17 marzo, 2012

Peña Nieto y el “mal gobierno”

Los regímenes de “la Revolución” proclamaron ideales que usaron para instaurar un férreo control.
Julio Faesler

“Ya basta del mal gobierno”, dijo Enrique Peña Nieto en su discurso de toma de protesta como candidato del PRI. La frase, calcada del Grito de 1810 del padre Hidalgo, en efecto resuena por todo el suelo nacional, pero esta vez es para  recordar el mal gobierno  que su partido le recetó al país desde 1929 hasta 2000 adueñándose de la vida pública y conduciendo al pueblo por los sucesivos estilos personales de gobernar que cada uno de los presidentes impuso. 


Partiendo de remedos del socialismo anticlerical de los años 30, los regímenes de “la Revolución” proclamaron ideales que usaron de pretexto para instaurar un férreo control sobre masas esperanzadas.


A lo largo de sus 70 años en el poder el partido oficial fue enzarzándose en una estructura cada vez más apretada de connivencias, tolerancias y complacencias sujetando, sector por sector, a campesinos, obreros y organizaciones “populares” en corporaciones diseñadas para perpetuar el régimen y sostener en la Presidencia a sucesivos herederos del poder.


Quedaron secuestrados los asuntos más cruciales del país. El campo fue abandonado por una reforma agraria a medias y sin soporte. La industria, bandera del prometido progreso, recibió en algún momento apoyos oficiales, mancuernas entre compromisos políticos y productores alineados.


Finalmente fue dejada a su propio ingenio, según la teoría de desarrollo más en boga. El progresivo debilitamiento de la planta productiva nacional nos dejó impreparados para la competencia internacional lo que pretendió resolverse promoviendo maquiladoras y mermando el potencial de nuestro comercio exterior como creador de empleos.


Ese es el mal gobierno al que se debe referir Peña Nieto y no al que le imputa al PAN que en la Presidencia ha tenido que emplearse a enmendar los entuertos heredados.


Democracia y justicia social, lema del PRI, resulta ironía comparada con los abusos electorales que tuvieron que ser combatidos con valentía y tesón por una ciudadanía ya harta de tanto fraude que luchaba para que los votos fueran contados y contaran.


Por otra parte, la creciente corrupción que se adueñó en todos los niveles de gobierno, generó masas de pobreza que se acumuló en una población sin oportunidades de trabajo que tuvo que buscar en EU. 
Y esto no es todo.


Contrastando con la cuidadosa administración financiera que el gobierno federal, a cargo del PAN ha ejercido, en los estados gobernados por el PRI, se han dado ejemplos de irresponsables y astronómicos endeudamientos que con mucho exceden la capacidad de pago de sus contribuyentes. La consecuencia será el rescate que el gobierno federal tendrá que realizar.


A Peña Nieto esto no le preocupa en lo más mínimo, porque de ganar la Presidencia, sabrá cómo encubrir estos desmanes a costa del erario nacional. Además echaría mano de la solidez financiera que le está dejando Calderón.


Por si fuera poco, a lo largo de su gestión, los gobiernos priistas fueron abriendo la puerta al cáncer del narcotráfico que se expandió en otras formas de criminalidad, con secuestros, extorsiones y asesinatos. El único control que hubo fue el de la tolerancia y los arreglos entre funcionarios y capos. Las mafias ampliaron sus negocios y la tranquilidad se trocó en pugnas por territorios con venganzas despiadadas y ajustes de cuentas entre mafias.


En el combate al crimen organizado las muertes resultantes no las ha provocado el Ejército ni la Armada que han entrado a suplir la inexistencia de policías confiables a nivel local ganando prestigio y respeto.


Es correcto, pues, que no queramos más malos gobiernos.


Un electorado inteligente tiene memoria y no permitirá que regresen los malos gobiernos del PRI.


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