15 diciembre, 2011

La detección de la financiación de los atentados de Al Qaeda: ¿cuánto hemos avanzado?

Por Juan Miguel del Cid


Después de los ataques del 11 de septiembre contra Estados Unidos en 2001, funcionarios de alto nivel de su gobierno declararon públicamente que la lucha contra la financiación de Al Qaeda era tan crítica como la captura de los terroristas. Desde entonces la interrupción de la financiación de la organización terrorista se ha presentado como una de las claves del éxito en la lucha contra el terrorismo global ya que de esta forma se limita su capacidad para llevar a cabo atentados. Si bien el seguimiento de los flujos financieros ha demostrado en algunos casos ser un medio eficaz para localizar a los terroristas y desmantelar complots, detectar e interrumpir en su totalidad el dinero que llega a Al Qaeda y a los grupos terroristas afiliados ha sido prácticamente imposible. El desarrollo de un patrón único de la operativa financiera terrorista para cometer atentados tampoco ha resultado válido. Sin embargo, a pesar de las dificultades, es incuestionable la importancia que tiene el control financiero como componente de un proceso mucho más amplio de la lucha contra el terrorismo.



La trama financiera del 11-S
El equipo de investigación de la trama del 11-S realizó un exhaustivo trabajo basado en las extensas investigaciones llevadas a cabo por el gobierno de Estados Unidos. Examinó a fondo las transacciones financieras de la trama, recogidas en los extractos bancarios, y también el amplio trabajo del FBI, materializado en análisis, hojas de cálculo financieras, resúmenes de entrevistas con testigos, tales como cajeros de bancos, operadores de cambio de moneda y otras personas con conocimiento de la operativa financiera de los conspiradores.
Los investigadores también se reunieron con personas clave de otras agencias, como la CIA y la Red de Delitos Financieros (FinCEN), que tenían un conocimiento relevante sobre la financiación del complot, así como con funcionarios policiales de otros países que habían investigado la trama y con testigos relevantes del sector privado. También recibieron regularmente informes sobre los interrogatorios de los participantes en la trama detenidos.
De acuerdo con los resultados de la investigación, el complot tuvo un coste aproximado de 400.000-500.000 dólares, de los cuales alrededor de 300.000 fueron depositados en las cuentas bancarias de los 19 secuestradores localizadas en Estados Unidos. Al Qaeda financió a los secuestradores en los Estados Unidos por tres canales nada excepcionales: (1) transferencias desde el extranjero a los Estados Unidos, (2) transporte físico de dinero en efectivo o cheques de viaje a los Estados Unidos, y (3) acceso a los fondos depositados en entidades financieras del exterior con tarjetas de débito o crédito. Todos los secuestradores utilizaron el sistema bancario de los Estados Unidos para depositar los fondos y realizar sus transacciones. [1]
Los secuestradores y sus facilitadores financieros aprovecharon el anonimato proporcionado por el sistema financiero para mover y depositar su dinero a través de una serie de transacciones que no parecían nada extrañas. Los mecanismos existentes en ese momento para evitar el abuso del sistema financiero no habían sido diseñados para detectar o interrumpir las operaciones del tipo que financiaron el 11-S. Prácticamente todos los recursos financieros para el complot fueron proporcionados por Al Qaeda y no se encontró evidencia de que persona alguna en los Estados Unidos o gobierno extranjero proporcionara una financiación sustancial a los secuestradores.
Aunque mucho se especuló sobre ello, una exhaustiva investigación por parte de diversas agencias gubernamentales y la industria de valores financieros no encontró ninguna evidencia de que persona alguna con conocimiento previo de los ataques del 11-S realizara masivas transacciones con acciones para obtener un beneficio económico.
A través de la información financiera se pudo conocer cómo los secuestradores responsables de los atentados recibieron su dinero, los detalles de su entrenamiento para aprender a pilotar aviones, donde vivían y los individuos que les prestaron apoyo. Su operativa permitió construir un perfil personal y financiero de los diecinueve secuestradores bastante exhaustivo.[2] Lo que sigue es un ejemplo de ello . Los secuestradores tenían edades comprendidas entre los 20 años y mediados los 30, habían nacido en países de Oriente Medio, tenían un uso limitado del idioma inglés, utilizaron principalmente las sucursales bancarias ubicadas en zonas en las que se concentraba la población musulmana, se presentaban en el banco en grupos para abrir cuentas, no querían tratar con el personal femenino del banco y buscaban el trato con el mismo empleado de la sucursal. Las cuentas se abrieron con dinero en efectivo por cantidades promedio de 3.000 a 5.000 dólares en sucursales de grandes bancos, la mayoría de los secuestradores (12) abrió cuentas en el mismo banco, las direcciones utilizadas por lo general no eran permanentes (apartado postal) y cambiaban con frecuencia, no contrataron cuentas de ahorro o cajas de seguridad. Algunas cuentas recibieron transferencias de pequeñas cantidades de Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Alemania, los secuestradores utilizaron frecuentemente la empresa de envíos de dinero Western Union, se produjeron depósitos de dinero y retiros en las cuentas casi inmediatos, las transacciones bancarias no reflejaban los gastos normales como alquileres, servicios públicos, etc.

