02 marzo, 2012

LA IZQUIERDA YA SE IMPACIENTA

Se van a cumplir dos meses desde que el PSOE se viera obligado a abandonar el Gobierno. Demasiado tiempo para una izquierda acostumbrada al ejercicio de un poder del que agarrarse y sacar el máximo provecho. Y ya se está impacientando, sobre todo cuando la ha sustituido una derecha a la que no concede legitimidad alguna para gobernar, por muy holgada que haya sido la mayoría absoluta que obtuviera en las urnas. La misma historia nos ha enseñado que la progrez hispana respeta las reglas de juego de la democracia, es cierto, pero si y solo si le sirven para alzarse con el poder; de ahí su tradición golpista, absolutamente proverbial. Por tanto, no ha tardado ni un suspiro en hacer uso de la algarada y violencia callejeras como instrumentos de desestabilización y desgaste, con la sedición perrofláutica del 15-M y demás elementos antisistema como avanzadilla. Típica estrategia de 'agit-prop' que consiste en sustituir un Parlamento en el que la izquierda, y en virtud de la voluntad popular, ha perdido estrepitosamente la mayoría, por la toma, casi siempre por las bravas, de la calle, con el fin de generar ríos revueltos de donde pescar beneficios electorales. Se trata de repetir las agresivas movilizaciones que tuvieron lugar a propósito del Prestige y la guerra de Irak, precisamente en otra legislatura con mayoría absoluta del PP.

No es concebible la táctica de agitación y propaganda sin la difusión de la mentira y la manipulación de la realidad. Así pues, hemos tenido la oportunidad de ver por unos medios audiovisuales en los que la izquierda disfruta de un monopolio casi absoluto unas conmovedoras imágenes en las que, de repente y porque sí, unos policías cargaban frontalmente contra grupos de jóvenes y menos jóvenes haciendo un severo uso de sus porras, a la vez que practicaban detenciones sin mayores contemplaciones; mientras tanto, se nos relata que se producía tal irrupción en una manifestación de alumnos de instituto que protestaban por los recortes en educación del Gobierno autonómico valenciano, por supuesto del PP. Las demás terminales mediáticas de la progresía se encargaron de hacer el resto: 'la Policía apalea a niños', 'la Policía maltrata a menores de edad', 'represión policial contra estudiantes'... fueron algunos de los titulares y consignas transmitidas. Esa Policía buena, benéfica y democrática bajo el mando de Rubalcaba había transmutado de la noche a la mañana en autoritaria, malvada y sanguinaria con el PP. Los voceros progres de las redes sociales, por su parte, cantaban a coro: 'han vuelto los grises', 'Franco resucita', 'el PP ha acabado con las libertades'... Hasta que por fin llegamos al clímax: nuevas movilizaciones contra la 'brutalidad policial' que culminan en cercos a sedes del PP, exactamente como en la jornada de reflexión del 13-M. Entonces como ahora, una concertada escenificación para señalizar al culpable de la situación, por si a alguien no le ha quedado claro. Además, parece ser que en Andalucía hay muy pronto elecciones autonómicas, en las que el PSOE puede perder el único bastión que le queda.

Para transmitir esa versión sesgada y viciada de los hechos ha sido conveniente ocultar que la manifestación, que además cortaba el tráfico, no contaba con los preceptivos permisos y, por tanto, era ilegal; que a sus convocantes o cabecillas (entre ellos, un señor demasiado crecidito como para hacerse pasar por adolescente, que no tendría después empacho alguno en amenazar con 'seguir quemando Valencia') se les advirtió con anterioridad de la intervención policial; que esas movilizaciones pasarían a estar comandadas y compuestas mayoritariamente por sediciosos de extrema izquierda, como demuestra el hecho de que tan solo uno de los 47 detenidos haya sido alumno del Luis Vives, y que el resto fueran 'okupas' y radicales, varios de ellos con antecedentes penales; y que, pese a la 'desproporción' y 'ferocidad' de la Policía frente a unos seres inocentes y candorosos, del tumulto salieron 17 heridos, de los cuales 11 fueron agentes de Policía.

Son datos que ponen al descubierto la manipulación llevada a cabo por esta nueva edición de 'agit-prop' izquierdista; aunque es de temer que se salde con cierto éxito en una sociedad como la actual, imbuida de un buenismo (incluida, por cierto, esa parte de la derecha especialmente sensiblera y biempensante que se arruga a las primeras de cambio) que, por ejemplo, les lleva sin más a relacionar conceptos como 'menor de edad' con 'candidez', o incluso 'estudiante' con 'instrucción', pese a que la cruda realidad desmiente una y otra vez tanto una como otra identificación. Así, en este caso se ha logrado introducir en la retina de muchos la adulterada imagen de unos policías persiguiendo y pegando a jóvenes indefensos, y con ella se van a quedar. Por tanto, la labor política de pedagogía, denuncia y desenmascaramiento de la instigación tendrá que ser ingente y constante por parte del Gobierno y el partido que lo sustenta.

De todas formas, cabe felicitarse de que por fin tenemos un Ejecutivo que, al contrario que el anterior, desempeña uno de sus principales cometidos: cumplir y hacer cumplir la ley sin distingos. Y así debe seguir siendo: en caso contrario, en las calles acabaría rigiendo la ley de la selva, objetivo de los tramadores de la agitación. En ningún supuesto han de repetirse las ocupaciones de la Puerta del Sol y otros espacios públicos de ciudades españolas, toleradas irresponsablemente, y con toda la intención, por el Gobierno de entonces, ni tampoco dar lugar a los graves incidentes callejeros acaecidos en Londres el último verano. Para ello la Policía, como instrumento de quien posee el monopolio de la violencia en un Estado de Derecho, ha de continuar ejerciendo su labor fundamental: garantizar el orden público y los derechos individuales de todos, entre ellos la libre circulación por una vía pública de la que no debe apropiarse ninguna minoría violenta.

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