Pro-empresa vs. pro-mercado: ¿Cuál es la diferencia?
Muchas personas confunden una orientación “pro-mercado” con una “pro-empresa”. Recientes acontecimientos en el extranjero destacan las marcadas diferencias entre las dos perspectivas. Los intereses empresariales que cabildean ante el gobierno de los EE.UU. son a veces valiosos para la sociedad y otras veces perjudiciales.
Por ejemplo, después de los ataques del 11 de septiembre, la oposición a la Ley Patriota de los EE.UU.—un ataque draconiano contra las libertades civiles a través de una incrementada vigilancia gubernamental y la apropiación de información privada—no ha conseguido muchos adeptos. El intenso miedo generado por esos ataques permitió que la ley fuese aprobada apresuradamente por el Congreso, donde muchos de sus miembros ni siquiera la leyeron antes de su sanción, y desde entonces ha obstaculizado los intentos de derogarla o reducir significativamente sus efectos nocivos.
Actualmente, la industria estadounidense de alta tecnología de la computación en la nube puede ayudar a romper este estancamiento. La computación en la nube permite a los usuarios colocar eficientemente sus datos en manos de una empresa externa para el almacenamiento y la recuperación electrónica. Compañías estadounidenses de computación en la nube, como Microsoft y Google, se están enfrentando a la competencia extranjera que está advirtiendo que el uso de dichas empresas daría al gobierno de los EE.UU. acceso a datos de los usuarios a través de la Ley Patriota.
Curiosamente, el gobierno de los EE.UU. y los portavoces de la industria de la computación en la nube sólo niegan a medias estas acusaciones. Por ejemplo, Politico.com cita a Philip Verveer, el coordinador de los EE.UU. para la Política Internacional de Información y Comunicaciones del Departamento de Estado, diciendo: "Creemos que, en cierta medida [énfasis añadido], se está sacando ventaja de un error de percepción, y nos agradaría aclarar esa percepción errónea”. Del mismo modo, Phil Bond, un cabildero en materia de tecnología señaló: “No escasean las personas que malinterpretaron la ley. Si alguna de estas percepciones erróneas o los problemas reales [énfasis agregado] no [son] abordados, ello hará que las empresas y los gobiernos duden de hacer negocios con empresas estadounidenses de computación en la nube”. Esta declaración del cabildero pone de manifiesto que las empresas estadounidenses de computación en la nube tienen que transitar una línea muy delgada hablando de “percepciones erróneas” para evitar espantar a las empresas extranjeras y enojar al gobierno de los EE.UU., no obstante reconocer que les gustaría resolver los problemas causados por la ley mediante la modificación de al menos algunos aspectos de la misma. Por lo tanto, las empresas estadounidenses de alta tecnología podrían muy bien convertirse en una fuerza potente en la atenuación de algunas de las disposiciones más infames de la Ley Patriota y la liberación del mercado en favor de una verdadera y sólida competencia global en el área de la computación en la nube.
Por otro lado, la presión empresarial sobre el gobierno meramente puede dar como resultado el bienestar corporativo. Las nerviosas instituciones financieras de los EE.UU. con una exposición europea sustancial, irritadas por la renuencia hasta ahora justificada de Alemania de pagar por el rescate de los irresponsables países del sur europeo, presionaron al gobierno de los EE.UU. para que haga algo respecto de la crisis financiera de la eurozona. Siempre dispuestos a preocuparse más por los problemas de otros países que ellos mismos, el gobierno de la superpotencia estadounidense aprovechó con entusiasmo la oportunidad de entrometerse nuevamente en los asuntos de Europa. Para evitar que los bancos de Europa realicen “dumping” con los activos y bonos denominados en dólares, la Reserva Federal ofreció intercambiar dólares por euros con el Banco Central Europeo (BCE) a tasas de interés subsidiadas, facilitando de ese modo a los bancos europeos la obtención de dólares baratos.
Pero las mismas instituciones financieras estadounidenses que cabildearon para que el gobierno de los EE.UU. proporcione dólares a los europeos fueran las que le habían cortado dicha financiación a los bancos europeos porque esos bancos poseían demasiados bonos riesgosos del gobierno europeo. Por supuesto, el BCE fue perfectamente capaz de promulgar la política igualmente estúpida de adquirir bonos de los países derrochadores e imprimir dinero. El BCE no necesitaba la ayuda estadounidense para negarse a responsabilizar a los países por su irresponsabilidad fiscal.
Además, el plan de la eurozona para estos países incluye la ampliación del fondo de rescate del euro, incluyendo una infusión de dinero en efectico del Fondo Monetario Internacional. Los Estados Unidos son un pilar importante de esa institución, y a los contribuyentes estadounidenses se les volverá a pedir que paguen algunas de las cuentas de Europa. ¿No podrían estar satisfechos los europeos con el hecho de que los Estados Unidos pagaron en gran medida la reconstrucción europea tras la Segunda Guerra Mundial y todavía están subsidiando a la seguridad europea 20 años después de la Guerra Fría?
Incluso si los europeos estuviesen satisfechos, el gobierno de los EE.UU. probablemente tendría aún una política pro-empresa de ayudar a sus instituciones financieras con exposición europea. Por lo tanto, el cabildeo pro-mercado para modificar las intrusiones y regulaciones de la Ley Patriota es beneficioso para la sociedad, pero el cabildeo pro-empresa a favor del bienestar corporativo no lo es.
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