03 marzo, 2012

Automotriz vs. sindicalismo en México

Análisis & Opinión

Mariaelena Vega

Mariaelena Vega es periodista especializada en finanzas y negocios, y columnista en Excélsior (México).
La industria automotriz en México aporta gran dinamismo al ámbito financiero. En 2010, el país fue el noveno productor de autos en el mundo y sirvió como plataforma exportadora para productores y proveedores.


De acuerdo con la Secretaría de Economía, que encabeza Bruno Ferrari, de enero a septiembre de 2011, la producción de automóviles creció 14,1%, y la venta 11,6% respecto al mismo periodo de 2010.
Los negocios vinculados tienen un gran desarrollo por los empleos generados, bajo un modelo de cadena productiva. Existe, incluso, un gran cluster alrededor del sector.
Firmas automotrices y proveedores consideran realizar inversiones importantes en México, por los bajos costos. Los precios son 12% menores que en EU, según el estudio Alternativas Competitivas de KPMG. Ofrece otras ventajas competitivas, como bajos costos de manufactura y alta productividad, y acuerdos de libre comercio con más de 40 países.
Hoy, muchos sindicatos tienen puestos los ojos en lo que pasará con las siguientes elecciones y trabajan sólo en algunos “paliativos” para los empleados, como ofrecer vales y prestaciones de transporte.
El desarrollo de esta industria ha sido escenario de diversos cambios, producto de su actividad sindical.
Sobre el área de oportunidades en el rubro automotriz, Alejandro Zendejas, profesor de cátedra y especialista en derecho internacional del Tecnológico de Monterrey Santa Fe, dice que la participación sindical está ligada a la forma de su nacimiento, al obedecer a las demandas producidas por el movimiento de la Revolución, en los 30, y por cuestiones socio-políticas de los 60 y 70.
Se dieron dos vertientes: los sindicatos dedicados a lo político, que lleva intrínseca la amenaza de huelga, y los que tendían al desarrollo de la fuerza laboral, como General Motors, por citar un ejemplo. A la fecha, se observa que la labor de estas figuras está incompleta, en México ha prevalecido la parte del uso de control para obtener ciertas prestaciones.
En términos de alianza, a los sindicatos les convendría hacer una triada: sindicato-empresa-gobierno, para fomentar nuevas áreas donde la industria siga despuntando y se generen trabajos más competitivos.
Hoy, muchos sindicatos tienen puestos los ojos en lo que pasará con las siguientes elecciones y trabajan sólo en algunos “paliativos” para los empleados, como ofrecer vales y prestaciones de transporte.
Los sindicatos deben llegar a mejores niveles de negociación para que sus integrantes tengan beneficios más fuertes, como su capacitación. Sin embargo, no depende sólo del sindicato, en México debe haber cambios, que tardarán, como la reforma laboral.
Brasil pretende aumentar 30% el grado de integración nacional en la producción automotriz y pretende establecer mecanismos de compensación a los que México se opone.
Brasil lleva cierta ventaja en el desarrollo de tecnología propia, por el enfoque que tienen, dedicándose al 100% al desarrollo y crecimiento. Pero no es algo que México no pueda hacer, empresas y sindicatos deben enfocarse en la creación tecnológica; hay que atender las necesidades de capacitación de los empleados y concentrarse en las capacidades de producción.

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