14 marzo, 2012

Con clítoris y con derechos

Con clítoris y con derechos 

YOANI SANCHEZ

mujer_cubana
A veces con buenas intenciones –otras con no tan buenas- alguien intenta acallar mis quejas sobre el machismo en mi país diciéndome: “Las cubanas no la pasan tan mal… peor están quienes habitan en algunas naciones africanas donde las someten a la ablación”. El golpe argumental es bajo, me duele en la ingle, me deja conectada al grito de una adolescente indefensa, mutilada y entregada por su propia familia a ese suplicio. Pero los derechos de las mujeres no deben reducirse solamente a poder mantener la integridad física y a defender su capacidad biológica para experimentar placer. El clítoris no es lo único que podemos perder, hay una larga lista de posibilidades sociales, económicas y políticas que también nos son arrebatadas.

Como vivo en una país donde los caminos de la protesta cívica han sido cortados y satanizados, me atrevo a intentar en este blog un listado de los atropellos que aún subsisten en Cuba contra las féminas:
- No nos permiten fundar nuestras propias organizaciones femeninas, con las que podamos unirnos y representarnos a nosotras mismas. Grupos que no sean poleas de transmisión del gobierno hacia las ciudadanas, como tristemente ocurre con la Federación de Mujeres Cubanas.
- Cuando se habla de mujeres en los estamentos políticos, se percibe claramente que éstas no tienen un poder real de decisión sino que están allí para cumplir con cuotas o asignaciones de género.
- El ícono de la FMC –la única organización de este tipo permitida por ley- exhibe una figura con un fusil al hombro, en clara alusión a la madre como soldado, a la hembra como pieza del conflicto bélico que se cuece más arriba.
- La ausencia en la prensa nacional de un reporte  de la violencia doméstica no elimina su presencia real. Callar no sirve para detener el golpe del agresor. En las páginas de nuestros periódicos deben estar también esas historias de maltrato, porque si no ¿cómo vamos a comprender que tenemos un serio problema de agresiones silenciadas entre las paredes de tantos hogares?
- ¿Dónde va una esposa cuándo es golpeada por su marido? ¿Por qué no hay refugios o no se publica en los medios de prensa la ubicación de estos lugares de amparo para las mujeres maltratadas?
- Comprar pañales desechables es casi un lujo en esta sociedad, donde la mayoría de las recién paridas todavía tienen que emplear buena parte de su tiempo en el lavado manual de la ropa de su bebé. Toda emancipación necesita una infraestructura material de la libertad, de lo contrario se quedará sólo en las consignas y los lemas.
- El alto precio de todos aquellos productos que tienen que ver con la maternidad y el embarazo es un elemento que también influye en la baja natalidad. Una cama con colchón para bebé cuesta el equivalente a 90 USD en un país donde el salario medio mensual no supera los 20 USD.
- La manutención que el padre debe pasar a sus hijos después del divorcio -según estipula la ley- no supera en muchos casos al equivalente de 3 USD mensuales, lo cual deja a la mujer indefensa económicamente ante la crianza de sus hijos.
- Los elevadísimos precios de los alimentos con relación al salario encadenan a la mujer cubana al fogón haciendo piruetas gastronómicas para lograr poner un plato de comida sobre la mesa. Son las féminas y no el sistema político-económico las que logran cada día el milagro de que las familias cubanas coman, más o menos bien, más o menos mal.
- Después de tantos lemas sobre la emancipación y la igualdad, las mujeres cubanas nos hemos quedado con una doble jornada laboral y decenas de engorrosas tareas burocráticas. Basta salir a la calle para notar el efecto de esta sobrecarga: la mayoría de las mujeres de más de cuarenta años tienen un rostros amargado, no hacen planes de futuro, no salen con sus amigas a un bar, ni planean una escapada de la familia y del tedio.
- Cuando una mujer decide emitir críticas al gobierno inmediatamente le recuerdan que lleva falda, la acusan de amoral, infiel a su esposo, manipulada por alguna mente masculina, “prostituta”, “gallita”, “jinetera” o cuantos insultos de corte discriminatorio puedan imaginarse.
- No puede intentarse la liberación de un grupo social en específico en una sociedad atenazada por la falta de derechos. Ser mujer en la Cuba de hoy es padecer doblemente esas ausencias.
En fin, que queremos tener clítoris y derechos, sentir placer y decir nuestras opiniones, asociarnos por nuestras faldas, pero especialmente por nuestras ideas.

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