Peña en su jugo
Ignacio Zavala
Parece que en el PRI tienen en su nueva generación una inmensa cantidad de personajes que combinan maravillosamente el estilo caciquil, prepotente y corrupto de los priistas de antes, con una mezcla de comicidad y de humorismo involuntario que permiten al ciudadano reír a carcajadas.
Puede resultar trágico el candidato Peña Nieto, pero no se puede negar que su espontaneidad hace pasar grandes momentos a todos. Es quizá el único rasgo democrático del priista: nos hace reír a todos. Lo que dice en serio inmediatamente se convierte chiste; cuando se ríe es porque se está hundiendo en sus estupideces. Peña podría poner un negocio en una carpa o pedir un espacio en alguna barra cómica. No hay día que no arranque risotadas en los demás.
El problema es que este señor quiere ser presidente y está postulado por el PRI para lograrlo. Con un lenguaje de hace 30 años, con movimientos robóticos, el candidato priista pretende llamar la atención del electorado que lo daba como gran favorito hasta hace muy poco.
Sabremos hasta las próximas encuestas si los dislates —como él mismo les dice— le han acarreado algún costo en las preferencias. Lo que es muy posible es que una buena parte de la población ya tenga una idea clara de quién y cómo es Peña Nieto. Por lo pronto ya advirtió que este tipo de cosas le van a pasar a menudo.
Los rumores de las incapacidades de Peña para manejarse con un poco de soltura eran eso: rumores. Mientras fue gobernador del Estado de México rara vez salía del guión. Sus eventos eran completamente controlados y cualquier error era inmediatamente minimizado o desaparecido. Ahora no.
Ahora lo importante es ver a este hombre en acción, cómo reacciona, qué tan ágil es su mente, si puede responder de inmediato, si se sabe expresar. Ha resultado un fiasco. Lleva dos semanas en las que cada tres días se mete en algún problema por intentar justificar o por exhibir su ignorancia.
Quizá ya estén algunos priistas quejándose por las bobadas en que incurre el modelito que tienen por candidato. Y es lógico: ni ellos lo conocen. Se les impuso por la vía mediática y en el momento en que quisieron hacer algo, el señor ya era candidato a la Presidencia y ni quién pudiera competirle. Ahora se llaman a sorpresa.
A Peña se le criticó por su falta de reflejos, su incapacidad para improvisar ante la terrible pregunta de los tres libros. Se hundió como si estuviera en arena movediza. Esta semana le dio por el reflejo rápido y contestó que no sabía el precio del kilo de tortilla porque no era “la señora de la casa”.
Total que ni una ni otra. En la lentitud se ahoga en justificaciones y en la rapidez suelta una frase que de no ser porque refleja una visión machista y denigrante del rol de las mujeres —y de los propios hombres— en la casa, sería una verdadera tontería.
A la salida de Moreira de la presidencia del PRI parecía que se habían acabado los disparates, la ligereza como forma de conducta política. Pero resulta que Moreira en realidad era un escudo para mantener oculta la simpleza de su candidato. Resultó más avanzado en los desatinos este Peña en su jugo.
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