Evolución de la operativa financiera terrorista
Desde los ataques del 11-S la forma de ejecución de los actos terroristas en occidente ha evolucionado hacia patrones con un menor número de participantes, diversas fuentes de financiación y coste sensiblemente inferior. En los últimos años las células terroristas locales relacionadas o inspiradas por Al Qaeda han recibido financiación de fuentes tradicionales (entidades caritativas, facilitadores financieros) y otros grupos terroristas afines, pero también se han visto obligadas a actuar de modo autónomo y autofinanciar en gran medida sus actividades a través del tráfico de drogas y otras formas de delincuencia común.
El 11-M es un claro ejemplo de cómo financiar un atentado de Al Qaeda con el tráfico de drogas y otros delitos comunes. Diversos miembros de la célula que perpetró los atentados de Madrid en 2004 se dedicaban al tráfico de estupefacientes, falsificación de documentos y otros delitos con fines lucrativos. Esta estructura delictiva fue aprovechada para adquirir los explosivos con los que llevar a cabo los atentados.[3]
Por su parte, la célula terrorista autora del ataque al sistema de transporte de Londres en 2005 se autofinanció. No hay evidencia de fuentes externas de ingresos. Los viajes al extranjero, explosivos, alquiler de vivienda y coche, así como los viajes en el Reino Unido son los elementos principales del coste total del atentado. La investigación reconoce que el grupo obtuvo el dinero por métodos que sería muy difícil vincular con el terrorismo u otras formas graves de criminalidad. Uno de los componentes del grupo parece haber proporcionado la mayor parte de los fondos, después de haber estado trabajando a tiempo completo durante 3 años. Dicha persona tenía una calificación crediticia razonable, diversas cuentas bancarias, tarjetas de crédito y un préstamo personal, aunque se encontraba en mora y en descubierto en sus cuentas bancarias.[4]
Un intento de lo que podría haber sido un grave ataque terrorista fue el protagonizado por Faisal Shahzad, un ciudadano de Estados Unidos de origen pakistaní, que fue detenido en el aeropuerto JFK de Nueva York el 3 de mayo de 2010 acusado de intentar detonar un coche bomba en Times Square. Faisal Shahzad daba la impresión de un hombre tranquilo y familiar, criando a dos hijos pequeños con su esposa en Shelton, Connecticut. Shahzad obtuvo dos títulos de la Universidad de Bridgeport en Connecticut, una Licenciatura en Aplicaciones Informáticas y Sistemas de Información en el año 2000 y una Maestría en Administración de Empresas en 2005. Trabajó como analista financiero para una empresa de marketing en Norwalk, Connecticut, hasta el año 2009. Shahzad compró la casa en la que vivía por 273.000 dólares pero la perdió por una ejecución hipotecaria.
En diciembre de 2009, Shahzad recibió entrenamiento en la fabricación de explosivos en Waziristán, Pakistán, por parte de personas afiliadas a Tehrik-e-Talibán, un grupo de militantes extremistas en Pakistán. El 25 de febrero de 2010, Shahzad recibió aproximadamente 5.000 dólares en dinero en efectivo enviado por una persona vinculada a la organización terrorista Tehrik-e-Taliban. Aproximadamente seis semanas después Shahzad recibió un envío adicional de 7.000 dólares en efectivo. El dinero fue canalizado a través de un operador, Mohammad Younis, quien se encargó de transferirlo entre Pakistán y Estados Unidos de manera ilegal con el sistema hawala. Estos fondos fueron utilizados, sin el conocimiento de Younis, para la preparación del atentado.[5]
El 15 de marzo de 2010, Shahzad compró un rifle en Connecticut. Este fusil fue más tarde encontrado, cargado, en el coche de Shahzad en el día de su detención. En abril de 2010, Shahzad entra en contacto con el vendedor de un Nissan Pathfinder después de ver un anuncio en un sitio web. Posteriormente, el 24 de abril de 2010, Shahzad y el vendedor de la Pathfinder acordaron reunirse en un estacionamiento de un supermercado en Connecticut, donde Shahzad pagó al vendedor 1.300 dólares por el Pathfinder. En abril de 2010, Shahzad compró los componentes para los dispositivos de los explosivos que cargó en el Pathfinder el 1 de mayo de 2010.
Ese mismo día, Shahzad condujo el Pathfinder, cargado con los explosivos, a Manhattan. Estacionó el Pathfinder en Times Square, en las inmediaciones de la calle 45 y Séptima Avenida. Después de estacionar el Pathfinder, Shahzad intentó iniciar el proceso de detonación de los artefactos explosivos sin el resultado esperado. Shahzad entonces abandonó el Pathfinder y regresó a su residencia en Connecticut.
El 3 de mayo de 2010, Shahzad condujo desde Connecticut al aeropuerto JFK en un intento de huir a Dubai. Fue detenido ese mismo día en el aeropuerto JFK Aeropuerto. Tras su detención, Shahzad admitió los hechos. Faisal Shahzad fue finalmente condenado a cadena perpetua por un tribunal federal de Manhattan por su intento de detonar un coche bomba en Times Square en la noche del 1 de mayo de 2010.[6]

