13 diciembre, 2011

La estrategia fraticida

Si los números no sufren una alteración radical, la candidatura será de Josefina: los ataques contra ella no cambiarán esa percepción, la reforzarán.

Jorge Fernández Menéndez
En medio de los recurrentes errores de Peña Nieto (ahora se equivocó con el monto del salario mínimo) y del discurso místico-religioso-amoroso de López Obrador (que quiere imponer una suerte de sharia por encima de las leyes), en el equipo de Ernesto Cordero están cometiendo errores que pueden marcar el futuro de sus aspiraciones y de su propio partido.


Desde la campaña de Felipe Calderón se generó en su equipo de campaña una suerte de mística, basada en la lealtad y también en la lucha contra el destino. Ganaron una elección interna que a muchos les parecía imposible y luego lo repitieron en la presidencial, contra todos los pronósticos. En su gobierno, el presidente Calderón ha hecho de la lealtad un principio insoslayable, sobre todo a la hora de armar su gabinete y ha respetado y ha hecho respetar esos principios. Se podrá estar o no de acuerdo con el estilo de gobernar del presidente Calderón, pero de lo que no hay dudas es que ese esquema no se puede repetir en el actual proceso de elección de candidato en el panismo.
Y no se puede repetir por varias razones. La primera y la principal es que no se trata de un acto de gobierno y por lo tanto la lealtad adopta diferentes formas, se puede y debe percibir de distinta manera y con otros objetivos. Segundo, que ni el hombre ni las circunstancias son las mismas. La candidatura de Felipe Calderón surgió y se consolidó como una suerte de rebelión ante el foxismo. Paradójicamente, ahora la candidatura de Ernesto Cordero se presenta como la de la continuidad con la actual administración. Y está bien, desde su perspectiva, que lo haga así. Lo que no se puede es calificar como traidores a los que piensan que esa vía no es la mejor dentro de su propio partido. Más aún cuando se está en una lucha interna y entre corrientes que se supone cercanas porque terminan deviniendo ambas, la de Cordero y la de Josefina Vázquez Mota, de los mismos orígenes.
No puedo entender las acusaciones que ha esgrimido el equipo de Ernesto en las últimas semanas, precisamente cuando las encuestas publicadas los primeros de días de diciembre demostraban que seguía, entre los simpatizantes panistas, excesivamente por debajo de Josefina. Esas encuestas tendrían que haber hecho reflexionar al panismo y convencerse de que la marcha interna del proceso de selección de candidato tenía ya un rumbo bastante definido en la figura de Vázquez Mota. Por supuesto que es legítimo tratar de cambiar ese rumbo, pero la línea de endurecer el discurso interno y comenzar a hacer acusaciones (que son un tiro en el propio pie) y que terminan recibiendo respuestas durísimas (no puede ser de otra manera), no resulta sensato.
El equipo de Cordero no puede decir que la mujer que fue elegida diputada en 2000, la que durante años fue secretaria de Desarrollo Social, la que fue, junto con Juan Camilo Mouriño, coordinadora de campaña en 2006, la que luego fue designada secretaria de Educación y más tarde coordinadora de los diputados, resulta que ahora, según ese equipo, no sabe de economía y se le reproche que como coordinadora de los diputados panistas no hayan salido las reformas a la seguridad, cuando es evidente que ello ha ocurrido, como con muchas otras reformas pendientes, porque no ha habido acuerdos entre los partidos. Es como si se responsabilizara a Cordero de no tener la reforma fiscal que el país necesita, a Javier Lozano de no sacar la reforma laboral que impulsó durante todo el sexenio o a Juan José Suárez Coppel de que Pemex no esté abierto a la inversión privada. Seamos serios: el país no ha tenido reformas sustanciales desde 1997.
El delegado panista en Cuajimalpa, Carlos Orvañanos, decidió en este contexto apoyar la candidatura de Vázquez Mota en lugar de la de Cordero. Desde allí no tardaron en surgir las acusaciones de traición. ¿De qué traición se habla?, ¿de analizar y sacar conclusiones sobre las opciones que se le presentan a un político que aspira a un puesto de elección popular dentro de un mismo partido? Tiene todo el derecho del mundo a hacerlo. ¿Todos los seguidores de Vázquez Mota o del propio Creel terminarán siendo considerados traidores? ¿También tendrían que haberlo sido los muchos que hace seis años decidieron no seguir el camino que les había marcado el presidente Fox y apoyaron al precandidato Calderón?
No sé si Ernesto Cordero terminará siendo candidato presidencial por el PAN; si los números no sufren una alteración radical, la candidatura será de Josefina: los ataques fraticidas no cambiarán esa percepción, la reforzarán. Lo que sí sé es que Cordero es un político de talento pero sobre todo un hombre de buena fe, generoso, amigo de sus amigos (me considero uno de ellos). No entiendo qué le pueden hacer ganar, sea o no candidato presidencial, presentando otra imagen.

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