La señora Gordillo, al igual que Romero Deschamps, son un par de sanguijuelas.
Francisco Martín Moreno*
Creo,
sin temor a equivocarme, que uno de los principios que debe respetar
todo articulista consiste en redactar sus puntos de vista con la máxima
objetividad y la mejor información posibles. En el caso de Enrique Peña
Nieto, cuando, según mi punto de vista, ha sido necesario criticarlo,
oponiéndome a sus decisiones y conceptos, lo he hecho apegándome a mis
convicciones profesionales. Lo anterior puedo demostrarlo simplemente en
mis entregas pasadas, cuando el priismo, supuestamente liberal, dio un
violento golpe de timón a la derecha al lograr modificar, en la Cámara
de Diputados, el artículo 24 de la Constitución, con lo cual los
militantes priistas retardatarios y repentinamente ultramontanos
intentaron asestar una puñalada feroz al Estado laico mexicano. Los
liberales mexicanos intentaremos, con todos los recursos legales a
nuestro alcance, que la Cámara de Senadores no ratifique lo acordado por
la de Diputados para evitar que se modifique el tercero constitucional
de tal manera que la educación pública pueda ser religiosa, con lo cual
se le daría marcha atrás a conquistas obtenidas a sangre y fuego por
nuestro abuelos y bisabuelos.
En el caso que el día de hoy me
ocupa, grito un señaladísimo ¡bravo! a Peña Nieto por haber cancelado la
alianza con Elba Esther Gordillo, sin duda alguna, una de las más
nefastas enemigas de México. Quien secuestra la educación de un país,
secuestra su futuro, y la señora Gordillo, por lo tanto, tiene
secuestrado, nada menos, que el futuro de la patria. Cuando en su
momento, Calderón aceptó la alianza con un personaje tan siniestro como
la susodicha maestra, entendí que la educación, el origen de la inmensa
mayoría de nuestros males, tampoco evolucionaría en el segundo mandato
encabezado por un panista. Calderón le vendió su alma al diablo y, de
pasada, también la de México desde que se alió con la Gordillo, error
craso que también ya había cometido Peña Nieto hasta que decidió
excluirla, afortunadamente, de su campaña electoral. Es evidente que sus
asesores advirtieron, con todo tino, el hecho de que una alianza con
una pandilla de maestros, supuestos líderes sindicales, le acarrearía al
PRI muchos más perjuicios que beneficios porque dicha líder es uno de
los políticos más execrables de México.
La señora Gordillo, al igual que
Romero Deschamps, son un par de gigantescas sanguijuelas enredadas en el
cuello de la nación, ambas obcecadas en succionarle hasta la última de
nuestras esencias. Cualquier movimiento en contra del sindicato de
maestros, de petroleros o de electricistas, bien se sabe, podría
paralizar al país, por lo que el desmantelamiento inmediato de dichas
organizaciones corruptas y perversas, se debe ejecutar a la brevedad por
el bien de México. Mal haría López Obrador, quien ha denunciado hasta
el cansancio la alianza del PRI con el Panal, de aceptar ahora, en su
campaña presidencial, a la Gordillo una vez excluida de las filas del
tricolor. Si en aras de tratar de afianzar su camino hacia la
Presidencia de la República, López Obrador se desdijera y le abriera las
puertas al Panal, sería más que evidente que el candidato del PRD
seguiría constituyendo el peligro para México que muchos seguimos
temiendo. Pobre de Ernesto Cordero si desea aceptar a la líder vitalicia
de los maestros de nueva cuenta en el PAN, con los resultados que ya
todos conocemos. ¡Pobre Cordero! ¡Pobre México!
Atomizar al sindicato de maestros,
entre otros tantos más, no requiere gran imaginación política. Basta con
modificar la Ley Federal del Trabajo en la que se establece que el
gobierno federal, o sus empresas descentralizadas, retendrán las cuotas
sindicales de los trabajadores al servicio del Estado y las entregarán
al sindicato respectivo. Lo anterior constituye un ataque frontal a la
democracia sindical en el sector público, desde el momento en que los
burócratas carecen del derecho de decidir a qué organización entregarle
su cuota a cambio de representar mejor sus intereses de clase. Bastaría
una reforma legal a dicha ley para que el gobierno y sus empresas
descentralizadas se abstengan de retener las cuotas, concediendo al
trabajador el derecho indiscutible de entregárselas al sindicato de su
preferencia. De esta suerte, surgirían decenas de sindicatos dedicados a
la defensa de los intereses de sus agremiados. ¿Qué esperarán el
Presidente o el Congreso para llevar a cabo esta reforma? El miedo y los
intereses creados vuelven a paralizar a la nación.
Es evidente que Peña Nieto acertó al
expulsar a la Gordillo de su campaña, por lo que está mandando un
mensaje muy claro en el sentido de ejecutar finalmente la reforma
educativa que requiere el país, de la misma manera que un enfermo
terminal demanda la mascarilla de oxígeno. Somos un país de reprobados,
un país en el que más de 50% de los niños abandonan la primaria antes de
llegar al sexto año. Somos un país en el que los maestros no leen y no
se encuentran bien capacitados. Somos un país en el que solamente
obtiene su título profesional 2% de los estudiantes, catástrofe
educativa que provoca una tremenda injusticia social desde que la
educación impacta severamente en el ingreso. Bravo, Peña, bravo,
bravísimo: en este aspecto no puedo estar más de acuerdo con el
tricolor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario