Aunque la creciente violencia sectaria
en un Irak post-Estados Unidos ha recibido la mayor parte de la
publicidad de los medios de comunicación internacionales, hay otras
señales indicativas de que una sangrienta guerra civil puede estar
avecinándose en el horizonte. Existe una gran convicción en las áreas
mayoritariamente sunitas—desconfiadas del cada vez más autocrático e
intransigente régimen conducido por los chiitas del primer ministro
Nouri al-Maliki—de formar gobiernos regionales con más autonomía del
gobierno central. De hecho, la mayoría del consejo provincial de la
provincia de Diyala dominada por los sunitas solicitó que el gobierno
central celebre un referéndum sobre si la provincia debería formar una
región semi-autónoma.
La Constitución de Irak
permite a las provincias crear gobiernos regionales. Los kurdos en el
norte de Irak han vivido de manera autónoma durante décadas, disfrutando
de su propia democracia parlamentaria, prosperidad, seguridad, paz y
control sobre sus propios recursos naturales, incluido el petróleo. Los
kurdos realmente no desean ser parte de Irak pero han sido mantenidos en
él por los autocráticos gobiernos iraquíes, la ocupación militar
estadounidense y los temores de que Turquía los invadiría si declarasen
su independencia (quizás inspirando a los kurdos en el sureste de
Turquía a unírseles).
La inclinación hacia la autonomía o la
separación en Irak se origina en el hecho de tener un gobierno demasiado
centralizado para un país fracturado entre grupos etno-sectarios
chiitas, sunitas, kurdos y numerosas tribus. Aunque la Constitución
permite la descentralización mediante la creación de gobiernos autónomos
regionales, los Estados Unidos y actualmente el gobierno central
controlado por los chiitas han desalentado dicho traspaso de
competencias. A pesar de la defensa del vicepresidente Joseph Biden,
cuando era presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de
los EE.UU. durante la guerra civil iraquí de 2006 y 2007, de dividir
Irak en tres estados federales para sofocar la violencia, los gobiernos
estadounidenses de George W. Bush y Barack Obama han desalentado esta
idea. Los Estados Unidos, como potencia del statu quo, presumiblemente
consideraron, al igual que los británicos antes que ellos, que el
control del petróleo podría lograrse mejor mediante el trato con un
gobierno central fuerte en Bagdad. Sin embargo, Kurdistán ya está
cerrando acuerdos petroleros con empresas extranjeras sin consultar con
el Ministerio del Petróleo en Bagdad.
Dada la historia de Irak de un grupo—por
lo general los sunitas—utilizando a un gobierno central fuerte para
oprimir a los otros grupos, la continuación de cualquier grado
significativo de autoridad en Bagdad dará lugar a conflictos entre los
grupos por el dominio de ese gobierno. Los chiitas desean controlar el
gobierno central para evitar un retorno de la dominación autoritaria
tradicional sunita. Los sunitas temen que el gobierno de Malaki dominado
por los chiitas vaya a reprimirlos como venganza por la era de Saddam
Hussein—una buena apuesta dado que Maliki recientemente ha detenido o
trató de arrestar a muchos sunitas, incluyendo al vicepresidente de
Irak, y purgar a otros, incluido su viceprimer ministro. Los kurdos, un
pueblo tradicionalmente oprimido, temen la represión de algún gobierno
en Bagdad. Incluso algunos chiitas han abogado por una región autónoma
para sí mismos en el sur de Irak. La delegación del poder en Irak
reduciría y probablemente eliminaría la violencia sectaria, la cual
generalmente se encuentra asociada con el nerviosismo acerca de quién
controla el gobierno central.
Pero si a los gobiernos locales se les
diese el control sobre sus propias fuerzas de seguridad, la justicia y
las finanzas, ¿no proporcionaría esto un refugio para al-Qaeda y otros
grupos militantes, como los partidarios de Maliki arguyen? No, la
violencia en Irak se atenuó en 2007 después de que el movimiento del
Despertar Sunita se hartó de la excesiva violencia de sus compañeros
sunitas en al-Qaeda y trabajó en contra del grupo. Los combatientes
locales del Despertar Sunita tenían mejor inteligencia respecto del
grupo y de cómo éste podría ser diezmado que el lejano gobierno central
iraquí o las fuerzas de los EE.UU..
Pero algunos argumentan que en virtud de
que las líneas etno-sectarias en Irak no son siempre tajantes,
traspasar el país a una confederación de tres regiones autónomas podría
aún dejar a las subunidades con una población mixta. Por ejemplo, la
provincia de Diyala es 60 por ciento sunita, 20 por ciento chiita y un
20 por ciento kurda.
Vale, pero en mi libro Partitioning for Peace: An Exit Strategy for Iraq
señalé que la verdadera división debe dejarse en manos de los propios
iraquíes y que muchas más de tres regiones podrían ser creadas. La
investigación académica demuestra que los límites regionales no precisan
dividir a la perfección a los grupos etno-sectarios (y a los que
podrían enredarse con las tribus que tienen más de un grupo
etno-sectario en ellas), pero no pueden dejar dentro de un límite
fronterizo a una gran minoría que amenace a la mayoría dentro del mismo.
Sólo pequeñas minorías, digamos el 10 por ciento o menos, pueden ser
quedar “varadas” sin invitar a la represión por parte de la mayoría.
¿Qué pasa con la creación de
sub-unidades demasiado pequeñas para ser económicamente viables? La
investigación académica demuestra que esta posibilidad es un mito.
Además, cualquier confederación gubernamental en Bagdad podría estar a
cargo sólo de mantener una zona de libre comercio y tal vez una moneda
común.
Después de que sus fuerzas se han
retirado, ¿por qué deberían los Estados Unidos preocuparse con una
delegación del poder en Irak? Porque si el poder no está
descentralizado, Iraq está obligado a degenerar en una guerra civil que
hará que el conflicto de 2006 y 2007 luzca suave. La violencia sectaria
ya está aumentando. Y, por supuesto, los Estados Unidos, que son
responsables del descalabro actual, pueden ser presionados por el
gobierno central iraquí, otros iraquíes, o la comunidad internacional
para regresar sus fuerzas a la mutuamente destructiva sangría a fin de
detener la carnicería. Aunque el presidente Obama sostiene que las
tropas estadounidenses no regresarán a Irak incluso si se reanuda la
guerra civil, las promesas de no intervención han sido rotas más tarde
por presidentes anteriores, especialmente después de las elecciones.
Eso no significa que los Estados Unidos
deberían decirle a los iraquíes cómo organizarse, sino que podrían
mediar en cualquier delegación de competencias iniciada por Irak
pacíficamente negociada. Dicha mediación por lo menos sería un papel
constructivo para alguno de los 16.000 miembros del personal de la
embajada de los EE.UU. que quedaron en el país y podría prevenir futuros
reclamos de un retorno de las fuerzas de los EE.UU. a Irak bajo
circunstancias extremas y peligrosas.
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