Según una nota aparecida en Milenio,
el cardenal Norberto Rivera se pronunció por que se reformen los
artículos 24 y 40 constitucional, pero aclaró que la Iglesia católica
“no busca remover el carácter laico de la educación pública ni
interferir en los asuntos propios de Estado”. Miente el encumbrado
jerarca.
Según Rivera, “la Iglesia no busca
con esta reforma remover el carácter laico de la educación pública,
tampoco pretende interferir en los asuntos que son propios del Estado;
lo único que pide es que se reconozca el derecho humano de todo
ciudadano a la libertad religiosa”. Vuelve a mentir el purpurado.
Un Estado laico positivo, agregó, es
aquel que tiene la capacidad de reconocer y tutelar el derecho de la
libertad religiosa que le corresponde al hombre.
Al respecto, señor cardenal, estoy
obligado a recordarle que dicho artículo 24 vigente establece: “Todo
hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y
practicar las ceremonias, devociones o actos de culto respectivo,
siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley.” Por si
lo anterior fuera insuficiente, el propio dispositivo constitucional
consigna en su segundo párrafo: “El Congreso no puede dictar leyes que
establezcan o prohíban religión alguna.” ¿Qué tal..? ¿Si todas las
iglesias, incluida la católica, llevan a cabo su tarea espiritual en un
ambiente social y legal de abierta libertad y seguridad religiosa, ¿por
qué reformar la disposición si la libertad religiosa ya está contenida
en nuestra Ley Suprema? Muy sencillo: el clero católico, voraz e
insaciable históricamente, el mismo del que usted forma parte y de
alguna manera encabeza, lo que pretende, en el fondo, es modificar el
artículo 3 de la Constitución, así como el 5, el 27 y el 130 para
desmantelar el Estado laico que los juaristas pudieron construir a
sangre y fuego durante los tres años de duración de la Guerra de
Reforma, lucha fratricida estimulada por el mismo clero católico y
financiada, nada menos, que con las limosnas pagadas por el pueblo de
México.
Sus declaraciones mal intencionadas
esconden realidades inocultables salvo que sus palabras, entre otras
razones, no tengan ninguna relación con la visita de Ratzinger... ¿Usted
lo cree? En el mismo orden de ideas, ¿también intentará negar que la
cúpula de prelados católicos presionó, a Peña Nieto y a otros siniestros
encapuchados como Rojas y Chuayffet —sin olvidar a los panistas
históricamente retardatarios y algunos destacados perredistas—, para que
la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados
reformara el artículo 24 de nuestra Carta Magna de modo que fueran
modificados los conceptos “libertad de creencias y de culto”, por el de
“libertad religiosa”? Es evidente que el cambio, en apariencia,
intrascendente, intenta desmantelar por completo el Estado laico, puesto
que la incorporación del concepto de “libertad religiosa” está
orientado a facilitar la impartición de educación religiosa en escuelas
públicas, la posesión y el control de medios masivos de comunicación, la
autorización para que el clero vuelva a participar en asuntos de
política electoral, reformar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto
Público, entre otros objetivos perversos más que nunca se podrán volver a
imponer porque equivaldría a dar marcha atrás a las sangrientas
manecillas de nuestra historia.
No, señor cardenal, no: el actual
artículo 24 ya establece la libertad religiosa, por lo que los millones
de liberales mexicanos impediremos que la Cámara de Senadores reforme la
iniciativa ya aprobada ilícitamente en el clandestinaje por los
diputados después de violar los procesos legislativos. Espero que los
presuntos legisladores que enajenaron aviesamente las causas más caras
de la República a cambio de despreciables cochupos, muy pronto sean exhibidos ante la opinión pública y sean excluidos de toda participación política futura.
No podemos permitir que México
vuelva a ser gobernado desde los altares porque cuando esto aconteció el
desastre social y el atraso nos sepultaron muchos siglos en la patética
noche de la historia. ¿Pretende usted acaso que a los curas pederastas,
esos macabros y no menos degenerados hombres de Dios, se les juzgue
simplemente por el pecado cometido sin purgar penas corporales como
cualquier otro ciudadano? ¿Qué influencia no ejercerá todavía en
nuestros días la jerarquía católica cuando escasamente hemos visto a los
sacerdotes depravados sentados en el banquillo de los acusados? Antes
se les llega a juzgar en los tribunales de Estados Unidos que el Poder
Judicial mexicano los haga comparecer ante la justicia en territorio
nacional.
La visita de Ratzinger tiene un objetivo claramente electoral y otro abiertamente financiero, en realidad un road show
papal con propósitos financieros y mercantiles: he ahí una de las
razones por las que el propio Jesús largó a los fariseos del templo
llamándolos “raza de víboras...”, salvo que la enajenación de 300 mil
criptas a más de 20 mil pesos cada una, entre la Plaza Mariana y el
Santuario de los Mártires Cristeros, en Guadalajara, entre otros
tantísimos cementerios más, no tengan un propósito especulativo, libre
de impuestos y ajeno a la divulgación del Evangelio, a la asistencia
pública y a los votos de pobreza... No, señor cardenal, no, no y no...
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