Por Eduardo Goligorsky
Después de visitar Boston y Nueva York, el presidente de la Generalitat
de Cataluña, Artur Mas, amenazó: "Es urgente desmarcarse de España" (La Vanguardia, 24/6/2012).
En cambio, tras entrevistarse con el presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, dictaminó que la aspiración de pacto fiscal "no es puramente egoísta", sino que con ella "se hace un servicio a España y también a Portugal" (LV, 11/7). Estos cambios de humor del líder son los que desconciertan a sus cofrades, algunos de los cuales empiezan a acosarlo y a exigirle definiciones radicales. Incluso el manoseado pacto fiscal se les antoja un camino hacia la nada.
Un buen barómetro
El somatén mediático ofrece un buen barómetro para medir el enrarecimiento de la atmósfera secesionista. Escribe uno de los colaboradores más sectarios, Salvador Cardùs i Ros (LV, 11/7):
El somatén mediático tiene una franquicia dentro del bastión de la progresía española, y desde esa franquicia su titular, el otrora humanista liberal Josep Ramoneda, contribuye a estrechar el cerco de acoso a los soberanistas presuntamente blandengues, machacándolos por su apego al voto de su "electorado conservador" (El País, 3/7):
¿Acaso el concierto económico presagia la opulencia del ficticio estado propio? Kepa Aulestia desenmascara cómo funciona este señuelo para engatusar incautos, precisamente en su foco de irradiación: la comunidad vasca (LV, 10/7):
En el caso concreto de Cataluña, José Antonio Zarzalejos puso las cosas en su lugar y propinó, sintomáticamente en el somatén mediático (LV, 28/6), un varapalo inmisericorde a Artur Mas por las concesiones que éste hace, de todo corazón, a sus acosadores talibanes:
Otro colaborador del somatén mediático al que sería injusto incluir entre los corifeos de la Nomenklatura, aunque tampoco se destaque por sus ímpetus críticos, Fernando Ónega, desahogó la explicable angustia que le inspira "La marca España" (LV, 28/6) tras verificar el auge de las corrientes secesionistas en Cataluña y la comunidad vasca:
En cambio, tras entrevistarse con el presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, dictaminó que la aspiración de pacto fiscal "no es puramente egoísta", sino que con ella "se hace un servicio a España y también a Portugal" (LV, 11/7). Estos cambios de humor del líder son los que desconciertan a sus cofrades, algunos de los cuales empiezan a acosarlo y a exigirle definiciones radicales. Incluso el manoseado pacto fiscal se les antoja un camino hacia la nada.
Un buen barómetro
El somatén mediático ofrece un buen barómetro para medir el enrarecimiento de la atmósfera secesionista. Escribe uno de los colaboradores más sectarios, Salvador Cardùs i Ros (LV, 11/7):
¿Qué sentido tiene discutir con ademán grave las cláusulas de un
pacto fiscal que no tan sólo se sabe que no tiene ningún recorrido
político en un plazo humanamente -y electoralmente- imaginable, sino que ni se sabe exactamente quién debería
firmarlo por la otra parte contratante? (...) El pacto fiscal "dentro
del marco constitucional" (...) ya no es la solución cuando los que más
han creído en tal Constitución, como el president Jordi Pujol (sic) han
abjurado de ella solemnemente. Y sobre todo cuando más de medio país ya
da este marco por enterrado (...) Ir por delante de los hechos es el
verdadero desafío de la política actual.
Otro que no le va en zaga, Francesc-Marc Álvaro, remacha el acoso al
líder al mismo tiempo que dispara por elevación contra Mario Monti y se
autoerige en portavoz de los catalanes (LV, 4/6):
Como soy demócrata y no creo en tecnócratas salvadores ni en
asambleas redentoras afirmo que el juez sólo puede ser la ciudadanía
llamada a las urnas. Y eso me lleva a recordar que Mas asumió un
compromiso claro sobre este asunto [el pacto fiscal]. Este es el
contrato al que se debe el president y que -además- responde al interés
general de los catalanes.
El comisario de la sección Política, Jordi Barbeta, se esmera por dejar
claro lo que los talibanes del somatén mediático esperan de la mano que
los alimenta, aunque para ello necesite aparentar insumisión (LV, 1/7):
Ahora mismo nadie sabe exactamente hacia dónde nos llevan,
entretenidos como nos tienen en una permanente ducha escocesa que
alterna el chorro caliente soberanista con el agua fría del sentido de
Estado, español, por supuesto (...) El aval de CiU a la nueva
composición del TC tiene consecuencias de calado. Desde el punto de
vista catalán, ha rehabilitado la institución que deslegitimará la
inmersión, el pacto fiscal y lo que se le antoje y, de paso, convierte
en una farsa el espectáculo de indignación patriótica que ofrecen los
líderes de CiU con cada sentencia de cualquier tribunal.
Martillo de herejesEl somatén mediático tiene una franquicia dentro del bastión de la progresía española, y desde esa franquicia su titular, el otrora humanista liberal Josep Ramoneda, contribuye a estrechar el cerco de acoso a los soberanistas presuntamente blandengues, machacándolos por su apego al voto de su "electorado conservador" (El País, 3/7):
El pacto fiscal se está revelando un objetivo imposible, por la
nula voluntad de la otra parte contratante. Y CiU vive en la duda
existencial de congelar una vez más el proceso con la coartada de la
crisis o de dar un paso adelante para forzar una ruptura. La estrategia
de priorizar el acuerdo sobre el pacto fiscal en el interior de Cataluña
da la medida de la escasa confianza en el éxito, descafeína
inevitablemente la propuesta y prepara el terreno para compartir otra
frustración. Frenar una vez más a media carrera el proceso soberanista
supone confiar en la resignación de sus bases sociales y confirma el
tópico extendido en Madrid: los catalanes gesticulan mucho, pero a la
hora de la verdad se conforman siempre con poco. ¿Será que el gusto por
la apariencia (quiero y no puedo) es la segunda naturaleza de CiU y de
una parte de la ciudadanía todavía mayoritaria en Cataluña?
