Por Thomas J. DiLorenzo.
[The
Political Economy of War, un curso de 5 semanas en línea en la Academia Mises,
del 15 de marzo al 18 de abril. Puedes apuntarte
en línea]
Un testimonio del poder de la
propaganda del gobierno es que varias generaciones de autodefinidos como
conservadores han mantenido como creencia central que la guerra y el
militarismo con coherentes con un gobierno constitucional limitado. Estos
conservadores creen que están “defendiendo la libertad” al apoyar cualquier
aventura militar que inicie el estado. No es así.
Incluso las guerras justas y
defensivas dan inevitablemente poder al estado mucho más allá de lo que
cualquier construccionista estricto pudiera aprobar. En otras palabras, los conservadores
a favor de la guerra son contradicciones andantes. Pueden defender de boquilla
el gobierno constitucional limitado, pero sus posturas a favor de la guerra
desmienten su retórica.
“La guerra es la salud del estado”,
como dijo Randolph Bourne en su famoso ensayo con ese título. Además, el
estatismo significa planificación centralizada, altos impuestos, economía
fascista o socialista, ataques a la libre expresión y otras libertades civiles
y el ahogamiento y destrucción de la empresa privada. Los liberales clásicos
siempre han entendido esto, pero los conservadores no. (Los neoconservadores o
no lo entienden o no les importa).
Así, tenemos al alabado escritor
neoconservador Victor Davis Hanson escribiendo en el número del 2 de diciembre
de 2009 de Imprimis que el activismo
antibélico y otros “factores” que hacen a la gente “reticente” a recurrir a la
guerra son “combinaciones letales” que supuestamente amenazan la existencia de
la sociedad. Hanson se limita a reproducir la línea del partido conservador
enunciada por primera vez por el autoproclamado fundador del movimiento
conservador moderno (realmente neoconservador), William F. Buckley Jr. Murray Rothbard citaba
a Buckley como diciendo en el número del 25 de enero de 1952 de la revista Commonweal que la Guerra Fría requería
que
tuviéramos que aceptar el Gran
Gobierno mientras dure, pues ninguna guerra ofensiva ni defensiva puede
librarse (…) salvo mediante el instrumento de una burocracia totalitaria dentro
de nuestras costas. (…) [Debemos apoyar] grandes ejércitos y fuerzas aéreas, la
energía atómica, la inteligencia centralizada, los consejos de producción
bélica y la correspondiente centralización del poder en Washington.
Debemos defender la destrucción de
la sociedad libre en nombre de defender la sociedad libre, decía “Mr.
Conservador”, antiguo empleado de la CIA.
En realidad los “factores”
antibélicos son una amenaza solo para el complejo
militar/industrial/congresional, que se beneficia de la guerra, no son una
amenaza para la sociedad en su conjunto. De hecho la realidad es más bien lo
opuesto.
Ver a través de la densa oscuridad
de esa propaganda bélica es uno de los propósitos de mi curso en línea de la
Academia Mises, The
Political Economy of War, que empieza el 15 de marzo. Los estudiantes
aprenderán acerca de economía y política de la guerra de algunos de los
gigantes del liberalismo clásico, como Ludwig von Mises, Frederic Bastiat,
Lionell Robbins, Murray Rothbard, Milton Friedman, Robert Higgs y otros. Entre
los temas de discusión están:
- Por qué el capitalismo es completamente opuesto a la guerra
- Las causas económicas de la guerra
- Por qué el nacionalismo es siempre una amenaza a la paz y la prosperidad
- Por qué Marx se equivocó acerca de la guerra y el imperialismo y los economistas austriacos lo entendieron bien
- Por qué y cómo la guerra es la salud del estado, siempre recabando poder gubernamental a costa de la libertad individual y la prosperidad
- El papel del libre comercio en evitar la guerra
- Los males del servicio militar obligatorio
- Cómo la guerra afecta negativamente a la economía de una nación, beneficiando solo a un pequeño grupo de gente que se beneficia de la guerra en el proceso
- Cómo el estado emplea a la Fed para esconder y disfrazar los costes de la guerra
- El papel de los intelectuales estatistas en promover la guerra, precisamente porque ellos también entienden que la guerra es la salud del estado.
- Por qué los conservadores aman la guerra y el estado
- El peligroso mito de que la democracia promueve la paz
- Alternativas privadas a un masivo establishment de la “defensa nacional”
- ¿Qué es una guerra justa?
Cada clase constará de 45-50
minutos de explicación seguidos por 30 minutos de preguntas y respuestas por
parte de los alumnos. Mis explicaciones se ocuparán de los temas incluidos en
el programa del curso, pero serán más que repeticiones de la bibliografía
listada: concentraré mi atención tanto en la comprensión de lo leído (y otras
obras) como en mi propia investigación y escritos.
La importancia de entender la
economía política de la guerra se expresa tal vez en este pasaje del famoso
ensayo de Randolph Bourne:
La guerra es un enorme complejo de
fuerzas destructoras y entorpecedoras de la vida. Si la función principal del
Estado es la guerra, entonces está principalmente preocupado por la
coordinación y el desarrollo de los poderes y técnicas que buscan la
destrucción. Y esto significa no solo la destrucción real y potencial del
enemigo, sino también de la nación como hogar. Pues la misma existencia del
Estado en un sistema de Estados significa que la nación está siempre bajo un
riesgo de guerra e invasión y la reclamación de energía para fines militares significa
un entorpecimiento de los procesos nacionales productivos y mejoradores de la
vida.
Ludwig von Mises expresaba un
sentimiento similar en La acción humana
cuando escribía:
Lo que distingue al hombre de los
animales es la idea de las ventajas que pueden obtenerse de la cooperación bajo
la división del trabajo. El hombre domina su instinto innato de agresión para
cooperar con otros seres humanos. Cuanto más quiera aumentar su bienestar
material, más debe extender el sistema de división del trabajo. Consecuentemente
debe restringir cada vez más la esfera en la que recurre a la acción militar.
La aparición de la división internacional del trabajo requiere la abolición
total de la guerra.
(…)
Por supuesto, esta filosofía es
incompatible con la estatolatría.
Estas dos citas dan una indicación
de por qué esos individuos que ayudan a que el público sea reticente a apoyar
la guerra es más probable que sean héroes para la sociedad frente a las
“combinaciones letales” del folklore neoconservador.
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