por Manuel Hinds
Manuel Hinds es ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
Usted habrá oído y leído de los problemas de divisas que están teniendo algunos países en la América Latina, especialmente Venezuela, Argentina y Brasil,
que se manifiestan en los controles de flujos de dólares y otras
medidas que están tomando para tratar de que los dólares no salgan de
sus países. Venezuela ha tenido estos controles desde hace varios años. A
pesar de que dice que su moneda es muy fuerte y que no necesita de
dólares, la verdad es que los necesita para hacer todos sus pagos
internacionales y que están bastante escasos en el país. El problema de
los dólares es más reciente en Argentina y Brasil y, por el momento al
menos, más agudo en el primero que en el segundo.
Esto puede estar tomando de sorpresa a mucha gente, que recuerda que
sólo hace algunos meses estos países se quejaban de que les sobraban los
dólares y de que como consecuencia sus monedas se estaban apreciando
con respecto al dólar. ¿Qué es lo que ha cambiado? Por varios años estos
países se han beneficiado de un boom muy pronunciado en los precios de
los productos primarios (los productos que se venden con poco procesamiento, como el café, los metales, los cereales, la soya, etc.).
Si observamos los precios de dos tipos de estos productos —la comida y
todos excluyendo el petróleo— vemos que los precios de estos dos tipos
de productos se duplicaron de 2003 a 2008. Cayeron precipitadamente en
la crisis de 2008-2009 pero luego se recuperaron rápidamente, de tal
forma que para febrero de 2011 los precios de todos excepto petróleo
eran 2,5 veces lo que habían sido en enero de 2003, y los precios de la
comida 2,1 veces. De pronto, sin embargo, estos precios comenzaron a
bajar rápidamente, y llevan haciéndolo cerca de un año.
Esto, por supuesto, ha reducido las exportaciones de estos países,
resultando en la escasez de dólares que ya está afectando a Argentina y
en la pérdida de reservas que está teniendo Brasil. El petróleo
también ha caído desde su pico en abril de 2011, pero mucho menos
porque los problemas de oferta en el Oriente Medio mantienen altos sus
precios.
Si esta tendencia continúa, y todos los signos indican que
continuará, estos no serán los únicos países que sufrirán de escasez de
dólares. Con pocas excepciones (México, Costa Rica, El Salvador,
República Dominicana) casi toda América Latina depende de las
exportaciones de productos primarios. El golpe que mayores caídas darían
a la región serían sustanciales.
En El Salvador esta tendencia no nos afectaría tanto precisamente
porque los productos primarios representan un porcentaje bastante bajo
de nuestras exportaciones—entre 10 y 15 por ciento. El efecto, entonces,
sería mixto. Por un lado, el precio de la comida, que ya está bajando,
bajaría más. Esto ayudaría a reducir la incidencia de pobreza en el
país. Igual, los precios de las materias primas también bajarían. Si
bajara el petróleo este efecto sería mejor. Por un lado, si cae el
precio del café, nuestras exportaciones caerían en ese rubro y también
en las industriales porque una buena parte de ellas van a países de
Centroamérica, que exportan mayormente productos primarios y que por
tanto entrarían en recesión. Por la misma razón, hay que tener cuidado
con las inversiones en países que exportan muchos productos primarios.
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