España: El precio de la demagogia
Por José García Domínguez
Libertad Digital, Madrid
Parece que la España eterna persiste
empeñada en darle la razón a don Antonio Machado (aquí, "de cada diez
cabezas, una piensa y las otras nueve embisten"). Véase si no a Carmen
Lomana, la Agustina de Aragón de los borjamaris, esa flamante
intelectual orgánica de los neoindignados que acaba de llamar a las
barricadas en Serrano. Porque no hay dos Españas, nunca las ha habido.
Solo hay una, la ocupada sin tregua en apedrearse a sí misma. Por algo
la izquierda acéfala –valga la redundancia– berreaba consignas de cárcel
contra Aznar cuando Irak. Al Igual que sus pares de la derecha
fantasean hoy con encerrar a Zapatero. La patria de Caín, siempre tan
henchida de ira.
Como siempre necesitada de chivos
expiatorios, por cierto. De ahí que ahora le toque al Partido Popular
probar un trago de su propia medicina. La demagogia garbancera a cuenta
del decreto de ajuste. Aquellas proclamas insurgentes de SSdSM
diciéndose dirigente del "partido de los trabajadores". Aquellos
numeritos peronistas de González Pons, que no podía mirar a los ojos a
su papá por lo de la pensión. Aquel irresponsable bumerán populista
volverá raudo –ha vuelto ya– para estamparse en la frente de Rajoy. Es
lo que tiene el jugar con fuego. Y más cuando se ha alimentado la
especie de que los políticos, esas malvadas alimañas, provocaron la
crisis por la gozosa vía de fundirse el erario en cochazos, cubatas y
canapés.
Muy celebrado chunda chunda que
únicamente plantea un problema, a saber, que no es cierto. Porque el
déficit público no es la causa sino la consecuencia de la crisis. Y
quien predique lo contrario, miente. Así, en 2007, justo antes de la
quiebra de Lehman Brothers, el Reino de España presentó un saldo
positivo en sus cuentas del 1,9% del PIB. Apenas veinticuatro meses
después, el déficit sobrepasaba el 11%. ¿El motivo? Los estabilizadores
automáticos, no el despilfarro. En concreto, un 50%, la mitad justa,
provocado por la caída de los ingresos fiscales (IVA, IRPF y
Sociedades). La otra mitad, fruto del incremento de los gastos asociados
al seguro de desempleo, amén de las nóminas de los funcionarios
(hinchadas con alegre desparpajo por encima de la inflación). Ésa,
señores, es la verdad. Aunque, entonces como hoy, ¿a quién importa la
verdad?
José García Domínguez es economista, sociólogo y graduado en Economía del Sector Público por la Universidad de Barcelona. Miembro del blog Heterodoxias.es.
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