12 julio, 2012

Adiós al Estado de Bienestar de Samuelson

por Walter Puelles


Walter Puelles es economista de la consultora DEFINE (Perú) y profesor de economía de la facultad de derecho de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC).
Paul Samuelson, Friedrich Hayek y Milton Friedman fueron tres de los economistas más influyentes de los últimos 100 años. Los tres recibieron el Premio Nobel de Economía. Samuelson en 1970, Hayek en 1974 y Friedman en 1976. Las ideas de estos académicos casi siempre marcharon en direcciones contrarias. Samuelson apoyó la “tercera vía”, mientras que Friedman y Hayek objetaron la planificación central y el intervencionismo.
Tras el estallido de la crisis hipotecaria en EE.UU. (2007), y poco antes de su muerte (2009), Paul Samuelson dejó entre nosotros el artículo “Adiós al Capitalismo de Friedman y Hayek” donde reprocha las ideas de quienes influyeron en la configuración de órdenes financieros supuestamente “liberales”. “Estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados perduran”, señaló Samuelson refiriéndose a Friedman y Hayek.

En opinión de Samuelson, la crisis internacional obedecía a la falta de regulación y a la excesiva libertad de los bancos. “Los sistemas de mercado no regulados acaban destruyéndose a sí mismos”, señaló. La falta de regulación permite a los banqueros adoptar políticas irresponsables al otorgar créditos deficientes y manipular cifras contables para ocultar problemas reales que luego estallarán más tarde que temprano.
¿Tuvo razón Samuelson? ¿Es necesaria una mayor regulación? ¿Son los reguladores pobres parejas engañadas? Tras la muerte de Samuelson, la crisis siguió su marcha sin un consenso claro respecto al origen y la solución del problema, y sin que el ciudadano común tenga la más vaga idea de por qué su dinero compra menos, por qué ha perdido su empleo, y por qué tiene que pagar ahora más impuestos.
En primer lugar, es necesario señalar que no existe sector más regulado que el financiero. El dinero, las tasas de interés, la liquidez y el crédito, son variables controladas por los gobiernos. La política de la Reserva Federal, que mantuvo tasas interés negativas para estimular la economía de EE.UU., es el ejemplo más claro. El Estado ha subordinado la actividad bancaria al cumplimiento de sus propósitos.
Los bancos son simplemente organizaciones empresariales que se adaptan a los tipos de incentivo que los gobiernos introducen. Son las correas de trasmisión de la política económica. La banca crea dinero secundario, pero el Estado tiene el monopolio del dinero primario. La mayoría de países se declaran partidarios del mercado, pero su principal bien, el dinero, es producido por el Estado. Pocos se dan cuenta de ese pequeño detalle.
En segundo lugar, los resultados de los bancos estatales controlados por funcionarios públicos han sido peores. Es cierto que cuando el problema del Bankia, ese conglomerado de cajas rurales españolas estalló, Samuelson ya descansaba, pero, ¿acaso no presenció la crisis de las cajas de ahorro y préstamos de EE.UU.? La participación de los burócratas en el mercado no garantiza nada, por el contrario.
En tercer lugar, Samuelson tampoco anotó nada en su artículo sobre los déficits fiscales, las estratosféricas deudas públicas, la inflación, la recesión y las tasas de desempleo que registraban los países desarrollados. Y murió sin conocer la generalizada reducción de la calificación de la deuda de los países desarrollados, incluyendo EE.UU., cuyo déficit fiscal y endeudamiento público llegaron en 2011 a 9,6% y 103% del PIB, respectivamente.
En 2011, los déficits fiscales de los países europeos fueron: Grecia (9,2%), Reino Unido (8,7%), España (8,5%), Francia (5,3%), Italia (3,9%). Por su parte, la deuda pública alcanzó niveles récords: Grecia (161%), Reino Unido (83%), España (69%), Francia (86%), Italia (120%). Incluso Alemania, a quien se le pide que acuda al rescate de cuanto país europeo se la pida, tiene un endeudamiento público que supera el 80%.
En los últimos 10 años, el poder adquisitivo del dólar y el euro bajó 450% y 300% respecto al oro, y 600% y 400% respecto a la plata. La pérdida persistente de la capacidad adquisitiva del dinero es un fenómeno estrictamente monetario frente al cual los gobiernos no pueden pasar incólumes. Creer que los bancos son los responsables de la crisis actual es confundir los síntomas con las causas.
Estos son los países con monedas de goma y deudas de hierro, como señalara Henry Hazlit. ¿Se acabó la era de las monedas fuertes? Los productores enfrentan un serio problema, su labor de cálculo se ha complejizado, no se pueden hacer tratos de muy largo plazo ¿Qué moneda usarían? La función de la política monetaria de preservar el valor monetario feneció. El papel que los metales venían cumpliendo como dinero podría ser retomado.
La crisis actual es producto de la apetencia de los gobiernos por tener una parte cada vez mayor del producto de sus habitantes, ya sea mediante impuestos, inflación o deuda. Esa parte supera el 40% del PBI. Los países desarrollados han financiado por décadas el “Estado de Bienestar” que Samuelson promovió y que sus habitantes se resisten a dejar, gracias a ello, sus industrias han perdido competitividad y participación.
El sueño ha terminado, es hora de despertar y enfrentar la realidad. No se puede vivir eternamente como parásito, expoliando lo que otros producen. El ajuste es inevitable.

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