13 julio, 2012

EL PARTO DE LOS MONTES.


EL PARTO DE LOS MONTES.

Por Ricardo Alemán.

Luego de un trabajo mediático que –en otras circunstancias– se habría ganado el rechazo y abucheo de los osados defensores de la izquierda y su candidato presidencial; el esperado anuncio de impugnación de Andrés Manuel López Obrador terminó en una reedición del parto de los montes.
Durante días, los incansables guerreros de la democracia lopista aseguraron que hoy jueves veríamos pruebas irrebatibles del grosero fraude electoral. El mismo que orquestaron las manos del poder económico y mediático el domingo primero de julio.



Sin embargo, a pesar de las escandalosas señales que adelantaban el parto de los montes; al final del día, salió un ratoncito.


Andrés Manuel López Obrador se plantó ante los medios y repitió –por enésima vez–, los mismos pretextos, los mismos alegatos y las mismas mentiras con que ha tratado de tumbar la elección presidencial.


Que si la influencia de medios como Televisa, Azteca y Milenio; que si la compra de 5 millones de votos –cinco millones de incautos, todos priístas evidentemente, incapaces de decidir por sí mismos y dispuestos a vender el sufragio al mejor postor–; que si las urnas embarazadas, que si el pago de 52 millones de dólares a una empresa de Estados Unidos para construir la imagen de Peña Nieto y que si ese día el sol salió más tarde y obstaculizó el triunfo de Obrador.


Absolutamente nada nuevo. La misma perorata desgastada y sin sentido.


Una vez más, Andrés Manuel exhibe su incapacidad para reconocer la derrota. Nuevamente, Obrador demuestra que no acepta que la mayoría de los votantes no le quiso dar su voto y, como ya es costumbre, López se exhibe como el típico perdedor que patea la mesa y amarga el triunfo de sus adversarios.


A estas alturas, no sólo es penoso sino lamentable, que uno de los líderes sociales mexicanos con mayor convocatoria de los que se tiene memoria, termine reducido a una silueta de lo que pudo ser.


Hoy, López Obrador está derrotado, se queda solo y se le acabaron los pretextos.

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