Las transacciones financieras como indicadores de alerta
Hay varias formas en que las transacciones financieras podrían proporcionar indicadores de un posible o inminente ataque terrorista a los organismos policiales y de inteligencia.[7] Sin embargo, en muy pocos casos la operativa financiera proporciona un indicador crítico. En la mayoría de ocasiones, la actividad financiera se convertirá en parte de un panorama más amplio y de una pieza a sumar a la comprensión y evaluación general. Hay varios aspectos de las transacciones financieras que deben ser considerados en la detección de un atentado en preparación. Determinados gastos (subsistencia, entrenamiento, compra de explosivos, viajes, comunicaciones) tienen que ser financiados por las personas directamente implicadas en la operación o por sus partidarios. En algunos casos, los pagos por las compras (ya sean materiales o servicios) puede ser un indicador. En otros, la transferencia o la recaudación de dinero para financiar compras y cubrir otros gastos por los terroristas también puede ayudar a revelar los preparativos de ataque.
El dinero puede servir para conectar a los miembros conocidos y desconocidos de una red terrorista. Una de las razones para la comunicación entre los miembros de las redes terroristas es asegurar que haya fondos suficientes para una operación planificada. Monitorizar estas comunicaciones puede proporcionar las piezas que faltan del rompecabezas para conectar los componentes de una red terrorista y permitir tomar las medidas decisivas para prevenir un ataque.
Uno de los patrones recurrentes del terrorismo de Al Qaeda ha sido el uso de organizaciones benéficas para recaudar y mover dinero. Este conocimiento facilita el seguimiento de los flujos financieros de este tipo de organizaciones. La canalización de los fondos hacia un nuevo destino puede ser un indicio de una inminente operación, por lo general en un área donde no se esperaba. Cuando se reconstruye una organización caritativa sospechosa de estar controlada por redes terroristas en un país donde anteriormente no tenían presencia, este puede ser un indicador de que nuevos objetivos son objeto de examen o ya han sido seleccionados. Si las organizaciones de beneficencia ya están presentes, los cambios en los niveles de financiación o un aumento de los fondos en la oficina del país podrían ser una alerta a considerar.
En los últimos años las células terroristas han recibido poco dinero de la cúpula de Al Qaeda, por lo que en muchos casos han recurrido a la pequeña delincuencia y a distintas formas de delincuencia organizada para obtener financiación. Esto supone una ventaja para los investigadores, ya que la actividad criminal deja un rastro que permite obtener una imagen más precisa de la red terrorista. Por otra parte, las actividades delictivas de una célula puede ser parte de la estructura de apoyo financiero para otra célula. Esta división del trabajo puede proporcionar indicadores de la planificación de una operación.
