En Argentina, la mala noticia es que se ratificó el rumbo
Por Enrique Szewach
La Presidenta de la Nación inauguró
el jueves pasado las sesiones ordinarias del Congreso. Su interminable
relato puede ser analizado tanto desde las formas como en su contenido
para saber hacia dónde vamos.
Desde las formas, porque volvió a
ratificar el desprecio que el cristinismo tiene por las instituciones en
general y por el Congreso en particular.
En efecto, el discurso de inauguración
de las sesiones ordinarias del Congreso no es un discurso cualquiera. Se
trata de la presencia de la máxima autoridad del Poder Ejecutivo ante
los representantes del pueblo y de las provincias, para plantear,
básicamente, la agenda legislativa que dicho Ejecutivo propondrá para el
año, junto a un balance de lo acontecido en el año previo.
Resulta una tarea ciclópea reconstruir
la agenda que la Presidenta le propone al Congreso para el año,
analizando los 130 minutos de desordenada, desprolija y hasta, sin
exagerar, irrespetuosa exposición de la Presidenta (nadie que usa 130
minutos del tiempo de los demás, para decir algo que, ordenadamente, y
en un discurso bien construido, pudo haberse dicho en menos de una hora,
respeta a su audiencia).
Insisto, no es una novedad el desprecio
que el cristinismo manifiesta sobre las formas institucionales, en
especial cuando le impiden hacer lo que se le da la gana, pero, en todo
caso, lo del jueves fue una ratificación de esta actitud. El diálogo es
entre quien manda y el pueblo, sin intermediarios y sin marcos
institucionales molestos. Lo que vimos es escenografía, globos de
colores, con un número importante de extras en escena; al estilo de las
viejas superproducciones de Hollywood, previas a la tecnología
computacional, y con un actualizado manejo de cámaras y coreografías
predeterminadas. Ahora, se enfoca a tal ministro que asiente con cara de
admiración los dichos de su líder. Ahora, a los jóvenes –si es posible
una joven embarazada, que recibirá la asignación universal por hijo–,
embelezados por la gesta de su solitaria y sacrificada Jefa. Ahora nos
ponemos de pie, ahora, aplaudimos.
Respecto del contenido, obviamente, no
hubo autocríticas de ningún tipo, todo se ha hecho bien, muy bien, o por
lo menos mejor que antes, y si no se pudo hacer más fue por la
“herencia recibida” de hace ocho años, o por el complot de los que,
todavía, no han entendido nada o siguen poniendo palos en la rueda.
Elegir invertir en aviones para ricos en
lugar de trenes para pobres es una consecuencia del “corralito” (en
todo caso de las compensaciones por la pesificación), no de las
prioridades del Gobierno. Subsidiar más a los ricos que a los pobres (el
decil de más ingresos de la población recibía, hasta ahora, el doble de
subsidios en electricidad y gas que el decil de menores ingresos)
tampoco es consecuencia de algo mal hecho, sino el “gran impulsor del
consumo y del crecimiento de muchas actividades” y que ahora habrá que
“redireccionar” (lo que implica un desaliento al consumo y al
crecimiento de muchas actividades). La falta de inversión en energía no
es el resultado de las políticas públicas, sino de la perversidad
empresaria.
El Fondo de Sustentabilidad de las
Jubilaciones no es una ficción contable, con la mitad de sus activos
constituida por títulos públicos del propio gobierno, que no se pueden
hacer líquidos, si fuera necesario, porque no hay fondos para pagarlos, y
que se incrementó por el aumento de las cotizaciones de esos mismos
títulos, sino que es el respaldo de “16 meses” (no años, textual), de
pagos jubilatorios.
El anuncio macroeconómico más
importante, escondido en esa maraña discursiva, fue la eliminación del
concepto de “reservas de libre disponibilidad” y la ratificación de que
el Banco Central es otra caja más del Tesoro Nacional y que, además,
entramos en una fase más profunda de “crédito dirigido y controlado”.
Y es el anuncio macroeconómico más importante, porque no sólo se trata de “cosmética legal”, para que el directorio del Banco Central deje de violar la ley como hasta ahora, y pueda ceder libremente las reservas al Gobierno, sino porque indica que no habrá política monetaria antiinflacionaria y que el control de cambios está para quedarse permanentemente.
Y es el anuncio macroeconómico más importante, porque no sólo se trata de “cosmética legal”, para que el directorio del Banco Central deje de violar la ley como hasta ahora, y pueda ceder libremente las reservas al Gobierno, sino porque indica que no habrá política monetaria antiinflacionaria y que el control de cambios está para quedarse permanentemente.
Sin querer sonar apocalíptico, el asalto
final al Banco Central, por parte del Gobierno, es muy mala noticia
para la estabilidad macro de la Argentina.
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