El precandidato presidencial Mitt Romney tendrá dos graves
problemas si, tal como se espera, gana la nominación del Partido
Republicano para las elecciones de noviembre: su pasado en el mundo de
los negocios, y los votantes hispanos. Aunque la mayoría de los medios
se están concentrando en el primer aspecto, el más grande será el
segundo.
En este momento, los analistas políticos de Washington se
enfocan en el pasado de Romney como ex presidente de Bain Capital, la
firma privada de inversiones que según sus críticos —incluyendo al
contendiente republicano Newt Gingrich — compraba empresas débiles y
despedía a miles de trabajadores mientras Romney ocupaba ese cargo.
A
los directores de campaña de Obama ya se les hace agua la boca ante la
posibilidad de usar esa línea de ataque contra Romney en noviembre. En
un momento en que el alto desempleo es el principal problema de Estados
Unidos, y cuando Romney se presenta a los electores como un líder
empresarial que podría hacer resucitar a la economía, pintarlo como un
destructor de empleos sería una estocada al corazón del discurso del
aspirante republicano.
Pero Romney podría defenderse de estos ataques afirmando que Bain
Capital creó más empleos de los que eliminó, y alegando que la mayoría
de las empresas que tomo a su cargo terminaron mejor que antes. Sería un
debate sobre cifras — las estadísticas de los críticos contra las de
los defensores de Romney — que muy bien podría terminar en un empate,
neutralizando así la campaña demócrata de pintarlo como un destructor de
empleos.
Pero conquistar el voto hispano será una batalla mucho
más dura para Romney. Será una lucha que se dará en el terreno de las
emociones, que es más difícil de manejar que el de las estadísticas.
Según una encuesta de votantes latinos hecha en noviembre por la cadena
Univisión, Romney no tiene muy buena imagen entre la mayoría de los
hispanos. La encuesta reveló que si las elecciones se realizaran hoy,
Obama derrotaría a Romney por un 67 por ciento contra un 24 por ciento.
Entre
los encuestadores, la opinión generalizada es que ningún republicano
podrá llegar a la Casa Blanca con menos del 40 por ciento del voto
hispano. El ex presidente George W. Bush ganó en el 2004 con el 40 por
ciento del voto hispano. En las elecciones del 2008, el candidato
republicano, el senador John McCain, un moderado en temas de
inmigración, obtuvo el 31 por ciento del voto hispano, y perdió las
elecciones.
¿Acaso Romney podrá conquistar el 40 por ciento del
voto hispano, cuando en sus esfuerzos por conquistar a la extrema
derecha del Partido Republicano y ganar la nominación del partido ha
adoptado posturas mucho más duras en materia inmigratoria que las de
McCain en el 2008?, se preguntan los encuestadores. Le resultará muy
difícil hacerlo, dicen.
En agudo contraste con la postura de
McCain en el 2008, Romney se manifiesta firmemente en contra de la
reforma inmigratoria que ofrecería una vía hacia la ciudadanía a los
inmigrantes indocumentados que han vivido aquí durante décadas, y que
satisfacen ciertas condiciones tales como aprender inglés y pagar
impuestos. También se opone al “Dream Act”, la propuesta que permitiría a
los jóvenes indocumentados que fueran traídos de pequeños al país
conseguir estatus legal si van a la universidad o se integran al
ejército.
Aunque la inmigración no figura entre las primeras
preocupaciones de los votantes hispanos, es un tema emocional que
influencia su imagen de los candidatos. La drástica retórica de Romney
contra los indocumentados latinos en los recientes debates republicanos
hacen que muchos latinos piensen “este hombre no nos quiere nada”.
Mi
opinión: si Romney gana la nominación republicana, tendrá que hacer
algún cambio drástico para ganar el voto hispano. Moderar su discurso y
decir que su padre nació en México — donde estaba su familia de
misioneros mormones — no será suficiente: hay demasiado metraje de TV
donde aparece criticando a los trabajadores hispanos indocumentados y a
sus hijos.
Romney podría elegir al senador republicano Marco
Rubio, de Florida, como compañero de fórmula, con la esperanza de captar
el voto hispano. Pero eso no funcionará: Rubio se opone a una reforma
inmigratoria, está en contra de la Dream Act, y ha apoyado la draconiana
ley inmigratoria de Arizona. Salvo entre los votantes cubanoamericanos,
serán pocos los latinos que lo vean con simpatía.
La mejor carta
de Romney para ganar el voto hispano sería elegir al ex gobernador de
Florida Jeb Bush, que es popular en Florida y ayudaría a los
republicanos a ganar el estado, habla español fluidamente, está casado
con una mexicana, y es mucho más moderado que Romney y Rubio en materia
inmigratoria.
Como están las cosas ahora, Romney no puede derrotar a Obama. Sólo un empeoramiento de la economía puede derrotar a Obama.
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