El Salvador: El presidente Funes a sus tres años
Manuel Hinds es ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
La encuesta publicada por El Diario de Hoy recientemente muestra lo que ya todos sabemos: que la gente se siente muy decepcionada del gobierno y el cambio que prometió, y que creen que lo que viene en los dos años que faltan de esta administración serán peores que los tres que han pasado. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) parece que está decido a destruir o seriamente deteriorar la institucionalidad democrática del país. Este ambiente que está produciendo un serio desaliento nacional amenaza mezclarse con una realidad tormentosa que viene desde afuera.
Las advertencias de que se aproxima una crisis mundial de magnitudes sin precedentes son cada vez más claras y potentes. Provienen en algunos casos de personas colocadas en posiciones de responsabilidad mundial pero más que nada de la realidad misma. Lo más preocupante es que la crisis no se está formando en una sola dimensión, sino en muchas a la vez. La dimensión principal es una serie de bolas de nieve que se han ido generando por la desaforada creación de dinero y deuda en los dos centros principales de la economía mundial —EE.UU. y Europa. Diferente de lo que mucha gente cree, que la creación monetaria no genera costos, ésta ha sido la causa principal del aumento de la deuda.
La excesiva creación monetaria ha resultado en que estos países han gastado, y todavía están gastando, mucho más que lo que producen. Para poder pagar por este exceso de gasto, los países se han endeudado, ahora, en promedio, a mucho más de lo que producen en un año, cuando lo prudente es menos de la mitad. Como resultado, los gastos por intereses son cada vez más altos, y el efectivo generado por los gobiernos se está usando cada vez más para servir la creciente deuda, dejando menos dinero para las inversiones públicas y privadas que se necesitan para que la economía se recupere. Esto lleva a que se cree más dinero para tratar de resolver el problema, lo cual a su vez genera más gasto, no más producción, y más deuda, en un círculo vicioso que, como una bola de nieve, se va volviendo cada vez más grande.
El proceso no puede seguir para siempre, porque hay un límite a la deuda que un país puede pagar sin ahogarse, ya que la deuda estrangula su capacidad de crecimiento. Este estrangulamiento viene por el lado de los impuestos, que los gobiernos aumentan para pagar la deuda. Así, crear dinero, que pareciera que es una manera gratis de promover la demanda, lleva a aumentar los impuestos, lo cual castiga la producción. Tiene que llegar un momento en el que los bancos centrales dejen de producir este dinero. Y en ese momento será como cuando a un adicto se le quita la droga. El resultado será una caída en la actividad económica mundial, que probablemente causará una caída brusca y profunda en el valor de las acciones y de los productos primarios, que a su vez causará muchos problemas financieros. Los productos primarios ya están cayendo. Aun el petróleo ha caído más de un 10 por ciento en las últimas semanas.
Una bola de nieve paralela y de mucho volumen es la acumulación de créditos incobrables en el sistema bancario internacional —que ha prestado a Grecia, Portugal, España, Italia, Irlanda y muchos otros países que tienen problemas para pagar sus deudas, y a sectores privados que tampoco van a pagarlas, como un porcentaje muy alto de los desarrolladores de vivienda que todavía no salen de su problema de los últimos años. Este problema se vería agravado por una nueva caída de los precios de las acciones y de los productos primarios, que sería probablemente peor que la acaecida en 2008-2009. A esto deben unirse las bolas de nieve que se están formando en otras dimensiones. La más obvia es la que se está formando en la política, que con el ambiente de descontento cada vez peor, está convirtiéndose en un factor que deprime la producción. Y los problemas bélicos y semi-bélicos del Medio Oriente que pueden afectar el abastecimiento de petróleo.
Y, en nuestro entorno inmediato, la deuda del país ha aumentado ya por encima de los niveles que son razonables y sigue aumentando rápidamente mientras la inversión privada no despega ante los incesantes ataques verbales del presidente de la República, las amenazas de radicalización del FMLN, el partido oficial, y la esclerosis causada por la creciente burocracia.
Poniendo todo esto junto, es claro que el régimen del presidente Funes se encamina a ser recordado como uno de los peores, si no el peor, de nuestra historia. Si no hace algo dramático en los siguientes dos años, el paso de esta administración será recordada como una época de deterioro económico y social y, peor aún, uno en el que el gobierno se convirtió en un factor que, en vez de buscar la armonía política del país, buscó compensar su falta de acción con ataques personalistas sobre cualquiera que pudiera criticar sus comportamiento.
Entrar de esta manera a los tiempos difíciles que se nos avecinan sería suicida para el país. El presidente Funes puede todavía salvar su puesto en la historia si rectifica en su actitud divisiva y comienza a restituir la armonía social que un buen capitán de barco busca cuando se prepara para una grave tormenta. El presidente tiene que comprender que la gente no lo tiene allí para que él diga de quien es la culpa de sus fracasos sino para que los convierta en triunfos. Si el presidente busca esa armonía, la va a encontrar, y eso es lo primero que el país tiene que hacer para enfrentar los tiempos difíciles que se nos vienen.
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