Hace
más de un año, en noviembre de 2010, la Procuraduría General compulsó
copias a la Corte Suprema de Justicia del nuevo material probatorio que
tenía sobre los presuntos vínculos de la ex senadora destituida Piedad
Córdoba con las FARC. No se trata únicamente de los documentos y
correos electrónicos encontrados en los computadores de Raúl Reyes, ni
de los registros digitales que estaban en poder del “Mono Jojoy”,
decomisados durante la Operación Sodoma, ni de las pruebas básicas
invocadas por la Procuraduría al inhabilitar a esa ex senadora. Se trata
de algo más: de intercepciones telefónicas legales realizadas por la
Dirección de Investigación Criminal de la Policía Nacional (DIJIN) de
conversaciones entre la ex parlamentaria y miembros de la organización
terrorista, especialmente con un tal alias “Manolo”, del frente 30 de
las FARC. (Ver El Tiempo, 19 de noviembre de 2010).
La información producida por la DIJIN corrobora obviamente los hechos
tenidos en cuenta por la Procuraduría al firmar la inhabilitación de la
señora Córdoba para ejercer cargos públicos durante 18 años. Por esa
razón, la Procuraduría anunció, el 19 de noviembre de 2010, que abría un
nuevo proceso por Farc-política, y sobre Piedad Córdoba, esta vez
basado en los datos encontrados en centenares de archivos del “Mono
Jojoy”.
La Corte Suprema de Justicia, por su parte, también recibió
documentación acerca de la contribución financiera, o donación, que
Piedad Córdoba habría hecho al señor Ricardo Montenegro, ex candidato a
la Cámara de Representantes para el periodo 2010-2014, donación
perfectamente ilegal pues ésta habría sido efectuada cuando ella era
senadora, violando así la disposición que prohíbe a los funcionarios
públicos hacer donaciones a partidos y a candidatos.
Más grave: las autoridades tienen la prueba de que Piedad Córdoba
pasó información secreta, o como dice El Tiempo, “privilegiada”, a las
FARC para tratar de impedir que las fuerzas del orden pudieran rescatar
al coronel Mendieta, según un mensaje del 14 de septiembre de 2008, de
Iván Márquez, donde éste asegura que Piedad Córdoba, bajo el alias de
“Gaitán”, les envió esa información. “Gaitán envía lo siguiente: que el
Ejército está cerca del coronel Mendietta (sic), por los lados de la
Clínica. Planean sacarlo a la fuerza. Conocen el sitio preciso”, escribe
el jefe terrorista.
El Tiempo decía el 22 de noviembre de 2010 que el expediente que
manejaba la Procuraduría en ese momento tenía “otros apartes explosivos”
que comprometen a la ex senadora y que hablan, sobre todo, de
un “contacto con un magistrado de la Corte Suprema de Justicia sobre el
caso de los capturados en mayo pasado que han sido relacionados
con actividades de la política en el occidente del país” y que
hay todo un “capítulo” sobre “el aparente envío de plata desde
Venezuela”. Es decir de “más de 10 500 correos y chats intervenidos”
enviados y recibidos por dos asesores de Piedad Córdoba, Ricardo
Montenegro y Andrés Vásquez, donde aparecen millones de
dólares enviados a ese grupo desde Venezuela.
¿Por qué un año después de semejantes revelaciones de El Tiempo la
Corte Suprema de Justicia y la Procuraduría General de la Nación guardan
tan estricto silencio sobre esas investigaciones? ¿Quién está frenando
las dos investigaciones sobre Piedad Córdoba? ¿Alguien está intrigando
para que los archivos digitales del “Mono Jojoy” sean declarados
ilegales, como lo fueron los de Raúl Reyes?
Ese chocante silencio contrasta con el ruido estruendoso que está
haciendo el Colectivo de Abogados Alvear Restrepo contra la ex jefe del
DAS, María del Pilar Hurtado, asilada en Panamá desde noviembre de 2010.
Esa oficina ha llegado al colmo del delirio megalomaniaco de amenazar
al mismo Presidente Ricardo Martinelli, y al establecimiento dirigente
panameño, con entablarles una demanda ante la Corte Interamericana de
Derechos Humanos “si no retiran” el asilo otorgado a María del Pilar
Hurtado.
En otras palabras, el tenebroso colectivo, involucrado en tres
expedientes de desfalco contra el Estado colombiano por unas “falsas
victimas”, está cometiendo excesos en el exterior que le costarán caro a
Colombia. Esa opaca oficina, gracias al extraño silencio del presidente
Juan Manuel Santos, se acaba de convertir en emisario y agentes de
presiones indebidas contra Panamá. ¿No tiene Colombia un embajador allá?
¿Bogotá quiere mostrarle los dientes a Panamá? ¿En que terminará esa
aventura?
Parece que en estos días los colombianos tenemos que tragar culebras
enormes. Fuera de tener que soportar al cuestionado juez Garzón como
asesor presidencial, ahora tenemos que aceptar que el Colectivo de
abogados se convierta en el substituto de la canciller Holguín.
¿Qué puede un observador deducir de esto? ¿Se puede excluir el hecho
de que el Colectivo de abogados, por razones misteriosas, que podrían
pasar por Caracas, está frenando con todo lo que puede las
investigaciones sobre Piedad Córdoba y la FARC-política en la
Procuraduría y el la CSJ, al mismo tiempo que, en sentido contrario,
trata de acaparar funciones muy delicadas del sistema diplomático
colombiano para hacer regresar a Colombia, a rajatabla, la ex directora
del DAS para crucificarla en un proceso stalinista sin garantías?
La histeria oficial contra María del Pilar Hurtado, la funcionaria
que cumplió con su deber al indagar, entre otras cosas, sobre las
obscuras andanzas internacionales de Piedad Córdoba, y la abulia
judicial respecto de Piedad Córdoba, hacen parte de una misma operación:
impedir el destape del escándalo de la FARC-política. Es decir, los
amigos de Piedad Córdoba no quieren que ésta sea condenada penalmente
por sus servicios a las FARC e intrigan para que, por el contrario, los
funcionarios del pasado gobierno, que no estaban dispuestos a cerrar
los ojos ante lo que estaba haciendo Piedad Córdoba, sean castigados
mediante grotescos procesos estalinianos. Es lo que el ex presidente
Álvaro Uribe llama, con gran precisión, un proceso de “venganzas
criminales” instigadas por oficinas “que no han aclarado sus vínculos
con la guerrilla y han engañado al Estado con falsas víctimas como los
casos de Mapiripán, Las Pavas y las inexistentes fosas comunes de La
Macarena”.
Lo que está ocurriendo muestra, pues, la perniciosa influencia que
está ejerciendo el Colectivo de abogados sobre el Gobierno de Santos y
el fuerte deterioro que ello implica para la ejemplar conducta
diplomática que Colombia mantenía hasta ahora.
¿Con esos nuevos amigos, el gobierno de Santos terminará por poner
en cuestión el derecho de asilo y la Convención de Ginebra de 1951?
Y pensar que todo este derrumbe moral y diplomático existe porque la
cúspide del poder aspira a erradicar de la memoria de los colombianos
los inmensos avances que hizo el país gracias al gobierno de Álvaro
Uribe. Pero aspirar es una cosa. Coronar es otra.
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