Cuba se prepara para el poschavismo
El gobierno cubano da por descontado que
Chávez se morirá a corto plazo. Me lo dijo un diplomático acreditado en
Cuba recitando unos conocidos versos de Martí: “El palacio está de luto
y en el trono llora el rey/ el hijo del rey se ha muerto/ se le ha
muerto el hijo al rey”.
Todavía no ha ocurrido. El hijo del rey
todavía está vivo, aunque muy averiado, pero Raúl y un desconsolado
Fidel dan su muerte como un hecho inevitable. Para Fidel es una
catástrofe política. Chávez era su heredero en la tarea de luchar contra
el imperialismo yanqui y crear un glorioso mundillo colectivista y
autoritario como el que se hundió tras la “traición” de Gorbachov hace
ya más de 20 años. Raúl no servía para nada de eso. Carecía de la
facultad de soñar que puebla la sesera incendiaria de los
revolucionarios. Raúl era demasiado pragmático, demasiado apegado a la
realidad, esa cosa extraña y despreciable.
Fidel ha vuelto al estado anímico del
prechavismo. En los noventa del siglo pasado languidecía
melancólicamente convencido de que todo había sido inútil, cuando,
súbitamente, apareció Chávez en el panorama con una cartera repleta de
petrodólares y la furia del cruzado en la mirada. Fidel se volvió a
ilusionar. Rápido, ensíllenme de nuevo a Rocinante. Ése era el hombre.
Ése era su discípulo amado, el hijo de sus entrañas ideológicas, y ahora
parece que se le muere en la flor de la vida política, a los 57 añitos.
¿Quién es el heredero? Dentro de
Venezuela, nadie. Fuera de Venezuela, menos todavía. En el chavismo hay
media docena que quisieran ocupar la poltrona presidencial –Cabello,
Maduro, Jaua, Rangel Silva, Adam Chávez, José Vicente Rangel–, pero
ninguno posee esa descocada vocación mesiánica que se necesita para
salir a conquistar el planeta. Potencialmente, cualquiera de ellos puede
administrar a palo y tentetieso el manicomio local, pero no es eso lo
que Fidel tenía en su atormentada cabeza cuando ungió a Chávez como
sucesor de su trono revolucionario.
Raúl Castro, que es un tipo previsor y
metódico, ya está haciendo sus planes de contingencia. Para la dictadura
son fundamentales los 110,000 barriles de petróleo que Venezuela aporta
diariamente. Esa notable cantidad de crudo puede ser sustituida por las
extracciones que Repsol intenta realizar en aguas cubanas, pero según
los cálculos de la empresa española, sólo hay un 17% de posibilidades de
hallar ese petróleo y el bolsón de combustible quizás es una cuarta
parte de lo que La Habana calcula.
En cualquier caso, si lo encuentran, ese
petróleo tardará unos dos años en llegar a las termoeléctricas cubanas
para generar electricidad –su principal destino– y a los mercados
internacionales para adquirir dólares, para lo cual ya se ha creado una
comisión destinada a administrar esos hipotéticos fondos. Raúl, pues,
necesita prolongar al menos por dos años el ordeño de la generosa vaca
venezolana.
¿Cómo intenta lograrlo? Primero,
formando parte, muy cuidadosamente, aunque de forma poco visible, del
mecanismo de trasmisión de la autoridad que escogerá al sucesor de
Chávez. Segundo, acercándose discretamente a Henrique Capriles, el
popular candidato de la oposición democrática, quien tiene una altísima
probabilidad de ganar las elecciones del 7 de octubre.
Según el análisis de “los cubanos” (así
les llaman a los interventores castristas), cualquiera que compita
contra Capriles va a perder, y ni siquiera tendrá la oportunidad de
hacer trampas sin provocar un golpe militar por la derecha que sería
catastrófico para La Habana.
De manera que la fórmula más conveniente
para Cuba es disolver pacíficamente el matrimonio contra natura entre
los dos países, pero dándose el plazo de dos años que Raúl Castro cree
necesitar para que la economía de la Isla no experimente la misma
contracción que sufrió tras el fin del subsidio soviético. Entonces, la
ya miserable capacidad de consumo de los cubanos sufrió una merma del
50% y hubo miles de casos de desnutrición que provocaron la ceguera a
muchas personas (ninguna de ellas, por cierto, perteneciente a la clase
dominante).
¿Tendrán éxito las maniobras de Raúl? No
lo creo. Generalmente, esos planes nunca funcionan. Las cosas ocurren
de otro modo porque están sujetas a decisiones y sucesos imprevisibles
que cambian el panorama en un instante. Es lo que los analistas llaman
“los factores imponderables”. ¿Quién hubiera pensado que el fin del
chavismo se generaría a destiempo en la oscura humedad de un colon
impertinente. Esa es la extraña belleza de la historia.
El autor es periodista y escritor. Su último libro es la novela La mujer del coronel.
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