Con temple literario, Alberto Barrera Tyszka, biógrafo de Hugo Chávez, describe la esencia mesiánico-populista del presidente venezolano y las contradicciones de una Venezuela rica y petrolera pero aún subdesarrollada.
Foto: Jorge Silva/ Reuters
OTRA BATALLA PERDIDA
Hugo Chávez colocó su imagen al centro de las elecciones legislativas del pasado 26 de septiembre, para convertirlas en un referendo de su liderazgo hacia los comicios presidenciales de 2012. Y perdió. Con una avalancha de cadenas nacionales de radio y televisión en maratónicas sesiones, Chávez proclamó la justa electoral como la primera etapa de su campaña por la reelección al cargo que ocupa desde 1999, pero se quedó atrás de la oposición que sumó 52 por ciento de los votos emitidos, 5.45 millones de sufragios. Chávez argumentó a periodistas extranjeros que ese balance es una “trampa” porque añade casi medio millón de votos del pequeño partido Patria Para Todos, una escisión del oficialismo rojo de quienes él mismo califica como “traidores”, aunque no formó parte de la coalición opositora. Por eso, las cuentas que Chávez dio ante el silencio de la autoridad electoral arrojan que su partido logró 5.4 contra 5.3 millones de votos opositores. Pero cuando la corresponsal de Radio Francia Internacional, Andreina Flores, le preguntó en una conferencia de prensa en vivo desde el Palacio de Miraflores cómo es que su partido había logrado 36 escaños más con sólo 100 mil votos de ventaja, Chávez explotó y la acusó de intentar deslegitimar su triunfo. En realidad, una reforma aprobada por el Congreso, que desde 2005 era controlada por el chavismo gracias a un fallido boicot opositor que abandonó la contienda en aquel año, le permitió al oficialismo lograr una mayoría simple al otorgar más curules en zonas despobladas como en la Amazonia y los llanos venezolanos, donde el oficialismo impone su ley.
La biografía escrita por Alberto Barrera.
CARISMA TELEGÉNICO
VF: ¿Cómo ha logrado sobrevivir la oposición al acoso gubernamental que busca “demolerla”?
AB: Fíjate que estás tocando uno de los problemas centrales del chavismo: su concepción militar de la política. Tenemos un gobierno que no sabe cómo convivir con el otro. Todo adversario es un enemigo al que hay que someter. Para Chávez, negociar es claudicar. Quien revise la retórica del poder en Venezuela se va a tropezar a cada rato con términos militares: los oficialistas se organizan en “patrullas” o en “brigadas”, van siempre a “batallas”, donde deben “pulverizar” o “liquidar” al “enemigo”… El nombre de esta última campaña electoral era Operación Demolición. Ahí ya hay una violencia instalada en el discurso, en las palabras; una intolerancia que supone que se debe eliminar al otro, que es necesario suprimir al diferente. Así, siempre será muy difícil adversar al gobierno. De entrada, por definición, la oposición siempre será ilegítima. Continuamente, desde el Estado, se le ataca, se le arrincona, se le sataniza. Si a esto le sumas los propios errores que durante todos estos años ha cometido la dirigencia de la oposición, el cuadro todavía es más complicado.VF: ¿Cuál es el futuro de la búsqueda de un nuevo liderazgo opositor?
AB: No es fácil predecirlo. Los partidos de oposición han tardado casi 12 años en entender que debían unirse, que debían superar sus pequeñas luchas por pequeños intereses y tratar de enfrentar unidos al chavismo. Por fin lo han logrado. Pero todavía les falta mucho. Hasta hace poco, el único objetivo de la oposición parecía ser la salida de Chávez. Ese no es un programa a futuro, no es un plan de país. La oposición está obligada a administrar muy bien los resultados obtenidos el domingo 26 de septiembre. También ellos deben demostrar que han cambiado. Ahora les toca pasar de la unidad en la resistencia, de la unidad electoral, a una unidad más profunda, alrededor de un nuevo proyecto de país.
En la campaña Chávez utilizó recursos gubernamentales para promover a
su partido, como la pinta de consignas en calles de Caracas y otras
ciudades. Foto: Jorge Silva/ Reuters
VF: ¿Existe la posibilidad de que surja un líder que desafíe a Chávez como lo intentó sin éxito el gobernador del petrolero estado de Zulia en 2006, ahora exiliado?
AB: Sí. Hay varios liderazgos regionales que podrían enfrentar a Chávez en 2012. Pero no sé si a la oposición le conviene entrar, desde ya, en una larga contienda interna por un candidato. Quizás deberían seguir consolidando la unidad de ese grupo variopinto y construir, y luego comunicar, un proyecto de país alternativo. Enfrentar electoralmente a Chávez siempre es muy difícil. Cuenta con todo el ventajismo del Estado y de las instituciones, lo usa además sin ningún escrúpulo; tiene un carisma telegénico impresionante y está montado, además, sobre una gran campaña oficial que promueve el culto hacia su persona. No es poca cosa, ¿no?VF: ¿Cuál es el principal mensaje de Chávez a sus seguidores?
AB: El principal mensaje de Chávez es Chávez. Lo que mejor sabe hacer es ganar elecciones. Probablemente sea un fracaso gerenciando el Estado, pero sigue siendo excelente a la hora de administrar las esperanzas de los pobres.VF: ¿Te sorprendió el éxito de la campaña opositora?
