Luego
de que el despiadado tirano libio, Muammar Gadafi, fuera muerto por su
propio pueblo -harto de sus crímenes de lesa humanidad- logró sin
embargo subir a algunos altares políticos latinoamericanos donde algunos
lo veneran como si fuera un héroe.
El curioso universo en el que ahora se lo ha canonizado -post mortem
naturalmente- es pequeño y sumamente patológico. Se trata del conjunto
de “líderes bolivarianos”, que en nuestra región siguen sumisamente a
Fidel Castro y Hugo Chávez, como si fueran verdaderos profetas.
Mientras, con sus acciones, sumen a sus pueblos en un profundo atraso
relativo.
El venezolano Hugo Chávez y el nicaragüense Daniel Ortega se
solidarizaron abierta y reiteradamente con Gadafi todo a lo largo de su
esfuerzo de represión contra un pueblo valiente, que simplemente decía:
“Basta de autoritarismo”. Ambos presidentes expresaron así su deseo de
que Gadafi pudiera someter por la fuerza a su pueblo, una vez más, lo
que felizmente no ocurrió.
Evo Morales, por su parte, aprovechó el día nacional en el que su
país recuerda a los muertos para dedicar y difundir toda suerte de
extrañas loas a la memoria del déspota libio luego de que fuera depuesto
y muerto en acción mientras procuraba escapar, el pasado 20 de octubre
de 2011.
Por esto, el representante del Consejo Nacional de Transición de
Libia, Mansour A. Lafalnasr, seguramente atónito por la reacción de ese
pequeño grupo de líderes latinoamericanos, hizo un llamado a la cordura,
dirigido a Hugo Chávez y Daniel Ortega, específicamente, solicitándoles
que “se reconcilien con su país”.
Sus dichos a un buen noticiero colombiano (NTN-24) merecen ser específicamente reproducidos:
“Venezuela y Nicaragua fueron países que apoyaron a Gadafi en su
guerra contra su propio pueblo. Nosotros le decimos a esos dos países,
cuyos pueblos respetamos….que la realidad está frente a ellos, Gadafi ya
está, su régimen ha terminado…Ya es tiempo que Uds. den vuelta la
página y se reconcilien con sus hermanos libios…”
Layfalnasr, sin embargo, no se quedó simplemente en esos dichos. Agregando:
“El Sr. Chávez va, yo creo, por el mismo camino que Gadafi y veo que
Venezuela va hacia el culto a la personalidad. Hoy el Sr. Chávez está
enfermo y creo que ya es tiempo que repose y espero que se recupere…”
El paso al costado que el nuevo líder libio sugiere, difícilmente se
produzca. Pero Layfalnasr, que tuvo que vivir bajo la furia caprichosa
de Gadafi, sabe bien lo que significa sacudir el yugo de un tirano.
Agregando leña al fuego, Hugo Chávez ha reiterado que su gobierno se
hará cargo de los gastos y honorarios de los profesionales que defienden
en los tribunales franceses a uno de los terroristas más sangrientos
del mundo: Carlos “El Chacal”, como el propio Chávez, también
venezolano. Nada importa que el criminal se haya autodefinido como un
“revolucionario profesional”, ni que haya reconocido ser responsable
directo de la muerte de “unas 1.500 a 2.000 personas… entre las cuales
puede haber habido un par de centenares de civiles inocentes”. Ocurre
que Chávez, que ha apoyado a las FARC colombianas ostensiblemente, cree
que el terrorismo es legítimo. De esta posición a las loas a Gadafi hay
muy poca distancia. Sin embargo, los latinoamericanos no han reaccionado
horrorizados ante los dichos de Chávez sobre Gadafi, o sobre Carlos,
“El Chacal”. Quizás porque en las últimas décadas han sido objeto, y lo
siguen siendo, de la siembra del odio y los resentimientos por parte de
Fidel Castro, Hugo Chávez y sus congéneres.
Venezuela puede tener una clara oportunidad de hacerlo sin tener que
recurrir a la violencia para recuperar la dignidad perdida. Ocurre que
el 7 de octubre del año próximo, sus ciudadanos y ciudadanas concurrirán
a las urnas desde las que podrían liberarse de Chávez.
Para ello la oposición, haciendo gala de responsabilidad, se ha
unificado. Si las elecciones no terminan siendo fraudulentas, la
democracia podrá ser recuperada. Así lo sugieren las encuestas más
recientes. De lo contrario, habrá más días sombríos para el país
caribeño y su pueblo.
Mientras tanto, Daniel Ortega está emulando a su ídolo Muammar
Gadafi. En distintos lugares de Nicaragua los simpatizantes del Partido
Liberal Independiente están saliendo a la calle para protestar contra el
fraude electoral con el que Daniel Ortega se habría hecho reelegir.
Como respuesta, a la manera del dictador libio, Daniel Ortega ha
comenzado a reprimirlos utilizando para ello turbas y grupos de choque
que tiene a sueldo, con la presencia de la Juventud Sandinista. Esto
sucedió en Jinotepe y en Managua. A su vez, en Río Blanco y Matiguás
Ortega desplegó amenazadoramente al ejército de su país, portando armas
largas. Una vez más, las protestas se reprimen con violencia. Pero esto
ya no sucede en Libia, sino en Nicaragua. En paralelo, la Organización
de Estados Americanos está investigando las irregularidades denunciadas,
que incluyen duplicación de votos, obstrucción abierta de la tarea de
los fiscales y entrega selectiva de las cédulas necesarias para poder
votar. Por todo esto el título de esta nota: Gadafi vive en América
Latina.
* Emilio J. Cárdenas es Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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