Los anarquistas somos los moderados
Por Josep PurroyLos anarquistas libertarios creemos en el famoso axioma de no-agresión y todo lo que esto conlleva. Es decir, rechazamos la coacción. Entendiendo coacción como el inicio de la fuerza, o amenaza de la fuerza, física contra la persona y propiedades de otro individuo. Esto y nada más que esto. Definimos también Libertad como ausencia de coacción; por lo cual, creemos y queremos una sociedad libre. Y como el Estado, forzosamente, practica la coacción y agresión, lo rechazamos. Ilegitimamos al Estado por su naturaleza coercitiva y por violar el principio de no-agresión.
Partiendo de estos principios básicos de los cuales luego se desprende toda la teoría libertaria, me atrevo a decir que los anarquistas somos moderados. Creemos en una sociedad sin coacción ni agresión. Creemos en la cooperación social -y voluntaria- entre individuos. Esto nos hace adoptar una postura racional, ética, no-agresiva y, sobre todo, moderada. No somos ni extremistas ni radicales, simplemente pedimos una ética racional acorde con la naturaleza del ser humano.
Cualquier otra postura diferente a ésta, obligatoriamente, acepta o legitima la agresión. Por lo cual, postularse a favor de cualquier opinión diferente a la no-agresión, es ser un radical. Sin embargo, sabemos que este no es el pensamiento mayoritario en la población. La culpa, precisamente, la tiene el mayor criminal de todos los tiempos: el Estado. El Estado, mediante su educación manipulada obligatoria, y su poder coercitivo que ejerce sobre los ciudadanos, ha lanzado el mensaje que la anarquía es “caos”, “imposible” y, por encima de todo, “radical” o “extremista”. Obviamente, y mirado desde un punto de vista racional, estos adjetivos no nos definen en absoluto.
Es más, estos adjetivos definen precisamente a los estatistas. Como decía Murray Rothbard, el Estado es la única organización que obtiene sus ingresos, no a través de contribuciones voluntarias o el pago por servicios prestados, sino a través de la coerción. (…) El Estado obtiene su renta mediante el uso de la compulsión, es decir, la amenaza de la cárcel y la bayoneta. No hace falta que el Estado use la violencia para obtener sus ingresos (impuestos), simplemente con amenazarnos (coacción) de que si no pagamos iremos a la cárcel le es suficiente. El Estado, además, luego usa este dinero robado previamente al ciudadano -sin su consentimiento- para declarar guerras ilegales en que, a menudo, se matan a inocentes.
Queda claro, pues, que apoyar estas acciones estatistas no es, ni por asomo, ser un “moderado”. Al contrario, es ser cómplice de robo (impuestos) y asesinato (guerras). Es permitirle que el Estado haga y siga haciendo estos crímenes. Ser estatista es ser, en definitiva, un radical y extremista.
Además, partiendo de la base que, en la actualidad, se usa el espectro radical-moderado de forma totalmente arbitraria y subjetiva, el Estado ha conseguido llevar este espectro donde le interesa: que ser estatista es ser “moderado” y que ser anarquista es ser un “radical”. En la Revolución Francesa el espectro, por ejemplo, era diferente. Los que apoyaban la monarquía sin democracia eran los moderados -lo natural, lo normal en ese tiempo-, mientras que los que querían una democracia son sufragio universal eran los radicales y extremistas de dicha Revolución. Ahora es justo lo contrario: ser demócrata es ser moderado y anti-demócrata es ser radical. Vemos, pues, como el espectro moderado-radical es, además, variable en el tiempo. Lo que antes era una cosa, ahora es otra.
Para poder usar un espectro real y objetivo, éste debe ser atemporal -que no dependa de la época- y racional -que se llegue a él a través de la razón y no del ambiente. Si queremos usar estas premisas, entonces, la realidad es que ser anarquista -y defender la no-agresión- es ser un moderado y, en cambio, ser estatista -y apoyar forzosamente la agresión- es ser un radical y extremista.
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