TRIBUNA |
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Teherán y la reelección de Obama | ||||||||||||||
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Primero un vistazo al pasado: los mulás iraníes tuvieron ya una oportunidad de influenciar la política estadounidense, en 1980. El
secuestro de la embajada norteamericana en Teherán por su parte durante
444 días marcó la campaña de reelección del Presidente Jimmy Carter y
-- gracias a novedades como el símbolo del lazo amarillo, la "estrategia de la Rosaleda" para presentarse como líder, una operación de rescate fracasada y el especial América Secuestrada
de la cadena ABC -- contribuyeron a su derrota. El ayatolá Jomeini
desinfló las esperanzas de Carter de una liberación de los rehenes
conocida como "sorpresa de octubre" y asestó una última puñalada al
ponerlos en libertad justamente mientras Ronald Reagan era investido.
Hoy,
Irán juega dos papeles potenciales en la campaña de reelección de
Obama, como factor de alteración en Irak y como objetivo de los ataques
estadounidenses. Veamos cada uno de ellos por separado:
¿Quién perdió Irak?Aunque la administración George W. Bush cerró el acuerdo de destacamento permanente de efectivos militares regulares
con el gobierno iraquí, que estipula que "La totalidad de los efectivos
de los Estados Unidos se replegarán de cualquier territorio iraquí no
más tarde del 31 de diciembre de 2011", la decisión de Obama en contra
de conservar una presencia militar residual en Irak convierte el
repliegue de los efectivos militares en su opción y su carga. Esto le
expone: si las cosas van mal en Irak en 2012, es él, no Bush, el que se
lleva la culpa. El guía supremo de Irak, Alí Jamene´i, en otras
palabras, puede complicar enormemente la vida a Obama.
Jamene´i
tiene multitud de opciones: puede ejercer mayor control sobre los
muchos líderes iraquíes que son islamistas chiítas de enfoque proiraní,
parte de los cuales han llegado a residir en Irán en el exilio. Por
ejemplo, el primer ministro, Nouri al-Maliki, encajaría en esta
categoría. Los iraníes también pueden influenciar la política iraquí a
través de los servicios de espionaje del país, en los que se han
infiltrado ya de manera sustancial. O pueden mover efectivos militares
iraníes dentro de territorio iraquí a voluntad con esas decenas de miles
de tropas estadounidenses desaparecidas ya de la frontera oriental de
Irak, y poner en práctica la treta que más rabia les dé. Por último,
pueden apoyar a figuras próximas como Muqtada al-Sadr o enviar a
elementos terroristas.
En
1980, los iraníes manipularon el mecanismo político estadounidense con
rehenes; en 2012, Irak será su juguete. Si los dictadores de Irán
deciden dar problemas antes del 6 de noviembre, el candidato Republicano
culpará a Obama de "perder Irak". Teniendo en cuenta la veterana
oposición de Obama a la guerra, eso va a doler.
(Por contra, los iraníes pueden optar por una estrategia diferente y cumplir su amenaza de cerrar al tráfico el Estrecho de Ormuz
poniendo en peligro el 17% del crudo mundial que circula a través de
esa vía marítima generando así inestabilidad económica mundial).
Los
mulás eligieron pasar factura a un Demócrata débil en 1980 y podrían
volverlo a hacer; o podrían decidir que Obama les conviene más y
desistir. La idea central es que el repliegue de efectivos militares les
da opciones adicionales. Obama podría no tener que lamentarlo hasta
después de las elecciones, lo que le permitiría afirmar de forma
plausible "hice lo que pude".
¿Bombardear las cabezas nucleares iraníes?
Hace casi dos años, cuando Obama todavía disfrutaba de más de tres
puntos porcentuales de cierta popularidad familiar multitudinaria,
sugerí que un ataque estadounidense a las instalaciones nucleares iraníes
"haría olvidar el imprudente primer año de Obama y decantaría el
panorama político nacional" en su favor. Con un solo golpe, estaría
protegiendo a Estados Unidos de un enemigo peligroso y al mismo tiempo
estaría dando un vuelco a los comicios electorales. "Ello marginaría la
reforma sanitaria, empujaría a los Republicanos a trabajar con los
Demócratas, haría gritar a los activistas de izquierdas de la red, haría que los independientes lo pensaran, y enamoraría a los conservadores".
A medida que la popularidad de Obama se ha ido hundiendo hasta los menos 4,4 enteros porcentuales
y las elecciones asoman a menos de un año, sus incentivos a la hora de
atacar Irán han crecido sustancialmente, idea debatida públicamente por
un surtido colorista de figuras públicas, tanto estadounidenses (Sarah Palin, Pat Buchanan, Dick Cheney,
Ron Paul, Elliott Abrams, George Friedman, David Broder, Donald Trump)
como de otras nacionalidades (Mahmoud Ahmadinejad, Fidel Castro). La reforma sanitaria, el paro y la deuda pública ofrecen escaso consuelo presidencial, la izquierda anda desencantada
y el voto independiente está indeciso. Los actuales desencuentros en
torno a las sanciones y los vehículos no tripulados podrían ser simples
distracciones; un ataque a las instalaciones iraníes se produciría
supuestamente durante la primera mitad de 2012, de forma no directamente
vinculada a las elecciones estadounidenses.
En conclusión: Jamene´i y Obama pueden crearse problemas mutuamente. Si
se los crean, Irán e Irak tendrán importancias desproporcionadas en los
comicios presidenciales, prolongando sus 30 años de papel único como el quebradero de cabeza insoslayable de la política norteamericana.
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09 enero, 2012
Teherán y la reelección de Obama
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