La obligación del sector financiero de conocer al cliente y de informar de cualquier transacción sospechosa relacionada con el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo se ha generalizado en la mayoría de los países. Aunque este mecanismo fue diseñado inicialmente para luchar contra el tráfico de drogas y el blanqueo de capitales, a raíz de los ataques del 11-S se amplió a la lucha contra el terrorismo. La sospecha puede provenir de la persona o personas que participan en la transacción, del hecho de que no haya una base comercial o financiera razonable que justifique la operación o de que el país de origen o destino de los fondos sea considerado de riesgo. La obligación de reportar actividades sospechosas se ha convertido en una norma no sólo para el sector financiero, sino para cada vez un mayor número de actividades y sectores no financieros. Sin embargo, el mecanismo no ha dado los resultados esperados y son pocos los reportes de operaciones sospechosas que han permitido la detección de una actividad terrorista. La dificultad procede del error de considerar que el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo son fenómenos que pueden equipararse. El blanqueo de capitales utiliza dinero procedente de actividades delictivas para limpiar, en general se trata de grandes sumas que una vez recicladas regresan a los delincuentes a través de un largo y complejo proceso. Por el contrario, en la financiación de actividades terrorista el dinero puede tener una procedencia lícita, a menudo, se manejan pequeñas cantidades que siguen una sola dirección (recolección, envío, retiro y rápida utilización). Suele ser común la utilización de organizaciones de beneficencia, correos de efectivo, sistemas informales como el hawala y simples transferencias bancarias.
La mayoría de las transacciones financieras son neutrales en el sentido de producir alarmas. Toman un significado real sólo cuando se llevan a cabo por personas que son consideradas como una amenaza real o potencial, ya sea porque son conocidos o presuntos terroristas o porque tienen fuertes relaciones con los terroristas. Por tanto, resulta fundamental la relación entre la persona o personas y la transacción en lugar de la propia transacción.
A pesar de estas dificultades, es incuestionable la importancia que tiene el control financiero como componente de un proceso mucho más amplio de investigación que también incluirá el análisis de las redes terroristas, los viajes de sus miembros, las comunicaciones y la información proporcionada por los terroristas detenidos.

Conclusiones
Es poco probable que las transacciones financieras constituyan un indicador definitivo de la planificación o inminente ejecución de un atentado terrorista. En la mayoría de ocasiones estos indicadores tendrán que ser combinados con otros métodos de inteligencia como parte de una investigación más exhaustiva. En los últimos años se ha avanzado mucho en el conocimiento y comprensión de las finanzas del terrorismo de Al Qaeda. Sin embargo, es necesario mejorar otros aspectos. La lucha contra el terrorismo requiere la combinación de conocimientos de diferentes campos, especialmente el financiero, para seguir la pista del dinero que conduzca a los terroristas. En este proceso, el análisis de la información es tan importante como la recolección. El análisis de los informes sobre actividades sospechosas debe ser rápido y los resultados compartidos por toda la comunidad de inteligencia de forma oportuna. La información no es un recurso para tener guardado sino para compartir lo más ampliamente posible dentro de los límites de la comunidad de inteligencia que va más allá de las agencias tradicionales y que debería incluir a todos los sujetos obligados en la prevención de la financiación terrorista. No hay que olvidar que los atentados del 11-S podrían haberse evitado si las distintas agencias gubernamentales de los Estados Unidos hubieran compartido la información de la que disponían.

No hay comentarios.: