05 diciembre, 2011

Y eso que era ganador, disciplinado y güevudo

La historia en breve

Ciro Gómez Leyva

Lo dicho: el proceso de sucesión 2012 se ha movido, sí y sólo sí, en los cauces de la lógica; de Alonso Lujambio a Marcelo Ebrard, del gobernador de Jalisco al senador Beltrones. Era lógico, pues, que el siguiente en salir de cuadro fuera el mal herido presidente del PRI, Humberto Moreira.


El peñanietismo no podía correr el riesgo de mantener a un hombre que había perdido imagen y magnetismo, y cuyo pozo de las desventuras se veía cada vez más oscuro, profundo. Moreira ya no servía. O, en todo caso, su valor en el mercado de la política era menos prometedor que las economías griega e italiana. ¿Para qué sostenerlo, entonces?
La caída de Moreira dibuja la fugacidad del momento actual. Por estos días, hace apenas un año, se registró como candidato único para presidir el tricolor. Nadie se atrevió a parársele enfrente. Era el priista del norte, el paladín que encarnaba cinco características fantásticas para el tiempo que se avecinaba: ganador, operador, disciplinado, joven y güevudo.
Ganó todo: Estado de México, Nayarit, Coahuila y Michoacán. Formó parte del diseño para atemperar y encauzar al senador Beltrones, firmó el capítulo de la alianza con la maestra Elba Esther, en fin.
Pero la desventura lo alcanzó por donde menos se esperaba. Peña Nieto no iba a jugarse la delantera por un asunto tan tortuoso y maloliente como el grosero endeudamiento de los coahuilenses. Los coahuilenses de los Moreira.
Así es esto, incluso con los ganadores, disciplinados y güevudos. El 2012 se está jugando con el librito. Y Peña Nieto no cree en lágrimas.
Es la hora de los lúcidos, no de los tiernos.

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