no es raro que esta faena sea impropiamente desdeñada en el mundo intelectual, científico y académico. El libro de Krauze va en una línea difusora y eso es para celebrarlo y agradecerlo.
La memoria histórica de América Latina reclama obras como esta: alimentará la controversia intelectual, prenderá el debate político, convocará a rechazar el olvido y la amnesia, cultivará la curiosidad por un pasado que aún es aleccionador, pues identifica paradojas y, muy importante señalarlo, dejará abiertas muchas preguntas difíciles de responder sin recurrir a los apasionamientos, en especial los de naturaleza política.
Redentores (título sugerido por el mismo Vargas Llosa, por cierto) es una obra desigual y discretamente repetitiva, que le da continuidad y actualidad a trabajos anteriores del mismo Krauze, centrados también en varias figuras del poder político y de la cultura. Quizá para los lectores argentinos poco les podrá aportar los capítulos sobre Eva Perón y sobre el Che Guevara. Tal vez para los lectores peruanos no serán novedosos los capítulos sobre Vargas Llosa y  José Carlos Mariátegui. Mucho se ha escrito en México sobre José Vasconcelos -incluyendo al propio Krauze-, y muchos han leído (¿será cierto?) al “Maestro de América” en este país. Sería una audacia suponer que el texto sobre José  Martí añada algo a un lector cubano de Cuba o de Miami. El material sobre Hugo Chávez es visceral, envuelto en la visión política y personal del autor que tiene un fuerte contenido ideológico, adverso, por supuesto, al dirigente socialista venezolano. Para los lectores colombianos no habrá mucho de nuevo en los trazos biográficos sobre García Márquez, tan leído y querido en toda América Latina. Pero todo lo anterior, subrayo, no hace ni hará prescindible la lectura  de este libro de Krauze. Todo lo contrario. El inicio del siglo XXI latinoamericano requiere de una nueva ojeada global de algunos temas latinoamericanos como la que hace aquí el mismo Krauze. Se vale volver, tantas veces como sea necesario,  a explorar mitos, verdades sagradas, temas vedados, rumores, leyendas, chismes, etcétera, de cualquier personaje, así sea el más querido y venerado respetado en su tiempo. Con tino, en esa línea va esta obra de Enrique Krauze.
Los editores resolvieron buscar lectores de este libro con las opiniones de periodistas anglosajones, seguramente desconocidos para el lector latinoamericano promedio. A tales editores se les borró de su imaginación y de su mala memoria, nombres de plumas y voces muy reconocidas del continente, conocedores eruditos de esos doce magnos personajes que pudieron haber  formulado una opinión propia y enriquecedora de esta obra. ¿Será realmente estratégica esta mercadotecnia que le dio espacio a reseñistas del Financial Times o de The Wall Street Journal? No reivindico el derecho exclusivo a  la reseña publicitaria de este libro sólo para hispanohablantes, pero sí creo que el parecer de intelectuales latinoamericanos pudo haber sido un buen punto de partida alternativo. Estoy lejos de caer en la trampa de un chovinismo latinoamericanista cómodo,  ¿pero es imaginable, por ejemplo, un libro escrito originalmente en inglés sobre, digamos, Tom Paine, Henry David Toureau,  Ernest Hemingway y John Dos Passos, que fuera comentado en solapas y cuarta de forros por una trío o un cuarteto de críticos latinoamericanos de realce, así fueran del mayor rango y de una gran reputación? Me temo que no habrá gran provecho en esta mercadotecnia “malinchista” y desmesurada, pues deja a Krauze bajo cierta sospecha con esos halagadores comentarios de estos periodistas anglosajones, con dudosa comprensión cabal de la historia latinoamericana, con una antigüedad de apenas dos siglos.
El espacio final se dedica a comentar las fuentes consultadas. Cuesta trabajo pensar que un lector medio se meta a revisar las fuentes consultadas para hacer esos doce trazos biográficos. Si el cuerpo central del libro se aleja acertadamente del estilo narrativo académico, que es casi siempre barroco y seco, el lector medio puede prescindir casi totalmente de esta parte final. Pero hay agradecerle al autor el tono a veces coloquial y ameno con que nos remite a los libros, revistas, entrevistas y textos diversas que se consultaron.
Si nadie se baña dos veces en el mismo río, nadie hace dos veces la misma lectura de un libro. Krauze ha sido un autor que jala y divide, es admirado y denostado, es respetado y odiado, es leído y esquivado, pero nunca ignorado. Es ave de tormentas y esto, curiosamente, no le resulta incómodo. Así que su libro tendrá muchos lectores y, por lo tanto, lecturas que quizá sean opuestas e irreconciliables. Son numerosas las controversias que abrirá con su mirada al pasado latinoamericano reciente. En todo caso, su libro convoca con ánimo didáctico a seguir escudriñando en los gloriosos mitos y en las figuras redentoras allí perfiladas.
Tiene un problema crucial esta obra: parece buscar sin disimulo que la izquierda latinoamericana lo lea y lo discuta, tal vez para reconciliarse con ella. Hay en esta obra una temática apetitosa, sugerente y atractiva para las corrientes y tribus que habitan y dan identidad a las izquierdas latinoamericana de nuestros días. Pero la cercanía de Krauze con el poder y los poderosos de la derecha institucional y fáctica siembra la desconfianza de las posiciones y visiones que nacen de la izquierda multicolor. Hay que recalcar, por otra parte, que en esta circunstancia es improbable que, como siempre, la mayoría de la derecha continental, poco o nada interesada en los libros y la cultura, ahora lo busque, lo lea y lo aprecie.
Más allá de los méritos innegables de este trabajo sospecho que habrá una indisposición prejuiciada de la izquierda en su contra. Lamentablemente él se ha ganado a pulso el rechazo visceral, y también razonado, por qué no decirlo, de amplios sectores de la izquierda democrática del continente. Su acometida hacia ésta es inocultable. Una muestra fresca de esto: en 2006 llamó con sarcasmo “Mesías Tropical” a López Obrador para descalificar y herir a un notable actor político mexicano de la lucha democrática actual. También hay que recordar que él vio bien alentar, proteger y defender a uno de sus colaboradores que en su revista Letras Libres lanzó insinuaciones dolosas contra La Jornada (uno de los diarios de la izquierda mexicana), sobre el tema candente de la organización política vasca ETA, conocida en el pasado reciente por sus brutales formas de lucha y protesta; el litigio formal que se generó con esto último da cuenta de la distancia que Krauze todavía mantiene con la izquierda mexicana, cuya gran mayoría  se ha mantenido en el campo de la lucha democrática, legal y pacífica.
Me quedo, de cualquier forma, con una impresión de primera mano: la distancia moral y sicológica entre Krauze y las figuras icónicas de su trabajo es tensa , pero cuidadosa y aceptable (excepto en el caso de Hugo Chávez), sin dejar de tomar una posición crítica y mesurada frente a cada uno de ellos. Hay elogios, pero también existen cuestionamientos y matices. Lo mismo hay reconocimientos de méritos, que recuento de errores de reproches válidos, digámoslo así.
Nunca será posible escribir sobre cualquiera de estas doce personajes latinoamericanos sin levantar ámpula o suscitar ciertos recelos entre moros y cristianos del continente. Pero es justo señalar que en esta obra el discutido Krauze entra con fuerza y dignidad a reivindicar los valores democráticos en la América Latina de hoy. Para mí ese es el punto más importante.

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