Las cumbres de la impotencia
Por Alvaro Vargas Llosa
Quizá no sea tan malo para el Presidente Obama que las dos 'cumbres' de los últimos días, la del G-8 en Camp David y la de la OTAN en Chicago,
hayan sido todo lo grises que pueden ser estas citas en tiempos de
impotencia. Las dos anteriores citas internacionales, la de Seúl
dedicada a la seguridad y la de Las Américas, habían tenido demasiado
color: en aquélla un micrófono indiscreto había pillado al mandatario
norteamericano pidiéndole a Dimitri Medvedev paciencia con respecto al
escudo antimisiles que está instaurando la OTAN y que Moscú rechaza
porque después de los comicios norteamericanos tendrá "más
flexibilidad", es decir ya no tendrá que hacerse el 'duro' para
contrarrestar a los republicanos; y en lo que hace a la Cumbre de las Américas, el improbable nombre de Dania Londoño, la prostituta que puso de cabeza al Servicio Secreto, se había colado para siempre en la historia con mayúsculas.
Ni la reunión del G-8 ni la de la OTAN
podía producir novedad alguna (siempre y cuando, claro, los micrófonos
estuvieran apagados cuando debían estarlo y los miembros del Servicio
Secreto se amarrasen el cinturón). Y así fue. Porque lo cierto es que el
poder de las potencias ha quedado reducido a su expresión más
humillante mientras sigan las cosas como están. Ni solos ni juntos están
los mandatarios reunidos en los últimos días en Estados Unidos en
condiciones de romper los límites asfixiantemente estrechos de una
realidad que los reduce a algo muy parecido a la impotencia
internacional. Veamos.
El mandatario norteamericano no estaba
en condiciones de rescatar a Europa ni de zanjar el debate entre los
partidarios de priorizar el crecimiento y los partidarios de priorizar
la austeridad ante la zozobra que vive el Viejo Mundo; sólo de dar un
retórico apoyo a Hollande sin dejar de dárselo también a Merkel... y eso
fue lo que ocurrió. Y, en cualquier caso, los europeos que estuvieron
en Camp David no tenían cómo resolver la discusión: el francés Hollande
no puede dar marcha atrás en su amenaza de denunciar el pacto fiscal
europeo, o al menos de forzar su sutil renegociación, antes de los
decisivos comicios parlamentarios de junio en su país.
Y en cuanto a la OTAN, los tres asuntos de política exterior más delicados –la tensión con Rusia por el escudo anti-misiles,
el espeluznante conflicto en Siria y el calendario de salida de las
tropas aliadas de Afganistán— tampoco tenían solución en Camp David o en
Chicago. Por lo pronto, Putin le hizo el 'feo' a Obama, enviando en su
lugar al hoy Primer Ministro, Dimitri Medvedev, a Camp David. Como
Medvedev es una entelequia y no un 'premier' real, no podía negociar
nada. Además, Obama necesita aparentar firmeza ante Rusia de aquí a sus
propias elecciones de noviembre mientras que Putin sabe que, con
respecto a Siria, donde el Plan de Kofi Annan ha colapsado, tiene al
Presidente estadounidense cogido al sur del ombligo: sin su apoyo, éste
no puede intervenir a fondo a través del Consejo de Seguridad.
Y en cuanto a Afganistán, no había
posibilidad de que Estados Unidos persuadiera en un momento como éste a
Hollande, y menos cuando los otros líderes de la OTAN no sienten que
tienen la menor autoridad para presionar a su flamante homólogo, de
postergar la retirada de las exiguas tropas francesas que allí permanecen más allá de fines de este año porque el francés se jugaría las elecciones de junio con ello.
Por si semejante impotencia fuera poca,
Estados Unidos tampoco está en condiciones de lograr en este momento que
sus aliados comprometan la tercera parte de los 4 mil millones de
dólares que serán necesarios para seguir sosteniendo a las fuerzas
afganas después de la retirada de la OTAN en 2014. La crisis fiscal en
Europa es tal, que los europeos ni siquiera han cumplido con el dinero
que habían comprometido para la "seguridad alimentaria" de África en el
G-8 del año pasado. Por eso, todo ha quedado reducido, en la "cumbre" de
la OTAN en Chicago, a un vago compromiso de seguir respaldando el
entrenamiento y asesoría a los afganos sin promesas contables
específicas. Lo único cierto es lo que ya se sabía: que Francia se
marcha este año, que la transferencia de responsabilidades a los afganos
empieza el siguiente año y que a partir de 2014 la misión de la OTAN
acabará tal y como se la conoce hoy.
Obama hubiese querido que las citas de
Camp David y de la OTAN proyectaran su figura de líder mundial. La
elección de noviembre parece estársele complicando más de la cuenta, la
economía está relativamente estancada y es inminente otro drama fiscal
ante la urgencia, otra vez, de elevar el techo de la deuda para mantener
a flote los pagos del gobierno estadounidense, a lo que se oponen los
republicanos. Pero era demasiado pedir, dadas las impotents
circunsancias. A lo sumo, las reuniones con sus colegas extranjeros lo
han distraído un poco de la angustiosa campaña electoral. Pero nada más.
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