El
martillo de herejes lo tiene claro: es mayoritaria -con un voluntarista
"todavía"- la parte de la ciudadanía que no comulga con los talibanes
secesionistas, aunque el Centre d´Estudis d´Opinió de la Generalitat
afirme lo contrario, y aunque la fantasmagórica Associació de Municipis
per la Independència también exija a Artur Mas que "negocie un concierto
económico para Catalunya, una solución previa a los problemas
económicos antes de derivar hacia el estado propio" (LV, 8/7).¿Acaso el concierto económico presagia la opulencia del ficticio estado propio? Kepa Aulestia desenmascara cómo funciona este señuelo para engatusar incautos, precisamente en su foco de irradiación: la comunidad vasca (LV, 10/7):
Algo semejante ocurre con el sistema de las pensiones que en
Euskadi pueden cobrarse porque participamos de la caja común de la
Seguridad Social, puesto que generan un déficit de unos ochocientos
millones anuales respecto a los ingresos. La notoriedad que alcanza el
"naufragio español" permite ocultar las miserias propias de una economía
que, desenganchándose del Estado constitucional acabaría a la deriva.
Sin embargo, la construcción simbólica de la nación venturosa frente al
desventurado Estado fallido ofrece posibilidades infinitas de explotar
más la ignorancia que los anhelos. Euskadi se beneficia netamente de su
pertenencia a España. Es la verdad incontrovertible que el nacionalismo
más soberanista se empeña en soslayar.
Un varapalo inmisericordeEn el caso concreto de Cataluña, José Antonio Zarzalejos puso las cosas en su lugar y propinó, sintomáticamente en el somatén mediático (LV, 28/6), un varapalo inmisericorde a Artur Mas por las concesiones que éste hace, de todo corazón, a sus acosadores talibanes:
En estas circunstancias, que el president de la Generalitat
considere "urgente desmarcarse de España" y que, además de haberlo hecho
ya en su periplo norteamericano, insista en ese propósito en el nuevo
que tiene planificado, es un error en el fondo y en la forma. En el
fondo, porque tal desmarque carece de consistencia persuasiva ante
auditorios financieros y empresariales que conocen bien la situación
general de España y la particular de Catalunya. El aquí y el ahora
catalán es el que es. El futuro está por escribir. Pero es un error
también en la forma, porque resulta profundamente hiriente para el
conjunto de España, sumida de norte a sur y de este a oeste, no ya en
una crisis, sino en una depresión sin precedentes. La única virtualidad
de la táctica -que no estrategia- de Artur Mas sólo se produce en el
ámbito catalán para mantener enhiesto el estandarte del pacto fiscal.
(...)
Incluso el planteamiento de un pacto fiscal -al estilo del
concierto económico de los territorios forales vascos y de Navarra-
podría ser perjudicial en una coyuntura en la que se debate sobre la
manera de mutualizar riesgos e implantar autoridades financieras comunes
y transversales. Que "Catalunya es el país más potente del sur de
Europa y vamos a hacerlo saber para que no nos confundan" es, ahora y en
estas circunstancias, un voluntarismo. Y en política, no ser oportuno
constituye siempre un error.
La nación deshilachadaOtro colaborador del somatén mediático al que sería injusto incluir entre los corifeos de la Nomenklatura, aunque tampoco se destaque por sus ímpetus críticos, Fernando Ónega, desahogó la explicable angustia que le inspira "La marca España" (LV, 28/6) tras verificar el auge de las corrientes secesionistas en Cataluña y la comunidad vasca:
Para un cronista político, es el dato más negativo que ha visto
sobre la consistencia de España como nación. Se empezó con el famoso
desapego, se pasó por la frívola denuncia de que España roba a
Catalunya, se avanzó por la identificación de España con crisis, se
salpimentó con la necesidad de separar las cuentas y se desemboca en las
ganas de irse. Ahí es, señores gobernantes, por donde sangra la llamada
marca España. Se monta todo un tinglado político y empresarial para
recuperar prestigio en el exterior, porque es donde están los negocios y
la posibilidad de exportar. Está muy bien, hay que hacerlo. Pero a la
vista de los datos, este cronista se permite sugerir que el déficit más
grave de la marca España, el que hace cambiar la historia y no los
mercados, empieza a estar en el interior. Y eso es lo que deshilacha una
nación.
El acoso a Artur Mas proviene de dos frentes: uno es el de sus
camaradas, la élite de ideólogos y militantes intoxicados por patrañas
identitarias, con los que él compartió las fáciles batallitas amparadas
por la imprudente benevolencia de la Transición; y el otro es el de la
sociedad catalana, emprendedora y productiva, maltratada por la crisis y
reacia a embarcarse en aventuras balcanizadoras, que se guía por el
realismo y la racionalidad. Esperemos que, en estos tiempos de
soberanías afortunadamente menguantes, no sea necesario que los hombres
de negro vengan a esta nación deshilachada para ayudarnos a recuperar la
cordura, la convivencia y el bienestar.
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