Primarias republicanas 2012-02-29
GEES
El proceso es el que ha de ser: una pesadilla para los candidatos, una bendición para los electores
Cualquiera de los que quedan: el empresario Romney, el católico
Santorum, el ex presidente del congreso Gingrich y hasta el exótico
ginecólogo libertario Ron Paul, sería mejor presidente que Obama. Lo
importante es que quien sea candidato acabe con las dañinas políticas
del actual inquilino de la Casa Blanca.
Romney ganó las dos últimas primarias. Esto no decide nada. Venció en Michigan, su estado natal, en el que su padre fue un gobernador apreciado. Hubiera sorprendido otra cosa. No obstante, los delegados, debido al modo de adscripción del estado, los repartirá equitativamente con Santorum, que quedó segundo por poco. Romney sí cosechó todos los delegados de Arizona, que los asigna al vencedor. Era allí el favorito y sus rivales más modestos económicamente no hicieron campaña. El 6 de marzo, bautizado super-martes, habrá otros diez estados en juego, pero incluso entonces la contienda seguirá probablemente indecisa. Las encuestas nacionales dan todavía una ligerísima ventaja a Santorum.
Tanta competencia se interpreta como perjudicial para los Republicanos. No lo fue para los Demócratas en 2008. Hillary llevó la carrera hasta el final sacando 272.809 votos más que su rival y retirándose sólo tras la presión de personalidades favorables a Obama, de quien recibió luego un cargo relevante.
El proceso es el que ha de ser: una pesadilla para los candidatos, una bendición para los electores. Hay todo tipo de elecciones: primarias, caucuses, asambleas, abiertas a Demócratas o Independientes, reservadas a Republicanos, etcétera. Esto permite contrastar pareceres, da a conocer los aspirantes y airea propuestas para el otoño. Se llama democracia.
Los dos presidentes que perdieron recientemente la reelección -George Bush padre y Carter– lo hicieron fundamentalmente por la economía. Lo mismo puede pasarle a Obama.
El gasto público federal está al mayor nivel desde la IIGM, la tasa de población activa es la menor desde 1946 -lo que no impide que el paro esté casi en el 9 por ciento-, la deuda pública es de 15 billones de dólares, el déficit anual ha sido en los tres últimos años equivalente al PIB de España y Obama promete otro igual - representa en 2011 el 8,7 por ciento del PIB, es decir más que el 8,5 por ciento que preocupa en España. Se subvencionan empresas verdes que quiebran, se rechazan obras públicas que abaratarían el petróleo, se proponen rarezas como subir el impuesto del capital del 15 al 30 por ciento y el crecimiento del PIB no pasa del 1,57 por ciento a pesar de los 900.000 millones de "estímulo" de hace tres años o las tres rondas de expansión monetaria.
Obama no puede presumir de resultados. Echará mano de imagen, propaganda y jugará con los radicalismos. No se le puede negar talento en ello, pero su reelección no es segura. Para muchos americanos -su tasa de aceptación es pareja a la de Carter por las mismas fechas- cualquier otro candidato es mejor que Obama. Mientras tanto la carrera republicana, democráticamente modélica, rica en ideas y actitudes fortalece pretendientes vitales y combativos.
Romney ganó las dos últimas primarias. Esto no decide nada. Venció en Michigan, su estado natal, en el que su padre fue un gobernador apreciado. Hubiera sorprendido otra cosa. No obstante, los delegados, debido al modo de adscripción del estado, los repartirá equitativamente con Santorum, que quedó segundo por poco. Romney sí cosechó todos los delegados de Arizona, que los asigna al vencedor. Era allí el favorito y sus rivales más modestos económicamente no hicieron campaña. El 6 de marzo, bautizado super-martes, habrá otros diez estados en juego, pero incluso entonces la contienda seguirá probablemente indecisa. Las encuestas nacionales dan todavía una ligerísima ventaja a Santorum.
Tanta competencia se interpreta como perjudicial para los Republicanos. No lo fue para los Demócratas en 2008. Hillary llevó la carrera hasta el final sacando 272.809 votos más que su rival y retirándose sólo tras la presión de personalidades favorables a Obama, de quien recibió luego un cargo relevante.
El proceso es el que ha de ser: una pesadilla para los candidatos, una bendición para los electores. Hay todo tipo de elecciones: primarias, caucuses, asambleas, abiertas a Demócratas o Independientes, reservadas a Republicanos, etcétera. Esto permite contrastar pareceres, da a conocer los aspirantes y airea propuestas para el otoño. Se llama democracia.
Los dos presidentes que perdieron recientemente la reelección -George Bush padre y Carter– lo hicieron fundamentalmente por la economía. Lo mismo puede pasarle a Obama.
El gasto público federal está al mayor nivel desde la IIGM, la tasa de población activa es la menor desde 1946 -lo que no impide que el paro esté casi en el 9 por ciento-, la deuda pública es de 15 billones de dólares, el déficit anual ha sido en los tres últimos años equivalente al PIB de España y Obama promete otro igual - representa en 2011 el 8,7 por ciento del PIB, es decir más que el 8,5 por ciento que preocupa en España. Se subvencionan empresas verdes que quiebran, se rechazan obras públicas que abaratarían el petróleo, se proponen rarezas como subir el impuesto del capital del 15 al 30 por ciento y el crecimiento del PIB no pasa del 1,57 por ciento a pesar de los 900.000 millones de "estímulo" de hace tres años o las tres rondas de expansión monetaria.
Obama no puede presumir de resultados. Echará mano de imagen, propaganda y jugará con los radicalismos. No se le puede negar talento en ello, pero su reelección no es segura. Para muchos americanos -su tasa de aceptación es pareja a la de Carter por las mismas fechas- cualquier otro candidato es mejor que Obama. Mientras tanto la carrera republicana, democráticamente modélica, rica en ideas y actitudes fortalece pretendientes vitales y combativos.
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