12 marzo, 2012

AMLO y Bartlett: ¿pragmatismo o ideología?

Leo Zuckermann
Cosas veredes: la izquierda va a lanzar a Manuel Bartlett como candidato al Senado por el estado de Puebla. López Obrador lo apoya, al parecer por un tema ideológico. Dice que Bartlett ha “evolucionado” porque “en los últimos tiempos ha tenido una actitud consecuente, sobre todo, y me consta, en la defensa del petróleo”. Lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿es Bartlett un político de izquierda? Depende de lo que entendamos por “izquierda”. Si es la ideología marxista-leninista, me parece que no. Tampoco creo que pueda considerarse como un social-demócrata. En todo caso, pienso que es un fiel representante de la ideología nacionalista-revolucionaria que viene de la Revolución y que, durante muchas décadas en el siglo XX, fue el pensamiento dominante dentro del PRI.


Para los nacionalistas-revolucionarios, México ha tenido tres enemigos históricos: la Iglesia, los Estados Unidos y los empresarios. Creen, por eso, en un Estado laico que limite la acción política de los curas; en un Estado nacionalista que detenga la injerencia de “los gringos”, y, finalmente, en un Estado rector de la economía, regulador del mercado y con empresas públicas que exploten los sectores prioritarios como el energético. Esta es, a grandes rasgos, la ideología nacionalista-revolucionaria que, como puede verse, implica un Estado muy intervencionista.
En 1987, el presidente De la Madrid decidió que su sucesor fuera Carlos Salinas. Este “dedazo” significó, por un lado, la llegada al poder de una nueva generación de políticos con una ideología diferente: el neoliberalismo. Acorde al pensamiento dominante en los 80 en todo el mundo, Salinas y compañía desafiaron los principios del nacionalismo-revolucionario. Se acercaron, precisamente, a “los enemigos históricos” de México. A la Iglesia, con una reforma que normalizó las relaciones del Estado con el Vaticano. A los Estados Unidos, con un Tratado de Libre Comercio que unió económicamente a las dos naciones. Y a los empresarios, con una política de más mercado y menos Estado.
La llegada de Salinas a la Presidencia también significó, por otro lado, que el PRI se saltara a toda una generación de políticos como Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Bartlett que ideológicamente comulgaban más con el nacionalismo-revolucionario que con el neoliberalismo. Cárdenas y otros decidieron romper con el PRI para irse a formar una nueva opción de izquierda. Bartlett y otros se quedaron dentro del sistema.
Lo interesante es que, como secretario de Gobernación, en una época donde esta secretaría tenía el control del aparato electoral, Bartlett operó los mecanismos que tenía el gobierno a favor del candidato priista, Carlos Salinas, y en contra de su principal opositor, Cuauhtémoc Cárdenas. Quizá Bartlett estaba ideológicamente más a favor del hijo del legendario general Lázaro Cárdenas, pero institucionalmente inclinó la cancha a favor del candidato de su jefe, el Presidente. En el imaginario público queda la famosa “caída del sistema” declarada por Bartlett en 1988 y que se convirtió, para muchos, en prueba fehaciente de un fraude electoral en contra de la izquierda que había roto con el PRI.
Son varios los que no le perdonan a Bartlett lo que hizo en 1988 para apoyar a Salinas en detrimento de Cárdenas. No le perdonan, además, que luego haya sido secretario de Educación y gobernador de Puebla en los sexenios de Salinas y Zedillo. Que haya continuado sirviendo a dos presidentes que ideológicamente aborrecía. Que en lugar de romper se haya acomodado con ellos y hasta los haya elogiado en la plaza pública.
Bartlett comenzó a criticar abiertamente al neoliberalismo cuando se le acabaron los premios por haber operado a favor de Salinas. “Salió del clóset” ideológico cuando el PRI perdió la elección de 2000 y, como senador de este partido, bloqueó todo intento por profundizar las reformas orientadas al mercado, sobre todo en el sector energético. Ahí es cuando “evolucionó”, por utilizar el término de AMLO, lo cual lo acercó a la izquierda nacionalista-revolucionaria de la que es parte López Obrador. Ahora el ex secretario de Gobernación, que se aseguró que los neoliberales llegaran al poder, será candidato a senador por una izquierda que en su momento bloqueó. Cosas veredes.
Tiene razón AMLO: las ideas de Bartlett lo acercan más a él que a otra opción política. En lo que se equivoca es que ha cambiado. Bartlett siempre fue un nacionalista-revolucionario pero, en lugar de romper con el PRI en la década de los 80, prefirió acomodarse con los neoliberales que, a cambio, le dieron dos buenos huesos. Pragmáticamente privilegió sus intereses en lugar de luchar por sus ideales. Hoy, cuando ya no tiene acomodo dentro del PRI, salta al PRD para seguir medrando con la política.
AMLO, por su parte, apoya a Bartlett porque piensa que le puede traer algunos votos en un estado como Puebla, donde la izquierda no pinta. Se trata, en este sentido, de un acuerdo más pragmático que ideológico.
No obstante, con esta decisión el tabasqueño ha causado la molestia de ciertos cuadros de izquierda que no le perdonan a Bartlett su actuación en 1988. Comenzando por Cuauhtémoc Cárdenas, quien, en una respuesta sobria, le ha pedido a Bartlett que explique lo que pasó en 88. ¿Lo hará? No lo creo. Porque a Bartlett le conviene más hablar de por qué no abrir el sector energético a los capitales privados que abrir el capítulo de lo que hizo en 1988 para evitar que la izquierda nacionalista-revolucionaria, con la que se identifica, llegara al poder.

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