08 enero, 2012

AMLO traiciona a Marcelo

- De los seis aspirantes, tres pertenecen al establo de López Obrador.
- Sólo uno es de Marcelo y uno más pertenece al grupo de Los Chuchos.

Ricardo Alemán
Además de los montones de basura que proliferan en el Distrito Federal, un vistazo a la ciudad capital la muestra invadida por la propaganda de precandidatos al gobierno del Distrito Federal.
Por eso obliga la pregunta: ¿Qué pelean los partidos en la capital del país? La respuesta también está a la vista; disputan no sólo el Gobierno del DF, sino la segunda fuente de poder y de votos rumbo a la elección presidencial.


Y es que una vez que las llamadas “izquierdas” y los barones del PRI eligieron a sus respectivos candidatos presidenciales, ahora la pelea se trasladó a la segunda posición de poder más importante en disputa durante los comicios federales de julio próximo.
Nos referimos, claro, a la pelea por el Gobierno del Distrito Federal, en donde la lucha también parece que se focalizará entre el PRD y el PRI ya que —igual que ocurre con la elección presidencial— el PAN no sólo no atina a encontrar la fórmula ideal para seleccionar a su candidato a jefe de Gobierno, sino que “la caballada azul” está más flaca que nunca en la capital del país.
Ventaja del PRI
En el PRI, como todos saben, prácticamente está tomada la decisión sobre la candidatura al gobierno capitalino, ya que todas las encuestas colocan como puntera absoluta a Beatriz Paredes, la ex gobernadora, ex presidenta nacional del PRI y legisladora que, a pesar de representar lo más añejo del viejo PRI —o acaso por ello— parece una candidata invencible en la contienda para renovar el gobierno capitalino.
Y salvo una tragedia política, la candidata del PRI y figura a vencer será precisamente la señora Beatriz Paredes, quien de manera inexplicable es vista por una mayoría de capitalinos como la mejor alternativa de gobierno en la capital del país, por encima de los precandidatos del PRD y del PAN. ¿Por qué una figura política, como la señora Paredes, que viene de lo más añejo del PRI, es preferida por encima de los aspirantes de la izquierda y la derecha?
En realidad, en el Distrito Federal el PRI y la señora Beatriz Paredes parecen capitalizar el importante descontento que han producido entre no pocos capitalinos los deficientes y corruptos gobiernos de la llamada izquierda —que gobiernan el DF y la mayoría de sus delegaciones desde 1997— y la debacle político-electoral que vive el PAN en la capital del país. Todo ello, sumado al “efecto Peña Nieto” que también ha beneficiado al partido tricolor en el DF.
Por eso, en el fondo, la pelea por el gobierno del Distrito Federal y por todo lo que significa en cuanto a poder político, poder público y votos, podría focalizarse entre el PRD y las llamadas izquierdas —cuyos grupos de poder parecen dispuestos a todo, y todo es todo—, y el PRI de Peña Nieto, que en la capital del país estará representado por la señora Beatriz Paredes, virtual candidata tricolor a jefa de Gobierno.
La traición.
Pero la otra pelea —acaso la verdadera pelea— se dará entre Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Los Chuchos, cuyos grupos e intereses políticos no son precisamente concurrentes en la capital del país. ¿De qué estamos hablando? Elemental, que a pesar de la cacareada “unidad progresista” que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la segunda candidatura presidencial al hilo, lo cierto es que ninguna de las partes que prometieron unidad —sean los grupos afines a AMLO, sea el grupo de Marcelo Ebrard o el de Los Chuchos—, parecen dispuestas a soltar el jugoso poder que significa el DF.
Todos saben que en la disputa por la candidatura presidencial de las llamadas “izquierdas”, AMLO pactó dejar el camino libre para que Marcelo Ebrard eligiera a su sucesor en el gobierno capitalino. Sin embargo, son muchas las señales que indican otra cosa: que López Obrador no parece dispuesto a dejar el poder capitalino a Marcelo Ebrard, sino que se aferra a ese poder para usarlo para sus fines electorales inmediatos. ¿Y cuáles son las señales que muestran ese interés?
Sólo basta con echarle una mirada a la lista de seis precandidatos de las izquierdas al Gobierno del Distrito Federal, que se inscribieron para la contienda legal para elegir al sucesor de Marcelo Ebrard. ¿Y qué tiene esa lista? Casi nada, que tres de los seis precandidatos inscritos pertenecen al grupo político de Andrés Manuel López Obrador.
Nos referimos a la señora Alejandra Barrales, a su aliado y constructor, Martí Batres y, por si hiciera falta, a Gerardo Fernández Noroña, identificado como el más “lopezobradorista” de los “lopezobradoristas”. ¿Qué significa que, en una disputa de seis, tres de los participantes sean de un solo bando, el de AMLO?
Entre los jefes del PRD y los políticos de la verdadera izquierda, ya se habla de una traición de López Obrador a su entrenado, Marcelo Ebrard, quien habría reaccionado, a manera de advertencia, con el retiro de dos de sus tres cartas en disputa: Benito Mirón y Mario Delgado. En realidad, Marcelo sólo mantiene en la pelea a su plan B, a Miguel Ángel Mancera —una vez que Mario Delgado, su plan A, se desinfló—, quien, si bien se mueve entre el primero y segundo lugares de la contienda, no tiene nada seguro.
Así, mientras que López Obrador metió a tres de sus alfiles a la contienda por la candidatura a jefe de Gobierno —puras finísimas personas, como la señora Barrales y los señores Batres y Noroña—, Marcelo Ebrard sólo mantiene en la pelea al ex procurador Miguel Ángel Marcera, mientras que la carta fuerte de Los Chuchos es Carlos Navarrete, que se encuentra como tercero en la contienda.
Por eso se debe insistir en la pregunta: ¿Por qué AMLO mantiene tres precandidatos en la disputa si pactó con Marcelo que éste elegiría a su sucesor? La lógica y el sentido común indican que si continúa vigente el pacto, en la pelea sólo participarían los punteros y/o punteras de cada grupo; en este caso, la señora Barrales y los señores Mancera y Navarrete. Sin embargo, también es cierto que entre políticos mexicanos, como AMLO, no valen la palabra, el sentido común y menos la lógica; vale —eso sí— el pragmatismo, a secas.
Bajo ese principio, se espera que en un momento dado se produzca la traición y declinen a favor de Alejandra Barrales los señores Batres y Noroña, con lo que le habrán arrebatado la candidatura a Marcelo Ebrard.
Acaso en prevención de ese escenario, de última hora se anunció que también se registraría como precandidato Joel Ortega, acaso el más preparado para ese cargo, pero caído en desgracia luego del escándalo de la tragedia del New’s Divine. Pero la guerra no ha terminado. Al tiempo.

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