AB: No demasiado. Hay obviamente un desgaste del gobierno. Llevan casi 12 años en el poder, han recibido la mayor cantidad de dinero que haya recibido cualquier gobierno en la historia del país gracias al pasado boom petrolero, y los resultados no son extraordinarios. Somos el país con la inflación más alta en toda América (25 por ciento). Nuestras cifras de criminalidad son peores que las de México, para darte un ejemplo (Venezuela: 75 asesinatos por 100 mil habitantes, México 12; Caracas: 200, Ciudad Juárez, 170). Todavía no salimos de una enorme crisis eléctrica con apagones prolongados. Desde el poder no se han atendido debidamente las fuertes denuncias de casos de corrupción que han aparecido y quizá ahora, por primera vez en esta época chavista, aparece, resucita en Venezuela el llamado “voto castigo”.
Seguidores del Partido Nuevo Tiempo, de oposición a Chávez, festejan
en Maracaibo luego de las elecciones del domingo 26 de septiembre. Foto:
Isaac Urrutia/ Reuters
SOCIALISMO PETROLERO DEL SIGLO XXI: UN PROYECTO DERROCHADOR
VF ¿Quiénes son esos cinco millones de chavistas y cuál es la distinción entre los votantes duros uniformados de rojo y los flotantes?
AB: Las distinciones no son fáciles. Se habla de 25 o 30 por ciento de “chavismo duro”, militante, devoto. Es una cifra que más o menos siempre ha mantenido el gobierno. Lo que ha venido variando, y en forma cada vez más decreciente, es eso que tú llamas el chavismo “flotante”: puede entrar la amplia base de funcionarios públicos —muchos de ellos obligados incluso a ir a las marchas políticas a favor del gobierno—, hasta un sector de la población que está decepcionada de Chávez pero no lo suficiente como para apoyar a la oposición. De todos modos, yo no confiaría demasiado en las estadísticas de este proceso electoral. Por más que Chávez se haya echado sobre los hombros la campaña, por más que haya intentado personalizar a su alrededor todo el debate, los venezolanos sabían que se trataba de unos comicios legislativos, que la figura del Presidente no estaba realmente en juego. Es posible que el escenario de 2012 sea distinto.VF: ¿Compartes la visión del historiador Manuel Caballero, autor de La peste militar sobre la matriz militarista y autoritaria del liderazgo de Chávez?
AB: Yo insistiría en que es imposible entender a Chávez y al chavismo sin la variable militar pero, sobre todo, sin la variable petrolera. Creo que esa condición es definitiva para nosotros los venezolanos. Pienso que Venezuela es un país muy diferente al resto de América Latina. En ninguno de nuestros países llenar de gasolina el tanque de un coche te sale más barato que una botellita de agua. Nuestra relación con las nociones de riqueza, de trabajo, con nuestra idea de Estado, de política, de lo público (...) es distinta a la que se puede dar en Paraguay, en Guatemala o en México. Chávez representa eso perfectamente. Él es la encarnación del sueño venezolano de la vida fácil. Desde niño ha sido financiado por el Estado. Nunca ha salido a la calle a buscar trabajo, a competir por un puesto laboral. Condena la riqueza porque no tiene que producirla, porque se sabe rico. No es nada nuevo en nuestra historia nacional. Llevamos demasiados años pensando que en el fondo todos somos ricos, que somos unos millonarios despojados de su herencia, que lo único que hace falta en el país es que alguien ponga orden y distribuya bien el dinero que tenemos. Esa, quizás, en el fondo, sea la verdadera utopía. Una gran contradicción. El socialismo del siglo XXI es un proyecto consumista y derrochador; sólo puede existir en un país petrolero.VF: ¿Cuáles son las claves del fenómeno, las tramas de esa fe, y cuáles son sus posibilidades de perdurar?
AB: Las claves son demasiadas, y están todas relacionadas. Nada de lo que ocurre en Venezuela puede explicarse, por ejemplo, sin las condiciones de miseria en las que vivía el país. La desigualdad era y es la gran tragedia de Venezuela y de América Latina. Mientras las élites no entiendan y enfrenten ese problema como algo propio, nuestros países están destinados a cualquier tipo de soluciones suicidas. Los sueños de la pobreza también producen monstruos. Yo no sé si el proyecto chavista puede o no perdurar. Pero no creo que, en todo caso, perdure como una alternativa válida e interesante. Me temo que, por desgracia, Chávez está arruinando, para el país y para Latinoamérica, una de las grandes posibilidades de la izquierda. Después de 11 años Chávez está más cerca del PRI y más lejos de ser una alternativa distinta en el continente.VF: ¿La corrupción de país petrolero es un fenómeno venezolano o hay una singularidad chavista?
AB: No creo que haya mayores singularidades chavistas. Venezuela lleva demasiados años siendo una sociedad depredadora, donde la mayoría de los sectores y de los ciudadanos vivimos viendo cómo saqueamos el botín del Estado, qué provecho se puede sacar de los público. Cada quien a su nivel, sin importar las ideologías ni los credos.
Alberto Barrera Tyszka. Foto: Especial
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